Por Sanjuana Martínez
México no es un país pobre, más bien es un país lleno de pobres. Y con más de la mitad viviendo en la miseria, el resto de los ciudadanos deberíamos de sentir la necesidad de hacer algo al respecto. Dice Eduardo Galeano en su libro Los hijos de los días, que de los pobres sabemos todo: “en qué no trabajan, qué no comen, cuánto no pesan, cuánto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, qué no creen… Sólo nos falta saber por qué los pobres son pobres… ¿Será porque su desnudez nos viste y su hambre nos da de comer?…”.
El caso es que hay 53.3 millones de mexicanos pobres, según el último informe del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), es decir, cuatro de cada diez mexicanos son pobres. En esta medición no sólo fue tomado en cuenta el ingreso de la gente, sino también sus demás carencias sociales: rezago educativo, acceso a servicios de salud, acceso a seguridad social, condiciones de la vivienda, servicios en la vivienda y acceso a la alimentación.
Lo más interesante de este estudio es saber con qué dinero sobrevive la población laboralmente productiva. En México, los salarios son de hambre y el contubernio de empresarios y gobierno no permite terminar con más del 80 por ciento de rezago en el poder adquisitivo de los trabajadores.
El ingreso mensual para áreas urbanas es de 2,329 pesos y para zonas rurales, 1,490 pesos. ¿Quién puede sobrevivir con ese salario?… Millones de personas. Y peor aún, hay seis millones 250 mil trabajadores que sobreviven con un salario promedio de 65 pesos por día.
Según el reporte 109 del Centro de Análisis Multidisciplinario (CAM) del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México hay casi 11 millones 700 mil mexicanos que perciben hasta 130 pesos diarios. Además, nueve millones 900 mil trabajadores ganan salarios de hasta 190 pesos.
Peor aún: hay 3.5 millones de personas que sólo perciben propinas, sus empleadores no les proporcionan salario fijo, violando todas las leyes laborales de este país y sosteniendo sus negocios en la impunidad y la corrupción gubernamental.
¿Cómo no va a aumentar la pobreza con salarios de hambre?… Este último estudio señala que la gente que percibe estos salarios dejo de consumir leche, tortillas, huevos… alimentos de la canasta básica. Se convirtieron en pobres alimentarios que se cuentan por millones y millones.
Lo más indignante del estudio del Coneval es que nos ofrece una realidad endémicamente normalizada: la corrupción. Los distintos gobiernos de los últimos 42 años han destinado más de dos billones de pesos a programas para reducir la pobreza. La corrupción gubernamental no sólo no ha disminuido la cantidad de pobres, sino que los ha aumentado en colaboración con un empresariado cada vez más interesado en ganar dinero sin repartir riqueza. Ambos estamentos: gobierno y empresarios se unen para mantener en la pobreza a la mitad del país, con la colaboración de los sindicatos.
Actualmente hay 55 por ciento más pobres que en 1970. Con Luis Echeverría (1970-1976) había 30 millones de pobres y el ex Presidente acusado de genocidio por la matanza de Tlatelolco, destinó durante su gobierno 34 mil millones de pesos supuestamente para reducir esa cifra. ¿Dónde quedó esa lana? Obviamente en los bolsillos de Luis Echeverría y sus cómplices funcionarios.
Pero la tendencia no ha cambiado. A partir de entonces, todos sus sucesores en Los Pinos han seguido su camino de saqueo de las arcas públicas. Es decir, los programas para combatir la pobreza se han convertido en la caja chica de los gobiernos para robar a manos llenas. No importa cómo se llamen: Solidaridad, Oportunidades o Cruzada contra el Hambre.
Durante el sexenio del inefable Felipe Calderón se destinaron 879 mil millones de pesos para ese rubro, pero resulta que los pobres pasaron de 52.8 millones en 2010 a 53.3 millones de mexicanos.
Por tanto, está claro que la tendencia continúa. No hay un solo indicio que nos señale que la Cruzada contra el Hambre de Enrique Peña Nieto y la no menos inefable Rosario Robles vaya a ser diferente. Por el contrario, a estas alturas nos han demostrado que ya empezó el robadero y que dicho programa carece de estructura y sistema óptimo para bajar la pobreza.
Por el contrario, estudios como los del Coneval nos advierten sobre la población vulnerable que si ahora no son pobres, pueden muy pronto llegar a serlo. Entre 2010 y 2012, esta población pasó de 32.1 millones a 33.5 millones, según este reporte. Se trata de gente que tiene alguna carencia social, pero un ingreso mayor a la línea de bienestar. En los últimos dos años la falta de acceso a la seguridad social aumentó a 71.8 millones de mexicanos, esto es 2.2 millones más que en 2010.
Cómo estará la grave situación de los pobres mexicanos que hasta Amnistía Internacional afirma que la magnitud completa de la marginación en el país “podría ser aún más escalofriante”, porque la mayor parte de la población en México, es decir, por lo menos 86.9 millones de personas, se enfrentan a lo que el Coneval define como al menos una carencia social: “Lo cual significa que además de las 53.3 millones de personas pobres, existen 33.6 millones en una situación de extrema fragilidad ante el riesgo de caer en la pobreza”.
Está claro que los mexicanos afrontamos la inseguridad y la violencia con preocupación y miedo, pero seguramente el mayor miedo, como bien dice George Orwell, no es esa inseguridad y crueldad, no es el miedo a morir; sino el de ser pobre.
Fuente: Sin Embargo