Nada en particular en la casa del presidente José Mujica indica quien vive realmente ahí: un hombre con un pasado de película que ejerce el cargo con más poder de Uruguay
Lee la prensa con un iPad pese a vivir en una humilde granja, sin apenas seguridad y donde él mismo se cocina carne con cebolla, su plato preferido.
Así es José “Pepe” Mujica, el peculiar presidente de Uruguay, que concedió a Efe una entrevista junto a su inseparable perra coja “Manuela”.
Ni por la pequeña garita con dos policías situada frente al lugar podría uno imaginar que la austera finca rural en la que vive Mujica con su esposa, la senadora Lucía Topolansky, es la actual residencia presidencial uruguaya.
Ubicada a 10 kilómetros de Montevideo, en un área rural en la que solo se escucha el trinar de las aves, lo primero que sobresale de la granja presidencial son sus paredes desconchadas y techos de calamina verde, así como las gallinas que revolotean en los patios vecinos en torno a la ropa tendida al viento.
“Mi manera de vivir es consecuencia del proceso de mi vida. He peleado hasta donde es posible por la igualdad y la equidad de los hombres”, afirma en tono reflexivo este exguerrillero que pasó catorce años en prisión, la mayoría durante la dictadura (1973-1985), y que el próximo lunes cumplirá 78 años.
Para Mujica, del bloque izquierdista Frente Amplio, “el mundo está prisionero hoy de la cultura de la sociedad de consumo y lo que está consumiendo es vida humana, en cantidades tremendas”, pues se ha perdido la capacidad de disfrutar del tiempo y olvidado la idea de que “estar vivo es un milagro”.
“La gente no compra con plata (dinero), compra con el tiempo que tuvo que gastar para tener esa plata. No se puede despilfarrar ese tiempo, hay que dejarle tiempo a la vida”, argumenta el mandatario, que preside un país de 3.3 millones de habitantes y que se vende a nivel turístico como el paraíso de la naturaleza y la tranquilidad.
Vestido con ropa y zapatillas deportivas de tonos grises y negros, Mujica recuerda entonces la célebre frase de Séneca de que “pobres son aquellos que precisan mucho”, aunque luego aclara que lo suyo no es un alegato a “la pobreza y la miseria”, sino a “la sobriedad” en el vivir.
Afable a pesar de su gesto aparentemente adusto, se entusiasma con los regalos que ha recibido recientemente, como un laborioso tapiz obsequio de la Embajada de China, país que visitará la semana que viene.
Después de viajar al gigante asiático, Mujica se desplazará a España donde espera conocer la localidad vasca de Muxica, de la que supuestamente proceden sus antepasados.
“El mundo está prisionero hoy de la cultura de la sociedad de consumo y lo que está consumiendo es vida humana”
“Mujicas en la expedición de Colón ya había algunos que los ahorcaron en las Antillas por revoltosos”, relata jocoso, antes de explicar que el apellido Muxica pasó con el tiempo a Mújica en España, Mojica en México y Mujica en algunos puntos de Suramérica.
Aunque pueda parecer chocante, el jefe de Estado cuenta con un Ipad para leer los periódicos temprano, antes de desplazarse a la Torre Ejecutiva, la sede gubernamental en el centro de Montevideo.
Lo usa al parecer porque no llega la prensa hasta la vecindad donde reside junto a otras tres familias y donde “Manuela” acampa a sus anchas, pese a los 18 años de vida que le contemplan.
La cojera de la perra es fruto de un accidente con unas herramientas de arar que forzó la amputación de una de sus pata, relata el mandatario.
Uno de los vecinos del presidente, un hombre joven, le ayuda en las tareas agrícolas, para las que dispone de un viejo tractor que duerme en un galpón enmohecido junto a su viejo coche, un Volkswagen escarabajo (fusca o vocho) que tiene un cuarto de siglo de vida y está valorado en menos de 2.000 dólares.
El mandatario dice tener “poco tiempo” para las labores de campo y aclara que siguen cultivando flores únicamente para mantener la simiente y poder volver a producir con fines comerciales cuando deje el poder.
Entonces pretende también “hacer una escuela de oficios granjeros” destinada a jóvenes de la zona, porque “hay muchos guríes (muchachos) a los que les cuesta aprender un oficio”, revela.
La comida la compran en un autoservicio cercano con su esposa Lucía, que este jueves no llegará para comer porque está en el Parlamento trabajando.
“Cocinamos nosotros. Hoy a mediodía si no cocino no como”, reconoce Mujica, que para la ocasión va a prepararse su plato preferido: “bife con cebolla, con abundante cebolla picada”.
Pero antes saca el Volkswagen del galpón, invita a subirse al asiento trasero a la renqueante Manuela y se marcha a la carnicería del barrio, situada a dos minutos de trayecto por un camino rural.
Fuente: EFE