El 24 de octubre del 2019 será a partir de hoy un día histórico en España. Francisco Franco, el dictador que masacró a su pueblo durante la Guerra Civil (1936-1939) y que lo tiranizó y condenó al exilio durante su largo régimen totalitario (1939-1975) fue exhumado del Valle de los Caídos, el mausoleo que mandó a construir para gloria de su “cruzada”.
Tuvieron que pasar más de 43 años para cerrar la herida que más dolía a los centenares de miles de víctimas y familiares de la represión, de la ejecución sumaria, de los tribunales a modo que condenaron a tanta gente al garrote vil o a la cadena perpetua.
Desde que fue enterrado con todos los honores de Estado en 1975, en una ceremonia presidida por el actual rey emérito, Juan Carlos de Borbón, los restos mortales de Franco se encontraban en un mausoleo grandilocuente, rodeado de la fastuosa sierra de Guadarrama, en un enclave privilegiado de enorme belleza, que se vio adulterada por la construcción del monumento que exalta la “gesta patriótica” de su alzamiento.
De piedra de granito y de una arquitectura sombría y hasta tenebrosa, el Valle de los Caídos es desde entonces un lugar de peregrinaje para los nostálgicos del régimen franquista.
Franco estaba enterrado a un costado del que fuera su ideólogo y fundador de Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, pero también en el mismo lugar donde fueron sepultados en una fosa común miles de presos republicanos que fueron sometidos a trabajos forzados para erigir el mausoleo para mayor gloria de su verdugo.
Una “anomalía”
A pesar de que la transición a la democracia llegó a España en 1978, con la aprobación de la Constitución y la construcción de un nuevo régimen que albergó una monarquía parlamentaria similar a la de otros países europeos, en estas cuatro décadas se ha mantenido intacto el mausoleo símbolo del franquismo. Incluso llegó a llamar la atención de relatores de la ONU y de que la mayoría de los partidos políticos entendían que se trataba de una “anomalía”.
Pero ni los gobiernos de Adolfo Suárez (1976-1981), Leopoldo Calvo Sotelo (1981-1982), Felipe González (1982-1996), José María Aznar (1996-2004), José Luis Rodriguez Zapatero (2004-2011) y Mariano Rajoy (2011-2018) pusieron remedio a esta situación, ni escucharon el clamor de las víctimas de la represión y sobre todo de los familiares que tienen a sus seres queridos enterrados en las fosas comunes del Valle de los Caídos.
Se calcula que hay enterrados ahí, sin nombre y con sus restos dispersos y mezclados, más de 33 mil 800 personas, todas ellas represalias por su defensa de la II República española.
El presidente del gobierno en funciones, el socialista Pedro Sánchez, se comprometió hace algo más de 15 meses, cuando asumió el poder después de una moción de censura a su predecesor, Mariano Rajoy, que entre sus prioridades estaría la exhumación de Franco y que, además, convertiría el monumento en un símbolopara la reconciliación y no para la exaltación de un régimen que dejo tanto dolor y devastación en el país.
A pesar de que el gobierno puso toda la maquinaria para llevar a cabo lo antes posible la exhumación, los familiares del dictador e incluso la propia congregación religiosa que reside en la capilla del monumento -donde estaba finalmente la tumba-, pusieron muchas dificultades para que se llevara a cabo el traslado.
Fue necesaria la aprobación de un real decreto por parte del gobierno y que el Congreso de los Diputados aprobara una moción. Además, tuvo que intervenir el Tribunal Supremo y la justicia ordinaria, que finalmente dio la razón y la autorización al gobierno.
Así que, 15 meses después de que tomó posesión del gobierno el socialista Sánchez y más de 43 años de que en España se instaurara la democracia, un equipo especializado retiró la piedra de más de mil 500 kilos de peso para extraer los restos mortales del dictador.
Según esos mismos expertos, dada las condiciones climáticas de la sierra de Guadarrama, y en concreto del valle en el que se encuentra el mausoleo con su característica cruz de piedra de unos 150 metros de altura, lo más probable es que esos restos óseos tengan un buen grado de conservación, siempre que en su día se haya realizado un buen embalsamamiento.
Amplia difusión
El gobierno de Sánchez, ávido de subir en las encuestas de cara a las elecciones del próximo 10 de noviembre, puso todos los medios para que la exhumación de Franco se pudiera seguir en todos los rincones del país y del mundo. De hecho los periodistas acreditados viajamos en unos autobuses puestos ex profeso desde Madrid al Valle de los Caídos, a unos 40 kilómetros de la capital española.
En el recinto se instalaron varias carpas paraque las televisoras realizaran sus emisiones en directo y para el resto de unos 500 periodistas, que tuvieron una potente conexión a internet.
En la ceremonia de exhumación estuvo presente en todo momento la ministra de Justicia, Dolores Delgado, en su calidad de notaria mayor del Reino y a quien la familia de Franco no le dirigió la palabra en ningún momento. Ya se lo habían advertido, ya que la consideran corresponsable de la “profanación” de la tumba.
