Por Carlos Miguélez Monroy*
Rafael Santamaría Fernández dormía en un “fotomatón” en Madrid cuando un joven neonazi le propinó una paliza. Estuvo más de 500 días en el hospital, pero nunca recuperará del todo el habla ni podrá realizar actividades complejas por los daños que le provocaron las patadas en la cabeza.
El joven neonazi ha sido condenado a diez años de prisión y tendrá que pagar una indemnización de 200.000. Sus cuatro acompañantes, que no hicieron nada por impedir la agresión, pagarán 100.000.
Además de los agresores, el abogado defensor podría ser procesado por sus declaraciones durante el juicio, en las que se refirió a las personas sin hogar como “cánceres que debían ser extirpados”, entre otras afirmaciones. Como él, muchos no consideran personas a quienes duermen en la calle por distintas circunstancias.
En Madrid, las organizaciones Solidarios para el Desarrollo y Acción en Red participan en la campaña ¿Qué se sueña en una acera? Por medio de actividades de sensibilización, buscan dar visibilidad sobre una realidad de la que no sólo los políticos tienen responsabilidad por la insuficiencia de recursos públicos para prevenir y corregir el problema. También se dirigía a la sociedad en su conjunto para que dejemos de ver la realidad de estas personas desde prejuicios y estereotipos negativos sin conocer la realidad y las causas que los conducen a esa situación. También pide a las administraciones plazas de albergue suficientes y políticas de prevención.
Cada noche duermen en las calles madrileñas más de 2.000 personas. Decenas de miles se encuentran en riesgo de quedarse sin hogar por la pérdida de su trabajo en este contexto de crisis y por el empobrecimiento general al que han conducido las políticas de “austeridad”. Esto ocurre en otras ciudades de España también, pero el sinhogarismo afecta, sobre todo, a las grandes ciudades de todo el mundo.
La falta de recursos y el desempleo se suman al desarraigo, la soledad, la falta de redes para prevenir la caída de estas personas a situaciones de las que resulta difícil salir. Dormir en la calle suele producir alcoholismo, drogadicción y enfermedades de salud mental que desarrollan para soportar esa realidad.
Cada noche, miles de ciudadanos en todo el mundo salen al encuentro de estas personas por medio de programas de voluntariado social o por iniciativa propia. Algunos plantean las actividades culturales, creativas y de tiempo libre como instrumento para que estas personas recuperen su dignidad y su autoestima.
Este fomento de las capacidades humanas y de la autoestima se necesita para salir de la situación de calle y poder encontrar trabajo y vivienda. Pero sólo una presión coordinada de la sociedad civil a las instituciones públicas permitirá que se habiliten puestos de trabajo y un sistema de viviendas para las personas sin hogar.
Desde hace varios años, la National Alliance to End Homelessness (NAEH) ha abordado el problema en Estados Unidos y ha publicado un plan para acabar con este problema. Como en otras partes del mundo, las causas del fenómeno están en sistemas económicos que crean exclusión social y bolsas de pobreza.
Los Gobiernos juegan un papel fundamental a la hora de implementar políticas de vivienda para aportar ayudas y fomentar alquileres sociales. También la prevención por medio de servicios para personas que han salido de largas estancias en los hospitales, de las cárceles e instituciones para personas con enfermedad mental.
Por medio de programas de sensibilización y de información, es posible fomentar la confianza de las personas sin hogar para que se acerquen a las viviendas creadas y a los servicios públicos. El sistema de albergues y de vivienda temporal debe estar enfocado de manera que las personas permanezcan en esa situación el menor tiempo posible para evitar que se institucionalicen. Esto se complementa con un sistema de búsqueda de viviendas para las personas que utilizan esos recursos públicos y con facilidades para acceder a servicios sanitarios y psicológicos.
Para que tengan éxito estas medidas se necesita primero reconocer la dignidad inherente a todas las personas. Por ello, este tipo de campañas implican a la sociedad civil en su conjunto.
* Carlos Miguélez Monroy. Periodista, coordinador del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)
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Twitter: @cmiguelez