Fallece Gabo a los 87 años

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Gabriel García Márquez, uno de los hijos del telegrafista de Aracataca que llegó a ser la figura central del Boom Latinoamericano y a ganar el Premio Nobel de Literatura 1982, falleció en su casa de la Ciudad de México a los 87 años de edad, convertido en uno de los más grandes escritores de la lengua española, comparable con Miguel de Cervantes Saavedra.

El estado de salud de Gabo, Gabito, GGM o “el hijo del telegrafista”, nacido el 6 de marzo de 1927, había permanecido en secreto desde el 31 de marzo, cuando fue internado durante nueve días en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán “debido a un cuadro de deshidratación, infección pulmonar y de vías urinarias”.

Fue dado de alta el 9 de abril y desde entonces su familia, su esposa Mercedes Barcha, a quien le dedicó todos sus libros, y sus hijos Rodrigo y Gonzalo, mantuvieron en secreto tanto el padecimiento como la gravedad que, se rumoró, se trataba de un resurgimiento de un cáncer linfático.

Ya desde 2012, cuando un hermano del autor reveló que desde 1999 presentaba síntomas del demencia senil, la atención estaba sobre la salud del autor de Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera, La hojarasca, Doce cuentos peregrinos y El coronel no tiene quien le escriba, entre medio centenar de obras, la mayor parte convertidas en best sellers en todo el mundo.

La última aparición que García Márquez hizo fue el día de su cumpleaños 87, el 6 de marzo, cuando salió de su casa, en Jardines del Pedregal, a saludar a los periodistas.

García Márquez inició estudios de Derecho en Bogotá y trabajó en los diarios como El Universal, de Cartagena y El Espectador, de Bogotá, a partir de 1954. Al año siguiente publicó su primera novela La hojarasca, e inició también la publicación del Relato de un náufrago, un reportaje por entregas en El Espectador.

El Nobel colombiano había asimilado la influencia de autores como William Faulkner y Ernest Hemingway y a partir de entonces inició la creación de un universo personal que frecuentemente ha sido llamado “realismo mágico” a partir, incluso, de la sorpresa de lo cotidiano, como un coronel a quien su abuelo lo lleva a conocer el hielo.

A partir de 1960, junto con autores como el argentino Julio Cortázar, el mexicano Carlos Fuentes y el peruano Mario Vargas Llosa, conformó un movimiento literario llamado “El boom latinoamericano” que proyectó a las letras del continente en Europa y Estados Unidos.

García Márquez, presidente honorario de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, instaló su residencia en México a partir de los 60, y en 1967 publicó aquí Cien años de soledad, su obra más conocida, ubicada en Macondo, lugar inspirado en Aracataca y poblado de personajes que han dado la vuelta al mundo: Úrsula Iguarán, Mauricio Babilonia, Aureliano Buendía, Remedios la Bella o José Arcadio Buendía.

En 1972 ganó el Premio Rómulo Gallegos y desde que ganó el Nobel, en 1982, determinó no aceptar ninguno más. Recibió el Nobel con un discurso titulado “La soledad de América Latina”.

“Agradezco -dijo- a la Academia de Letras de Suecia el que me haya distinguido con un premio que me coloca junto a muchos de quienes orientaron y enriquecieron mis años de lector y de cotidiano celebrante de ese delirio sin apelación que es el oficio de escribir. Sus nombres y sus obras se me presentan hoy como sombras tutelares, pero también como el compromiso, a menudo agobiante, que se adquiere con este honor. Un duro honor que en ellos me pareció de simple justicia, pero que en mí entiendo como una más de esas lecciones con las que suele sorprendernos el destino, y que hacen más evidente nuestra condición de juguetes de un azar indescifrable, cuya única y desoladora recompensa, suelen ser, la mayoría de las veces, la incomprensión y el olvido”.

Después del Nobel publico todavía El amor en los tiempos del cólera, El general en su laberinto, Doce cuentos peregrinos, Del amor y otros demonios, sus memorias Vivir para contarla y Memoria de mis putas tristes, su última novela, en 2004.

En la primera parte de su autobiografía García Márquez, fallecido rodeado por su familia, relata el día, a sus tres o cuatro años, en que su abuelo, el general Nicolás Márquez, figura decisiva para su formación de escritor, lo llevó a conocer el mar.

“Mi abuelo me había llevado de la mano a través de aquel yermo ardiente, caminando de prisa y sin decirme para qué, y de pronto nos encontramos frente a una vasta extensión de aguas verdes con eructos de espuma, donde flotaba todo un mundo de gallinas ahogadas.

“-Es el mar-, me dijo.

“Desencantado, le pregunté que había en la otra orilla, y él me contestó sin dudarlo: “Del otro lado no hay orilla”.

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