El primer paso de la exhumación se inició hace unos días, cuando fue llegando a cuentagotas la maquinaría que se encargaría de remover las piedras, de perforar el granito, de separar con cuidado los escombros para no dañar el cuerpo de Franco momificado.
Uno de los pasos más peligrosos en el proceso era precisamente el de retirar la lápida, una mole de más de mil 500 kilos de peso. Atestiguaron en primera fila los familiares del dictador, que llegaron vestidos de duelo, con banderas franquistas y simbología fascista.
Cuando los operarios levantaron la lápida constataron que había un buen estado de conservación de los restos óseos, aunque percibieron que había daños en el ataúd, algunas magulladuras y desperfectos en la cubierta.
A pesar de que se propuso cambiarlo, la familia decidió mantener los restos en el sepulcro original. Trascendió que durante el proceso se vivieron momentos de tensión entre los familiares y los representantes del gobierno español, a los que habrían increpado.
Después de sacar el féretro de la tumba, el prior del Valle de los Caídos, Santiago Cantera -un franquista confeso-, realizó un breve responso, antes de que se trasladara el ataúd al coche fúnebre, que le llevaría a su vez hasta el helicóptero, el cual terminó el viaje hasta el cementerio de Mingorrubio, en la localidad de El Pardo, a unos 15 kilómetros de Madrid y donde además se encuentra la tumba de la esposa de Franco, Carmen Polo y las de otros familiares cercanos.
La salida de los restos de Franco del Valle de los Caídos fue a las 12: 55. Sus familiares más cercanos cargaron el féretro, en el que sólo se veía una enorme corona de laurel, adornada con la actual bandera de España, no la preconstitucional.
En las puertas del recinto, que se encuentra a más de un kilometro hacia abajo del mausoleo, se congregaron decenas de personas, que expresaron su admiración al dictador.
Los familiares están empeñados en colocar sobre el ataúd de Franco una guirnalda, un pendón laureado del Marqués de Villaverde y una bandera con el águila de San Juan, el emblema franquista.
Del alivio a la furia
Casi todos los partidos políticos celebraron que finalmente se haya puesto fin a esta “anomalía”, que convertía a España en el único país que mantenía vigente un mausoleo a quien había su dictador y que había sometido a la muerte, la cárcel o al exilio a centenares de miles de sus compatriotas. La minoritaria formación de extrema derecha Vox calificó la operación como una “profanación”.
La exhumación también provocó una reacción de furia de grupos de extrema derecha contra la empresa que ayudó a levantar la lápida, que se llama Hermanos Verdugo, con llamadas amenazantes y acoso a los propietarios que han tenido incluso que presentar una denuncia ante la Guardia Civil.
También expuso sin tapujos su cólera y su ardor la Fundación Francisco Franco, que ha recibido subvenciones con todos los gobiernos de la democracia, y que emitió un comunicado bajo el epígrafe “Aquí no se rinde nadie”.
La Fundación salió en defensa del legado de Franco y advirtió: “Sí, hoy hemos perdido una batalla, el enemigo ha alcanzado un objetivo parcial, pero en ningún caso hemos perdido la guerra. Así que, señores socialistas y comunistas, basta ya de vanagloriarse tanto”.
Además señaló que lo único que ha ocurrido hoy “es exhumar unos restos, pero la memoria de Franco está en la historia y jamás la podrán borrar de ella”. Y añadió: “Sí, han alcanzado un objetivo parcial de la batalla pero de ninguna manera tienen ustedes la victoria. Ya se lo he dicho: no se ufanen tanto. Y como sucede en toda guerra han contado ustedes con relevantes apoyos por acción y omisión: una Jerarquía eclesiástica confusa, débil y relativista moral hasta extremos inconcebibles, traidores a quien fue su benefactor, Francisco Franco, y a Pio XII que le nombró Caballero de la Orden Suprema de Cristo.
“Ustedes señores Cardenales y Obispos, que no han sabido defender la inviolabilidad y profanación de una Basílica sagrada ya no se merecen el respeto de ningún católico decente”.
En el cementerio se congregaron decenas de ultraderechisas para rendir homenaje a su “caudillo”, para insultar a los periodistas, lanzar insultos homófobos al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por su condición de homosexual y para exclamar proclamas fascistas y evocadoras del antiguo régimen. También portaban banderas con los colores de la bandera española con la inscripción: “Gracias, Franco”.
Las asociaciones de represaliados y víctimas de la dictadura celebraron que finalmente se ponga fin a lo que consideraban una “humillación” y una “vergüenza”, pero lamentaron que sea el Estado el que haya tenido que pagar los más de 60 mil euros que costó la exhumación, el traslado de los restos óseos y la nueva sepultura en el cementerio de Mingorrubio.
Fuente: AFP