Por Carl Zimmer/ NYT
Durante miles de años, desde la invención de las lanzas y el arado, los humanos han conducido a especies animales hacia su extinción. Pero no fue sino hasta la Revolución Industrial que la humanidad diseñó tecnologías para causar un caos medioambiental a gran escala.
La mayoría de este daño se había confinado al lecho terrestre; en comparación, la fauna marina se había encontrado sorprendentemente bien resguardada. Pero ahora, en un análisis inusualmente ambicioso y abarcador publicado ayer, un equipo de científicos advirtió que la serie de extinciones causadas por los humanos podrían en breve azotar los mares.
“Es posible que estemos cerca del inicio de un evento de extinción masiva”, señaló Douglas J. McCauley, ecologista de la Universidad de California en Santa Barbara, y coautor de un nuevo estudio publicado por la revista Science.
Pero este daño podría evitarse, también concluyeron McCauley y sus colegas. Comparados con los continentes, los océanos se encuentran prácticamente intactos, con un entorno salvaje capaz de recuperar su salud ecológica.
“Somos afortunados en varios sentidos”, señaló Malin L. Pinsky, biólogo marino de la Universidad de Rutgers y coautor del nuevo reporte. “Los impactos se están acelerando, pero no son tan malos que no podamos revertirlos”.
Sin embargo, la valoración científica de la salud de los océanos se encuentra rodeada de incertidumbre: es más complicado para los investigadores juzgar el bienestar de las especies que viven debajo del agua, a miles de millas, que seguirle la pista a la condición de especies en tierra. Y los cambios que observan los científicos en ecosistemas oceánicos particulares podrían no reflejar tendencias a lo largo de todo el planeta.
Pinsky, McCauley y sus colegas buscaron tener una imagen más clara del estado de los océanos por medio del análisis de datos provenientes de miles de fuentes, desde hallazgos de fósiles hasta estadísticas en contenedores de carga modernos, volúmenes de pesca y explotación minera del lecho marino.
El resultado ha sido una síntesis destacada, junto con un pronóstico matizado, indicaron varios expertos.
“Veo esto como un llamado a la acción para cerrar la brecha entre la conservación terrestre y la marina”, refirió Loren McClenachan de Colby College, que no participó en el estudio.
Hay señales claras de que los humanos empiezan a alterar los océanos en una escala sin precedentes, descubrieron los científicos. Pero aunque algunas especies oceánicas cuentan con una sobrepoblación, hay un daño mayor resultado de la pérdida de hábitat a gran escala, lo cual es probable que acelere con el avance de las tecnologías, reportaron los científicos.
Los arrecifes de coral, por ejemplo, han tenido un declive del 40% en todo el mundo, en parte como resultado de los cambios generados por el calentamiento climático.
Algunos peces ya están migrando hacia aguas más frías. El róbalo negro, alguna vez común en las costas de Virginia, migró hacia Nueva Jersey. Especies menos afortunadas podrían no encontrar un nuevo hábitat. Al mismo tiempo, las emisiones de carbono están alterando la química del agua marina, con lo que se ha vuelto más ácida.
“Si subiera la temperatura en un acuario y vertiera ácido en el agua, sus peces no estarían muy contentos”, señaló Pinsky. “En efecto, eso es lo que estamos haciendo con los océanos”.
Ecosistemas frágiles como los manglares son sustituidos por granjas de peces, que se proyecta ofrezcan la mayoría del pescado de consumo dentro de 20 años. Los barcos pesqueros con grandes redes surcando los mares ya han afectado 32 millones de kilómetros cuadrados de océanos, transformando placas continentales en escombro. Las ballenas ya no pueden ser cazadas en la escala de antes, destacaron los científicos, pero están chocando con un mayor número de crecientes barcos de carga.
Las operaciones de minería también se encuentran destinadas a transformar los océanos. Los contratos para la minería en el lecho marino abarcan ahora 460 mil millas cuadradas debajo del mar, indicaron los investigadores, prácticamente inexistentes la década pasada. La minería en mares tiene el potencial de trastocar ecosistemas únicos y llevar contaminación al mar profundo.
Los océanos son tan vastos que sus ecosistemas parecerían inmunes al cambio. Pero McClenachan advirtió que los registros fósiles muestran que los desastres globales han dañado los mares con anterioridad.
“Las especies marinas no son inmunes a la extinción a gran escala”, agregó.
Hasta ahora, los mares habían sido perdonados de la carnicería vista en las especies terrestres, también descubrió el nuevo análisis.
“Fundamentalmente, somos depredadores terrestres”, refirió McCauley. “Es difícil para un mono llevar a la extinción algo en el océano”.
Fuente: The New York Times