El director dirige uno de los mejores Conciertos de Año Nuevo de las últimas décadas en la capital austriaca. La gala del 1 de enero recordó la I Guerra Mundial cuyo centenario es este 2014
En una ciudad como Viena, que respira música por los cuatro costados, el Concierto de Año Nuevo que en la mañana de cada uno de enero ofrece la legendaria Orquesta Filarmónica de Viena en la sala dorada de la Musikverein de la capital austriaca adquiere una dimensión universal. No sólo es la manifestación musical más popular del año, también es un fenómeno mundial transmitido por radio y televisión a medio mundo. Pero mantener viva la tradición no significa renunciar a la capacidad de sorprender y este año, el director invitado, Daniel Barenboim en estado de gracia, con la plena complicidad de los filarmónicos vieneses, han ofrecido uno de los mejores Conciertos de Año Nuevo de los últimos años.
Desde la elección de la primera pieza en homenaje a Eduard Strauss,Helenen-Quadrillen, sobre temas de la opereta La bella Helena, de Offenbach, dedicada con elegancia por Barenboim a su esposa, la pianista Elena Bashkirova, al primer vals del concierto, Friendspalmen(Las palmas de la paz) compuesto por Joseph Strauss en 1866 para celebrar el acuerdo de paz tras la guerra austro-prusiana, y escogido como alusión al primer centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, un hecho que marcará de forma significativa las agendas culturales en muchas instituciones a lo largo de 2014.
Barenboim, cuyo activismo en el terreno de la paz y en la búsqueda de puentes para superar el conflicto palestino-israelí cobra especial relieve en un año en que la guerra va a ser motivo de reflexión en todo el mundo, se ha superado con creces con respecto a su anterior comparecencia en este evento -dirigió por primera vez el Concierto de Año Nuevo de 2009- y ha cuajado una actuación de extraordinaria calidad, elegancia y buen humor.
Los músicos vieneses y el gran pianista y director argentino-israelí han coreado con placer sus intervenciones en páginas tan divertidas como la Marcha egipcia, de Johann Strauss y han puesto el listón en lo más alto con exquisitas interpretaciones de piezas de tanta enjundia como la obertura de Waldmeister o esa auténtico poema sinfónico que tanto amaba Johannes Brahms, gran amigo de Johann Strauss, los Cuentos de los bosques de Viena, con la espectacular intervención solista del virtuoso de la cítara Wilfried Scharf, que Barenboim seguía extasiado.
Parece igual, pero siempre es diferente, tanto por la confección del programa- en esta edición, a los valses y polkas de la familia Strauss se han sumado piezas de Joseph Lanner, Josef Hellmesberger hijo y, para recordar el 150º aniversario de su nacimiento Richard Strauss, compositor y director alemán profundamente ligado a la historia de la Ópera de Viena y del que han interpretado la refinada Música del claro de luna de la ópera Capriccio, con maravillosa intervención del solista de trompa.
La elección de la diseñadora británica Vivienne Westwood para el vestuario, imaginativo y deslumbrante, de los solistas del Ballet de la Ópera de Viena y las localizaciones en escenarios tan bellos como el recién restaurado palacio de Liechtentstein y el monasterio Klosterneuburg, que cumple 900 años, han animado de forma extraordinaria la impecable transmisión televisiva de la ORF, realizada este año con singular acierto por Michel Beyer. Entre los momentos memorables, la introducción del baile en directo en la sala, por séptima vez, durante la interpretación del Danubio azul, apuesta de riesgo por la complicacion técnica que conlleva y que surgió por iniciativa de la bailarina española Lucía Lacarra, y, por primera vez en la historia, la iniciativa de Barenboim de saludar uno a uno a todos los músicos de la Filarmónica de Viena mientras tocaban la celebérrima Marcha Radetzky de Johann Strauss padre que cierra oficialmente el concierto.
Desde su primera edición, que tuvo lugar en 1939 bajo la dirección de Clemens Krauss, la Filarmónica de Viena se da un auténtico baño mediático con este concierto, centrado en la música de la familia Strauss y ligado durante muchos años a la figura del violinista Willy Boskowsky, que en 1958 estableció el rito obligado de cerrar el concierto con elDanubio Azul y la Marcha Radetzky. En la década de los ochenta, la formación vienesa, cuyos músicos pertenen a la plantilla de la orquesta de la Ópera de Viena, decidió invitar cada año a personalidades como Lorin Maazel, Herbert von Karajan, Carlos Kleiber, Claudio Abbado, Georges Prêtre, Mariss Jansons, Seiji Ozawa, Nikolaus Harnoncourt, Franz Welser-Most, Barenboim o Zubin Mehta, que tendrá a su cargo la próxima edición del concierto.
Fuente: El País