Esto no es un partido de beisbol

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“Por un México exitoso, me comprometo y lo cumplo”

Por Alejandro Páez Varela

Cuando escucho que alguien reclama justicia al gobierno de Enrique Peña Nieto no puedo evitar que se me revuelva el estómago. Es una extraña mezcla de indignación, enojo y extrañamiento. La sola idea de que se piense que esta administración pueda actuar con justicia me suena contradictorio: la ex pareja sentimental del Presidente, Maritza Díaz, defiende en tribunales los derechos del hijo de ambos; la ex esposa de Arturo Montiel, tío de Peña Nieto, llora ante jueces y medios extranjeros para que la dejen ver a sus niños. Me pregunto, entonces, ¿qué sensibilidad puede tener este gobierno, si dos cabezas importantes del grupo político a cargo se han negado a ser justos con su propia sangre? ¿Qué puede esperar un individuo cualquiera de políticos que no han ejercido la justicia con la carne de su carne?

Cuando escucho que por allí algunas voces piden que el gobierno federal actúe con transparencia –y que le exija a otras instancias lo mismo– también se me revuelve el estómago: somos (y yo mismo soy) unos ilusos: si Peña Nieto no hizo siquiera una declaración patrimonial en forma, si ni siquiera transparentó de dónde vienen todas las donaciones que recibió de quién sabe quién cuando era Gobernador del Estado de México, ¿qué podemos esperar los ciudadanos de esta administración en términos de rendición de cuentas? Pues nada. No habrá transparencia en el gobierno, como no la hay en sus propias vidas.

En dos semanas se cumple un año de gobierno de Enrique Peña Nieto. Puedo decir que no estoy desilusionado: se hizo lo que se esperaba. Se mintió con respecto a la guerra; simplemente sigue allí, con menos publicidad que antes. Como en el Estado de México, la administración priista ya convirtió a los principales partidos de oposición en comparsas de sus intenciones. Mostró “compasión” por Alberto Patishtán –en realidad el profesor, dicen las evidencias, no hizo nada–, pero se negó la justicia para miles y miles en todo el país que siguen buscando –es un ejemplo– a sus desaparecidos. Se trabajó en lo oscurito, se intentó (y se sigue intentando, ¿por qué no?) usar el dinero de todos nosotros para comprar voluntades por la vía de los programas sociales. Se usó al Gobierno del Distrito Federal para penalizar la protesta social. Crecieron los secuestros y seguramente los asesinatos también, porque las cifras no son claras. Tenemos los mismos indicadores de pobreza y pobreza extrema. Es decir: en un año, este gobierno no desilusiona: es exactamente el que debía esperarse de un gobierno del PRI.

Tampoco se volteó para atrás. El gobierno de Peña Nieto no emprendió una investigación, que debió ser por oficio, sobre todas las denuncias de abuso y violaciones de derechos humanos en contra de Genaro García Luna. Ya ni siquiera sus posibles nexos con secuestradores o narcotraficantes: por secuestros, torturas y asesinatos cometidos (y ampliamente documentados) en contra ciudadanos en distintos puntos del país bajo el pretexto de la guerra contra el narcotráfico. Es más, ni siquiera de los casos más escandalosos, como el de Florence Cassez, donde hubo un compromiso público de investigar el proceso, tenemos noticias.

El gobierno de Peña Nieto no ha garantizado la justicia para los padres de los 49 niños muertos en la Guardería ABC, a pesar de que existe el compromiso explícito del actual Presidente de la República cuando estaba en campaña. Esos padres llevan años arrastrado su dolor en solitario, apenas con el apoyo de unos cuantos activistas sensibles y humanistas. Mientras, siguen libres Juan Molinar Horcasitas y el ex Gobernador Eduardo Bours; están libres los familiares de Margarita Zavala, la ex Primera Dama. Los Pinos no ha dado una sola muestra de querer impartir justicia. La PGR de Jesús Murillo Karam menos.

En 2012, Enrique Peña Nieto resumió en una sola pancarta sus promesas: “Por un México exitoso, me comprometo y lo cumplo”. No se me borra esa promesa. No la olvido. Por lo pronto, miente e incumple: el crecimiento de 2013, de acuerdo con los cálculos de analistas privados y oficiales, será menor del 1 por ciento; la generación de empleos no alcanzará los 300 mil, menos de la tercera parte de lo que requiere el país. El éxito no es sólo la economía; el éxito es que los ciudadanos tengan acceso a la justicia social. Y en este país, un campesino puede morirse de hambre al pie de un hospital público, por ejemplo.

“Por un México exitoso, me comprometo y lo cumplo”, dijo por escrito. Honestamente, no veo cómo lo vaya a cumplir.

Alguien dirá que debemos darle oportunidad; que un año no es nada. Tienen razón, pero más razón tenemos los que desconfiamos en eso de “denle tiempo”. Eso mismo decían, por ejemplo, con el PAN. “Hay que revertir 70 años de PRI”, dijeron muchos, “y eso lleva tiempo”. ¿Y qué país nos dejó el PAN? Híjole, pues ni los entretengo. Sólo diré que hay muchos ciudadanos de este país que llevan más de 20 años siendo gobernados por el PAN, y díganme si algo cambió en Jalisco, Nuevo León, Sonora. Díganle a la familia de ese jornalero que murió de hambre frente a un hospital de Guaymas que se espere un rato, que ya mero viene el cambio. La familia les mentará la madre, seguramente; yo lo haría.

“Por un México exitoso, me comprometo y lo cumplo”, dijo Peña Nieto. A menos de que el México exitoso que prometió sea el mismo México de unos cuantos: allí, en la cúpula, sí son muy exitosos, seguramente; muchos saldrán enriquecidos y no tendrán que responder con transparencia porque el mismo Peña Nieto no lo hizo. Pero abajo, los de siempre, siguen igual de jodidos. O díganme lo contrario. Que me desmientan no es ninguna vergüenza. Díganme, por favor, que estoy dormido (o que estoy jodido) y que el “México exitoso” está en camino. Díganmelo. Me pondrá muy feliz ser desmentido. Nada me dará más alegría que comprobaran que soy un mentiroso, y que el “México exitoso” que prometió Peña Nieto para ganar votos está a cinco años de distancia.

Esto no es un partido de beisbol, ni tampoco una función de cine o de teatro: si nos defraudan, no nos devolverán las entradas. Si bien nos va, en cinco años seguiremos en el mismo atraso y estaremos seis años más viejos, con menos fuerzas y menos ganas de pelear. Y si mal nos va, ya lo sabe. Para qué le explico a un pueblo acostumbrado a la frase “ajústense los cinturones”.

Lo más seguro es que en cinco años vendrá otro igual, con una frase similar (como la de “Por un México exitoso, me comprometo y lo cumplo”), y millones le creerán aunque sepan que van al matadero. En seis años nos volverán a prometer “el milagro mexicano” y les vamos a creer, como hemos creído durante cien años o más.

O díganmelo, díganme por favor: ¿miento?

Fuente: Sin Embargo

 

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