Atrás quedó el optimismo del presidente del PAN, Gustavo Madero, quien en febrero pasado calculó que su partido ganaría entre 150 y 200 diputados. En realidad sólo fueron 108, lo que acentúa la caída de Acción Nacional en varias entidades donde incluso hoy es la cuarta fuerza. Las pugnas internas están a la orden del día, entre ellas la amenaza de Felipe Calderón de renunciar a su militancia. El PAN está convertido en una “fábrica de lealtades mercenarias” que deben ser desterradas; sólo así se explican tamaños resultados, escribió el martes 9 Germán Martínez, exdirigente nacional panista que no ofreció los mejores durante su gestión.
Por Álvaro Delgado | Proceso
En febrero, cuando algunas encuestas daban al Partido Acción Nacional (PAN) una preferencia de hasta 30% hacia las elecciones de medio sexenio de Enrique Peña Nieto, el triunfalismo de Gustavo Madero no tenía límites: obtendría ese porcentaje de votos y multiplicaría el número de diputados, que aspira a coordinar.
“El PAN va a crecer: Hoy tenemos 114, nosotros calculamos que vamos a andar entre 150 y 200, ese es nuestro rango, es buen rango. ¡Es un crecimiento espectacular!”, alardeó en un desayuno con periodistas el 17 de febrero, a su regreso a la presidencia tras amarrar su candidatura a diputado plurinominal.
Recordó que al PAN le ha ido peor estando en el gobierno que en la oposición, con un desplome electoral permanente del 2000 al 2012 –“10 puntos por sexenio”–, y puso como ejemplo las numerosas derrotas estatales con Felipe Calderón, su principal enemigo interno, quien ya le declaró la guerra.
“De estas 32 elecciones, el PAN perdió 27 cuando gobernábamos con Calderón, conservamos dos –Guanajuato y Baja California –y ganamos tres: Sonora, Baja California Sur y Puebla”, detalló Madero para, enseguida, revelar que esa debacle lo inspiró para ir al rescate de su partido.
“Éste era un indicador preocupante de que algo no estaba bien y eso es lo que me motivó a mí, Gustavo Madero, a un día mirarme al espejo. Y dije: ‘Madero, ¿qué vas a hacer con lo que te queda de vida? Pues vamos a entrarle al partido, vamos a ayudarle al PAN en lo que podamos para que recupere su capacidad, su fuerza, su potencia, para ser la opción política frente al PRI’. Y lo estamos logrando”.
Y vaticinaba: “Después del 8 de junio habrá dos fuerzas, dos partidos grandes en México –esto ya se advierte– con más del 28% de los votos, tres partidos medianos entre el 10 y el 15% y dos partidos pequeños o tres máximo”.
Sin embargo, la promesa de Madero de un “crecimiento espectacular” del PAN, el domingo 7 se convirtió en el peor resultado en un cuarto de siglo, como gobierno y como oposición, un desastre mayor aún al de 2009, cuando Germán Martínez Cázares –hoy su consejero– se vio forzado a renunciar a la presidencia.
Este derrumbe del PAN hasta el 21% de la votación total –casi 10 puntos menos de lo prometido– y de la bancada de apenas 108 diputados –seis menos que los actuales y lejos de los hasta 200 que vislumbró–, no sólo mantiene la tendencia a la baja desde el 2000, sino que coloca a Madero como el peor presidente desde 1991.
Madero ni siquiera alcanzó el 30% de los votos y los 143 diputados federales que obtuvo Martínez en 2009. Logró apenas 21% de la votación y tendrá 108 legisladores, muchos menos que 1991, cuando consiguió 89 con el 16.87% de la votación.
En 1994, el PAN conquistó 119 diputados (24.98% de los votos), mientras que en 1997 logró 122 (26.61%). En el 2000 logró 207 diputados (38.24%) y en 2003 cayó a 153 (33.39%).
Lo obtenido por Madero es casi la mitad de lo que, en 2006, conquistó el expulsado Manuel Espino: 41.2% de votación y 206 legisladores. Y en 2012, ya con Madero como presidente, sólo logró 114 diputados con 25.89% de los votos. Ahora ni eso.
Tamaño resultado tiene consecuencias: anticipa al PAN un panorama sombrío hacia las elecciones del próximo año –cuando las habrá para gobernador en 12 entidades, la mayoría perdidas el domingo 7–, complica el proceso de sucesión de Madero y, también, descarrila su proyecto presidencial.
