El ex sacerdote brasileño y referente histórico de la Teología de la Liberación cree que el próximo pontífice debe ser “un pastor y no un moralizador”. El principal legado de Benedicto XVI es justamente su renuncia, dice el teólogo carioca.
Conocido como uno de los críticos más feroces de Benedicto XVI, el teólogo brasileño y ex fraile franciscano Leonardo Boff no se sorprendió con la renuncia del Papa, a quien conoció en su juventud. Para Boff, de 74 años y uno de los principales exponentes de la Teología de la Liberación, a la Iglesia le urge acercarse a los más pobres en esta próxima y esencial etapa.
Luego de que Boff publicara su libro Iglesia: carisma y poder , en 1985, Joseph Ratzinger, entonces al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio), lo condenó a un año de “silencio obsequioso”, es decir, la prohibición de difundir sus ideas. En 1992, ante la amenaza de otro castigo, renunció al sacerdocio y se convirtió en enemigo intelectual de Ratzinger.
Boff vive hoy en Petrópolis, en el estado de Río de Janeiro, junto con su compañera, Marcia Miranda, y accedió a responder algunas preguntas de LA NACION.
-¿Qué análisis hace de la renuncia del Papa? ¿Fue sólo por una cuestión de salud o hubo otros factores determinantes?
-La renuncia del Papa, a mi juicio, fue un gesto de desesperación personal, conjugado con sus limitaciones físicas y psicológicas. Hoy sabemos, más o menos, el trasfondo de su decisión, que lentamente está saliendo a la luz. Hubo escándalos que lo implicaron directamente cuando era cardenal: como no permitir a los obispos, bajo sigilo pontificio, entregar a los padres pedófilos a los tribunales civiles. Después se hicieron públicos los documentos del VatiLeaks, que denunciaban internas de poder dentro de la Curia, y los escándalos del Banco del Vaticano, que sirvió para lavado de capitales de grandes fortunas italianas, incluso de la mafia, que envió mediante este banco muchos millones de euros para Alemania y Estados Unidos. Al final, el Papa recibió un balance altamente negativo de la situación de la Curia, en la cual se había instalado prácticamente un gobierno paralelo de la Iglesia, aprovechando las debilidades del Papa. Ahí el mundo se le vino abajo. El Papa se dio cuenta de que ya no conseguía conducir a la Iglesia. Otro debería venir para arreglar la situación de la Iglesia. Renunció con elegancia, sin denunciar a nadie y solamente refiriéndose a sus limitaciones de salud. Pero fue una advertencia fortísima a la Curia, que debe ahora esperar profundas reformas quiera o no quiera.
-¿Cuál es el legado de Benedicto XVI?
-El gran legado de este pontificado fue la misma renuncia del Papa. Esto es inédito en la historia reciente de la Iglesia. Primero ha desmitificado la figura del Papa. Él supo separar la persona Joseph Ratzinger de la función del Papa. Los cristianos, especialmente los más conservadores, identifican las dos cosas. Ser papa es un servicio para el cual una persona es elegida. Cuando ya no puede desempeñar este servicio, lo normal es que abdique y renuncie. Fue lo que Benedicto XVI supo hacer con valentía y humildad. Benedicto XVI se sintió sucesor de Pedro, pero no supo conducir el gobierno de la Iglesia. Es un intelectual refinado y profesor. No tiene carisma y por naturaleza es extremadamente tímido. Yo que lo conocí personalmente siempre me imaginaba cuánto debía sufrir al tener que enfrentar multitudes de fieles. Su gran preocupación era la secularización de Europa y el relativismo de la modernidad. Inauguró una estrategia de reevangelización de Europa. Era un proyecto destinado al fracaso porque los europeos, en su generalidad, tienen a la Iglesia en las espaldas y no como una fuente de sentido actual. Para nosotros que estamos en la periferia del mundo y en medio de los pobres, optar por Europa significa políticamente optar por los ricos.
-¿Cree que no se aproximó a los pobres?
-Efectivamente no ha dado centralidad a los pobres del mundo. Entrará en la historia de la teología como una persona que mientras era presidente del ex Santo Oficio, ex Inquisición, condenó a más de cien teólogos, de los mejores, y especialmente la Teología de la Liberación, la primera gran teología nacida fuera de los centros metropolitanos del saber teológico, pero con una expresión universal. Tengo la convicción de que Benedicto XVI nunca entendió la Teología de la Liberación y aceptó la versión de sus detractores articulados con lo peor de nuestras sociedades latinoamericanas: los militares y las elites opulentas que acusaban cualquier intento de cambiar la realidad social en la línea de rescatar a los pobres de su pobreza como cosa de comunistas. Y así nos acusaron injustamente, lo que permitió una represión más dura por parte de los órganos de seguridad de los regímenes militares. Tuvimos varios mártires entre los teólogos y teólogas de la liberación. Esta herencia negativa nunca será olvidada en la historia. Que Dios tenga con él la misericordia que Joseph Ratzinger no supo tener con aquellos que sacrificaron sus vidas al lado de las víctimas.
-¿Cómo ve a la Iglesia hoy? ¿Cuáles son sus desafíos?
-La Iglesia necesita muchas reformas. Es demasiado occidental, patriarcal, machista, antifeminista y sospechosa de todo placer. Para salir de su gueto tiene que dialogar con el mundo, hoy globalizado, y aprender mucho de él. Más que nada necesita de una reforma del pontificado. La Iglesia es la única monarquía absolutista del mundo. Ha interpretado los textos bíblicos referentes a Pedro en un sentido estrictamente jurídico cuando el sentido original es espiritual. Roma debía ser la primera en el amor y no la primera en el poder.
-¿Qué características debería tener el próximo papa?
-La primera característica de un Papa es que tenga un fuerte y buen sentido de las cosas de la vida, de la sexualidad, de la familia. Que no sea un hombre de la burocracia religiosa, sino un hombre amigo de otros hombres, que sepa alimentar la esperanza de que vale la pena vivir y luchar por la salvaguardia de la creación y de la vida de los pobres; que tenga proximidad con las masas, sin espectacularización de la fe. En el fondo, que sea pastor y no un adoctrinador y moralizador.
-Mucho se ha hablado de la posibilidad de un Papa latinoamericano. ¿Quiénes cree que serían los nombres más fuertes? ¿Y si no fuese latinoamericano?
-No tenemos figuras eminentes y proféticas entre los cardenales. Casi todos fueron hechos por Juan Pablo II y Benedicto XVI a su imagen y semejanza. Por eso son de moderados a conservadores. De América latina veo, en mi opinión personal, solamente a Oscar Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, con un perfil interesante para la Iglesia universal. Es abierto, habla varios idiomas e incluso es piloto de avión. Y es hora de que la conciencia cristiana despierte y permita un papa que venga de la periferia.
Fuente: La Nación