Por Guillermo Samperio/ Homo non Sapiens
A Jazmín Montserrat Alcántara,
policía asignada a la Col. Roma
quién detuvo a un asalta bancos.
“Me sentí nerviosa, pero me dije ‘lo puedes hacer’… firma Jazmín”
Pesimismo. Durante muchos años he tenido una visión pesimista del mundo, del futuro. Y creo que la humanidad se va a acabar antes que el mundo mismo; si no es que la humanidad acaba con el sistema solar, porque ya hay capacidad para ello. Pueden mandar una bomba atómica a Marte, aunque se tarde dos años en llegar, y hacen pinole Marte. Y Venus, y la Luna. Entonces, todo este lado del cosmos desaparecería en un ratito. Claro que al universo le tendría sin cuidado: un mundito más ahí, desaparecido, pues qué le importa. Pero estoy tratando de pensar que, más bien, cuando venga una catástrofe, el hombre va a reelaborarse, a reconstruirse, a renacer, a darse nuevas oportunidades. Y a permitirse una vida mucho más libre, mucho más adecuada a sí mismo. El problema es que leo demasiado, y de todo; y, a veces, el conocimiento lo lleva a uno a ciertas expectativas más bien pesimistas. Por lo menos no quiero tener el optimismo del autor de Historia del tiempo, Hawkins, que quiere armar un laboratorio que, al echarlo a andar, se gastaría la mitad de la energía del mundo. Pero no piensa el científico en la hambruna, en la mortandad, en los congelamientos de multitudes. Él solamente quiere su laboratorio. Entonces, pues creo que la ciencia y la energía que nos queda debería dirigirse a cuestiones básicas del hombre: la salud, la educación. Preferible mondar papas, como decían las abuelas y las bisabuelas, a comprar papas embolsadas en papel metálico. Cada bolsita de ésas es quince minutos perdidos a las generaciones futuras.
Siempre digo que yo soy medio venusino y no marciano. Y me gusta pensar en la alfa centauro. Y a veces me sueño yendo hacia allá. Y creo que, si es posible viajar hasta allá, no hay que construir grandes cohetes, sino ponerse un buen cohete.
Personas me han comentado sobre mi texto titulado “Fantasma” que lo más probable sea el texto más breve del mundo pues únicamente contiene el título y está completamente vacío. Con respecto a este texto, bueno, algo que mucho me atrajo de las vanguardias fue que alguien firmó el silencio, alguien firmó el cuadro en blanco, alguien hizo la obra de teatro sin acción y sin personajes, sin escenografía. Y no pensé que, veinte años después, se me ocurriría el cuento, o novela, o enciclopedia “Fantasma”. Y que, delante de él, puede haber una página en blanco o mil setecientas. Sí, me gustaría que se editara “Fantasma” en un libro de mil setecientas páginas en blanco. El Fondo de Cultura no más me puso una página, yo les decía: “pónganle diez, porque es un cuento largo”. Y no quisieron. Protestaron la crisis de papel y que estaba yo atentando contra los árboles, y que… Bueno, está bien, un fantasma de una página. Y al fin que va conmigo porque todo lo pequeño me gusta.
Uno de niño ve el mundo muy grande. Su calle es más grande: aunque en su cuarto quepa no más una cama, la ve gigantesca. Entonces, en mi caso, ante esta visión gigante del mundo, de mi entorno, me volví aliado de lo minúsculo, de lo pequeño, de lo breve. Entonces jugaba yo mucho con los insectos que encontraba debajo de una piedra sobre el pasto húmedo, o los que subían en un árbol, o los que estaban debajo de la cama. Y ahora me maravilla saber que el mayor número de habitantes de la Tierra son invisibles: los ácaros. Y que, vistos a través de un microscopio electrónico, son bellísimos. Algunas personas se horrorizan de ellos, ¿no? Como cuando vinieron los españoles y vieron a la Cuaticlue, pensaron que era un monstruo. Y en verdad es un dios fundamental, de una belleza impresionante.
Fuente: Sin Embargo