Una vez que se establece daño en el riñón, se vuelve irreversible y progresa de forma continua, explicó René Olalde Carmona, médico de la UNAM. Las inducciones estadísticas revelan que una de cada 10 personas podría tener enfermedad renal crónica en etapas no avanzadas; de ahí, la importancia de la detección temprana, expuso en el marco del Día Mundial del Riñón, que se conmemora el segundo jueves de marzo.
La enfermedad renal crónica es una patología que no sólo genera enormes gastos, sino que es un problema social. En adultos la diabetes y la hipertensión son sus principales causas; en los niños, las malformaciones congénitas de la vía urinaria y el riñón, así como las glomerulonefritis.
Pero en todos los casos, “una vez que se establece daño en ese órgano es irreversible y progresa de forma continua. En la etapa final del padecimiento se requiere hacer diálisis o, en los casos más afortunados, un trasplante”, explicó René Olalde Carmona, egresado de la Facultad de Medicina (FM).
El médico cirujano por la UNAM sostuvo que la incidencia mundial de enfermedad renal es un tanto discutida y las cifras no son exactas. En países desarrollados se estima que existen de uno a tres casos en estadios terminales por cada millón de habitantes, pero ésa sólo es la “punta del iceberg”, porque “hacia abajo” habría miles de enfermos que aún no presentan síntomas.
Las inducciones estadísticas establecen que una de cada 10 personas podría tener ese padecimiento en etapas no avanzadas y agravarse de forma paulatina hasta llegar a estado terminal.
“De ahí la trascendencia de la detección temprana, a fin de prolongar el buen funcionamiento de esos órganos”, expuso en el marco del Día Mundial del Riñón, que a iniciativa de la Sociedad Internacional de Nefrología y la Federación Internacional de Fundaciones Renales se celebra el segundo jueves de marzo (día 12), y cuyo objetivo es concientizar sobre la importancia de este órgano en nuestra vida, su cuidado, protección y las enfermedades que los afectan.
Órgano rector
Los riñones, explicó el experto del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE, tienen básicamente cinco funciones de control: del agua corporal; de iones, como sodio, potasio y calcio; de la presión arterial; del equilibrio ácido-base y síntesis de hormonas, como eritropoyetina. “La parte más conocida es la eliminación de toxinas y sustancias de desecho (urea y creatinina), que se acumulan y nos enferman”.
Son tan fundamentales en la regulación del medio interno, que se les conoce como los “órganos rectores de la homeostasis”, es decir, de la conservación del medio interno continuo, constante e invariable, a pesar de lo que suceda en el exterior.
Las fallas se pueden presentar desde su formación, por padecimientos que lo atacan directamente, por enfermedades autoinmunes, infecciones o por envejecimiento. “En su origen puede tener malformaciones o formación incompleta, o bien, ser un único riñón; eso puede desencadenar a lo largo del tiempo la falla renal total”.
Todo lo que ingresa a nuestro organismo se procesa y desecha a través de la orina, las evacuaciones, el sudor y la respiración, con ayuda de órganos como el hígado y el propio riñón. Este último es la vía más importante de “salida”; todos los desechos, los tóxicos, el producto de lo que comemos y tomamos, incluidos los fármacos, pasan por ahí y lo pueden lastimar.
Para combatir una enfermedad infecciosa se utilizan analgésicos y antibióticos, cuyos detritos (o desechos) celulares bacterianos se vierten a la sangre y van a parar al riñón, donde pueden acumularse en el glomérulo y desencadenar inflamaciones severas o glomerulonefritis. Mientras que el llamado túbulo intersticio se daña por la acumulación de toxinas provenientes de medicamentos antiinflamatorios y analgésicos.
En el caso de hipertensión arterial o diabetes, esos órganos trabajan en exceso y se produce un estado de hiperfiltración que los desgasta, de forma tal que con el tiempo pueden fallar. Si el paciente no lleva control, se producirá insuficiencia; de hecho, “la mitad de las personas con diabetes presenta daño renal”, indicó el nefrólogo pediatra.
Esta afección es asintomática, no duele ni produce molestia, y las únicas herramientas para diagnosticarla consisten en estudios de laboratorio, pero si se detecta en las primeras etapas de la insuficiencia, es posible retrasar el proceso, e incluso en ocasiones detener su progresión.
Para los nefrólogos pediatras la meta es que el niño mantenga la función del riñón el mayor tiempo posible. “Nuestro trabajo se centra en hacer lenta la progresión y favorecer el crecimiento y desarrollo del menor”.
Tal es la importancia de hacer una detección temprana. Si se diagnostica en la etapa dos o tres (de un total de cinco), el tratamiento consiste básicamente en dieta, ejercicio y suplementos vitamínicos.
Pero una vez que se llega a la insuficiencia renal terminal, sólo se podrá mantener con vida al paciente mediante la diálisis a través de la pared abdominal o con una máquina llamada hemodializador (que de manera externa manipula la sangre del paciente para “limpiarla”), respaldada por suplementos vitamínicos y de hormonas como la eritropoyetina, que estimula la formación de eritrocitos.
La diálisis es un buen tratamiento, aunque costoso y demandante; existen pacientes que duran en diálisis hasta 15 años o más, mientras, participan en un programa de trasplantes, que a su vez, se retrasa por la falta de disponibilidad de órganos y de una mejor reglamentación, además requieren el uso de medicamentos inmunosupresores, que son caros y no siempre están disponibles.
En los infantes hay que esperar a que crezcan y alcancen un peso de entre 10 y 15 kilogramos para recibir una donación, que por lo general proviene del padre.
Prevenir esta enfermedad se centra en acciones al alcance de todos que, por su sencillez, pueden resultar triviales. Hacer ejercicio, tomar agua, comer sano, checar la presión arterial y los niveles de azúcar, además de evitar la obesidad y el consumo de sal en exceso, cigarros, alcohol y medicamentos no prescritos, son medidas que ayudan. Un examen general de orina arroja información valiosa y se debe realizar una vez al año.
Fuente: UNAM