Martínez Cázares, su consejero, así lo escribió –antes de la elección– en Nexos cuando advirtió que si Madero no evitaba la mayoría priista y tenía victorias estatales escasas debía “renunciar a sus pretensiones personales, legítimas y hasta loables, de buscar la candidatura del PAN, para empeñarse en conquistar una reconciliación interna y dejar las bases sentadas para construir el programa de gobierno de 2018 que recupere la agenda liberal mexicana”.
Calderón perjudicó
Pero en vez de “reconciliación interna”, que es ya un planteamiento cíclico –y estéril– tras cada derrota, lo que se reactivó en el PAN fue el ánimo de venganza y ajuste de cuentas entre las facciones en los estados y en la cúpula nacional, en particular Calderón contra Madero, una crispación que –se prevé–enmarcará el relevo de la dirigencia.
“Ya se están afilando los cuchillos largos. Los carniceros de ayer son las reses de hoy. Cosas de los balances”, describe Arturo García Portillo, exsecretario de Elecciones del PAN, tras las críticas que comenzó a hacer Calderón y su tribu contra Madero por la debacle también en los estados y en cotos de sus allegados.
Y, en efecto, el PAN de Madero sólo ganó en tres de los estados que gobierna –Baja California, Baja California Sur y Guanajuato–, pero perdió hasta los únicos que no gobierna y que ganó Josefina Vázquez Mota en la elección presidencial de 2012 –Nuevo León y Tamaulipas–, y fue derrotado hasta en su estado natal, Chihuahua.
El secretario general, José Isabel Trejo, perdió en Zacatecas, de donde es originario. No sólo eso: El PAN retrocedió hasta el cuarto lugar. Y Sinaloa, donde ese partido tiene el gobierno estatal mediante una alianza y donde manda el operador financiero de Madero, Jorge Villalobos Seáñez, también se desplomó.
En 12 estados el PAN no ganó un solo distrito: Michoacán, Coahuila, Durango, Guerrero, Hidalgo, Chiapas, Nayarit, Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas, Tlaxcala y Zacatecas. Y en Jalisco, que gobernó tres sexenios, sólo conquistó uno de 19.
Pero el tamaño del desastre no fue sólo para Madero, que se atrincheró en la defensa de Colima y San Luis Potosí –y que busca también ser presidente de la Internacional Demócrata Cristiana de Centro–, sino para todas las facciones, incluyendo la de Calderón y de Margarita Zavala, su mujer y también aspirante presidencial.
En Michoacán, supuesto enclave de la familia Calderón, Luisa María Calderón cayó al tercer lugar en su segundo intento por ser gobernadora del estado. Peor aún: sólo conquistó el 17% de los votos totales federales.
“El PAN recibió más de 2 mil millones en tres años. Más de mil 200 este año. A la campaña de gobernador de Michoacán destinó 13 millones”, reprochó el expresidente Calderón la falta de apoyo financiero a su hermana, conocida como Cocoa, quien en 2011, cuando él gobernaba el país, gastó cerca de 300 millones de pesos, 600% más de lo que permitía la ley (Proceso 2012).
Pero además de que Felipe Calderón y su familia controlaron las campañas en Michoacán, su participación en las federales fue nociva para el PAN, acusó en El Universal el secretario general del PAN, José Isabel Trejo.
“Todo estaba bien hasta que se metió Calderón a las campañas. Nos bajó drásticamente la tendencia. O que nos platiquen en qué sirvió su gran figura moral y política en las campañas. Pues ¿qué no anduvieron partiendo el queso en todos lados, o sólo son de ornato político, o será realmente gran parte de la sociedad que sigue rechazando a Calderón? Hay que recordarle que le puso la silla al PRI para que regresara. ¿Y por qué la familia Calderón no critica al PRI y a Peña?”
Otro presidenciable del PAN, el gobernador Rafael Moreno Valle, también quedó debilitado por la derrota: en Puebla perdió nueve de los 16 distritos federales y el PRI se convirtió en primera fuerza con 30.2% de los votos, por 28% del partido gobernante desde 2010.
Como Madero y Calderón, el expriista Moreno Valle, discípulo de Elba Esther Gordillo, también encontró justificaciones ante la derrota y la atribuyó a que el PAN se negó a aliarse con el PRD: “Si hubiera habido alianzas en Puebla se hubieran ganado 15 distritos, por lo menos, y creo que eso debe ser una lección”.
