El camino del Presidente Enrique Peña Nieto va en el mismo sentido de su antecesor priista Carlos Salinas de Gortari, dice The Financial Times. Aunque hay diferencias, también hay muchas similitudes con el viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI), que dominó durante 71 años al país.
El prestigiado diario inglés publica hoy un largo texto, a propósito de la visita de Peña Nieto a Londres, que titula: “México: fantasmas del pasado persiguen a un líder ambicioso”. Lo ilustra con una foto grande del ex Presidente Carlos Salinas de Gortari.
“Dos años en un período de seis prometía mucho más, el Presidente de México Enrique Peña Nieto, se ve en el peligro de pegar con topes. La resurrección del joven líder del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernó México durante la mayor parte del siglo XX, vino con una agenda de reformas destinadas a transformar una economía con bajos rendimientos”, inicia el texto de David Gardner, editor de temas internacionales de The Financial Times.
Peña Nieto ha cumplido gran parte de esto, agrega. “Ha roto el oligopolio de las telecomunicaciones y abrió la industria petrolera. Esta último había permanecido cerrada al capital privado desde que fue nacionalizada por aclamación reverencial en 1938; abrirla es histórico, y requirió un tacto casi teológica tanto como habilidad política”.
“Ahora él [Peña Nieto] está en riesgo por cuestiones políticas que ignoró en sus prospectos de reformas, como la seguridad pública, los derechos humanos y la corrupción, para los que el viejo PRI se convirtió en un sinónimo”.
Primero, dice Gardner, “vino el vergonzoso horror internacional por la desaparición y aparente asesinato de 43 estudiantes en la sureña ciudad de Iguala en septiembre pasado, a lo que el gobierno dolorosamente fue lento en responder. Luego vino la cuestión de la mansión personal del señor Peña Nieto, construida y pagada por un contratista favorecido no sólo por este gobierno, sino pero el gobierno que dirigió previamente en el Estado de México, en la frontera de la capital. Su Secretario de Hacienda, Luis Videgaray –luego se supo–, había comprado una casa con ese mismo contratista”.
En una entrevista con The Financial Times, Videgaray admitió que el gobierno necesita recuperar la confianza del público. “Podemos hacer 10 reformas energéticas, pero si no añadimos confianza, no vamos a aprovechar todo el potencial de la economía mexicana”, dijo.
“Nada de esto es necesariamente terminal. Aunque la compra de esas mansiones es opaca y desprende un tufillo de capitalismo-entre-amigos, palidece ante la gigantesca corrupción en el pasado del PRI. Los mexicanos mayores pueden sentir que han visto esta película antes. En 1988, Carlos Salinas de Gortari, un tecnócrata joven y astuto a la cabeza de un gobierno salpicado de reformadores celosos, llegó al poder prometiendo una era dorada de modernización. Seis años después, la economía de México se desplomó en la Crisis del Tequila; sus instituciones fueron penetrados por cárteles de las drogas y el sucesor designado del señor Salinas, el reformista creíble Luis Donaldo Colosio, fue asesinado”.
“Aunque los aplaudidores optaron por ignorarlo, no había habido desde el principio motivo para dudar sobre cómo le iría al señor Salinas. Él se había aliado con los corruptos, la vieja guardia de ‘dinosaurios’ del PRI, que impusieron la elección por fraude y luego se acogieron generosamente a lo que el código penal curiosamente ha llamado ‘enriquecimiento inexplicable’”, agrega The Financial Times.
“Los escépticos sobre Peña Nieto, vendido por sus partidarios como ‘el JFK de México’ [o el Kennedy mexicano], con atuendo de estrella de cine y una esposa de telenovelas, encuentra ecos en el pasado. Él [Peña] es de una nueva generación, pero también descendiente de unclan de ricos y poderosos barones de la vieja guardia. Como un comentarista mexicano preguntó después de su elección: el ave fénix que renace de las cenizas, el pterodáctilo aerodinámico, ¿significa el regreso de los dinosaurios que dieron dientes a los viejos priístas?”
El comparativo es cuestionable, agrega el artículo, con diferencias tan importantes como las mismas similitudes. “El viejo PRI fue un partido-Estado, una pirámide de corporativismo que aglomeró a la mayor parte de la sociedad en sindicatos manejados desde la cúpula y aceitados por el clientelismo, la fuente de la Presidencia. En la actualidad hay partidos reales en México, donde la sociedad civil es resistente y mejor informada”.
“La maquinaria del PRI está oxidada. Si el señor Peña Nieto es el viejo PRI con una máscara telegénica, todavía tendrá que operar en un contexto diferente. La similitud con la saga de Salinas es el abandono de las estructuras de poder: la idea de que la economía es una técnica aislada de la política. Eso es más que discutible en países como México, sometido a camisas de fuerza por los intereses creados, infestado de cárteles salvajes de la droga, trabado por instituciones débiles y con un Estado de Derecho aplicado, en el mejor de los casos, en forma desigual”.
“México nunca ha necesitado tecnócratas brillantes, entrenados en el ITAM, la universidad inspirada en el MIT en los Estados Unidos y pulida por los doctorados de la Ivy League. Ellos pueden ser de inventiva ingeniosa: una cobertura contra la caída del precio del petróleo o, durante la crisis de la deuda externa de 1980, con esquemas intrincados para las endeudadas empresas privadas. Peña Nieto se ha rodeado de algunos cerebros de primera clase. Pero el gobierno de Salinas fue una de las administraciones más inteligentes jamás ensamblada. Ambos equipos –fatalmente en el caso Salinas– dejaron la política a los barones”, agrega el diario británico.
“El Congreso de México, por ejemplo, es un feudo de los barones. La prohibición histórica de reelección de diputados y senadores les dio a los barones mano de hierro. Dado que sólo sirven un término, que no pueden sostener al Ejecutivo a que rinda cuentas ni pueden ser premiados o castigados por los votantes. Sólo sus jefes políticos pueden hacer eso”.
El Congreso, concluye, votó a favor de levantar la prohibición de la reelección en 2013 –pero sólo a partir de 2018– y “dejó intacto que los partidos puedan hacer listas de candidatos. Eso da piernas por un tiempo a los barones, y dientes de los dinosaurios”.
Fuente: Sin Embargo