Pero el presidente estatal del PAN, Rafael Micalco, reprochó la arrogancia del gobernador: “Habríamos ganado 16 distritos si se hubiese incluido y respetado a todo el panismo del estado, más que ir en alianza, aun en distritos negociados.”
En respaldo a Micalco irrumpió Ana Teresa Aranda, la lideresa panista que ha enfrentado a Moreno Valle: “El gobernador quiere repartir culpas, que se comporte como hombrecito. ¿Podrá?”
Desastre hacia el 2016
En este clima de encono y de ruptura, como la amenaza de Calderón de renunciar al PAN –que sigue latente– se emitirá la convocatoria para la elección, en julio, que sería a finales de ese mes o a principios de agosto. Aun con la derrota, nadie tiene duda: todo está bajo el control de Madero.
El propio candidato de Madero es el diputado Ricardo Anaya Cortés, que apoya también Moreno Valle y hasta allegados a Calderón que no ven fortaleza en Margarita Zavala, aferrada a ser candidata con una muy remota posibilidad de triunfo.
Pero cualquiera que sea el desenlace de la elección interna, que muchos quieren evitar con un pacto entre facciones –la secretaría general para alguien de Calderón–, la derrota del PAN perfila un panorama cruento para 2016.
En sus cuentas alegres, en febrero, Madero decía que ganaría la mayoría de las gubernaturas: Además de retener Baja California Sur y Sonora, conquistaría por lo menos Nuevo León, Michoacán, Querétaro y San Luis Potosí.
El 27 de febrero, frente a la efigie de Manuel Gómez Morin en la Rotonda de las Personas Ilustres, donde se conmemoró el 188 aniversario del natalicio del fundador del PAN, Madero adelantó que, en 2016, ganaría otras cinco de las 12 que se disputarán:
“El año que entra, sin duda, vamos a poder ganar Aguascalientes, Tlaxcala, Veracruz, Durango, Tamaulipas. Esos son proyectos que ya tienen una base de preferencias electorales robustas que hoy nos marcan la posibilidad del triunfo en estos estados y hay más”.
Pero salvo Aguascalientes, donde el PAN ganó dos de tres distritos y es primera fuerza electoral con 31%, en los otros 11 estados está abajo.
En Chihuahua, el PAN perdió ocho de nueve distritos, aunque es la segunda fuerza: tiene 25% de los votos, por 40% del PRI. Lo mismo en Durango: aunque no ganó ninguno de los cuatro distritos, también es segunda fuerza: 17% contra 49% del PRI.
En Hidalgo fue derrotado en los siete distritos, pero es segunda fuerza, con 12%, por 39% del PRI. En Nayarit tampoco ganó ninguno de los tres distritos y es tercera fuerza con 18%. En Oaxaca no sólo no ganó ni uno de los 11 distritos, sino que es cuarta fuerza con apenas 10%. En Puebla es segunda fuerza.
En Quintana Roo el PAN fue barrido: No ganó ninguno de los tres distritos y con 10% de los votos retrocedió a tercera fuerza, detrás de Morena. En Sinaloa sólo ganó un distrito de siete, aunque es segunda fuerza. Y Tamaulipas, donde arrasó en 2012, no ganó ninguno de los ocho distritos.
En Tlaxcala ocurrió lo mismo: cero de los tres distritos y se disputa la segunda fuerza con Morena. En Zacatecas es cuarta fuerza. Y Veracruz fue también la debacle: ganó dos de los 21 distritos, aunque es segunda fuerza.
Tamaños resultados sólo se explican, afirmó Germán Martínez en Reforma –el martes 9–, en que el PAN está convertido en una “fábrica de lealtades mercenarias” que deben ser desterradas. Y más que pedir la renuncia de Madero, exige rendición de cuentas.
“Pero quienes afilan cuchillos y organizan ‘horcas caudinas’ deben estar conscientes de que no hay rebaños buenos, ni maderistas, ni calderonistas, tampoco moreno-vallistas. Todos son nocivos por antilibertarios y provocan esas furiosas guerras fratricidas.”
Descrito como uno de los “puentes” entre grupos para evitar la ruptura, Martínez escribió que Anaya, Margarita Zavala, Moreno Valle, el gobernador de Guanajuato, Miguel Márquez, “y quienes aspiren a liderar al PAN deben erradicar ese trato de manadas a los panistas, y comprometerse a postular a ‘Los Broncos’ de la sociedad, sin importar el mezquino cálculo interno. Veámonos en el espejo de Jalisco: somos nada.”
Fuente: Proceso