En las algas, el futuro energético

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El cultivo de algas marinas ha ganado popularidad en Irlanda a raíz de la creciente demanda de los sectores de la alimentación y de la salud. Pero este proyecto europeo de investigación estudia también estas plantas como productoras de biocombustibles.

Un grupo de investigadores marinos sale a revisar como está su cultivo de algas en el suroeste de Irlanda. Las algas que plantaron hace unos meses han crecido, conviertiendo este lugar en una auténica plantación submarina.

“Se pude ver claramente que hay una gran cosecha de algas aquí debajo. Las plantas crecen entre dos y tres metros. Vamos a tener que recogerlas muy pronto”, dice Freddie O’Mahony, bióloga marina.

“Las algas no necesitan fertilizantes ni tampoco invaden la tierra. Los cultivos para biocombustibles compiten cada vez más por las parcelas de uso agrícola. Y crecen muy rápido. En seis meses ya están completamente maduras”, explica Julie Maguire, coodinador del proyecto Mabfuel.

Algunas especies de algas contienen azúcares que sirven para la producción de bioetanol, otras son ricas en aceites y se pueden convertir en biodiésel. Los investigadores están intentando mejorar el tratamiento de las algas y la producción de aceite para que se pueda comercializar. Además de algas marinas, también estudian las microalgas, una especie unicelular que crece y acumula aceite muy rápidamente cuando se cultivan en biorreactores.

“Pueden producir entre 7 y 31 veces más aceite que la mejor cosecha en la tierra. Sí, todavía queda mucho por hacer, pero hace 10 años la gente se habría reído de nosotos si les hubiéramos propuesto que usaran combustible de algas para su coche”, destaca Maguire.

El gran desafío ahora es extraer el aceite de las algas y de las microalgas. En este laboratorio el polvo de algas se trata con grandes cantidades de disolvente para que se libere el aceite, pero este método no sirve para utilizarlo a gran escala.

“El cultivo de las algas o microalgas es la parte más fácil. Lo difícil es extraer el aceite y tenemos que encontrar la forma más barata de hacerlo, utilizando los mínimos recursos posibles”, dice Fiona Moejes, investigadora.

Un combustible de algas más barato podría revolucionar la industria. En esta planta irlandesa se producen 30.000 toneladas de biocombutible al año reciclando aceite de cocinar, grasas animales y otras grasas. El biocombustible se mezcla con gasóselo mineral, que no es tan dañino para el medio ambiente. En el laboratorio los científicos estudian las muestras de aceite de algas usando instrumentos industriales. Los fabricantes podrían ampliar su producción si consiguieran acceder a esta nueva materia prima a un precio competitivo.

“Por supuesto que nuestra industria siempre está interesada en este nuevo tipo de aceite. Podemos producir biodiésel a partir de cualquier tipo de aceite. Y además si es ecológico entonces será mejor para nosotros”, explica Joe Jewison, encargado del laboratorio en Green Biofuels Ireland.

Las algas pueden crecer en cualquier lugar siempre y cuando tengan, luz sufiente, agua y dióxido de carbono. Mejoran la calidad del aire y absorben el CO2. También reducen el efecto negativo de la piscicultura filtrando el exceso de nutrientes.

“El único impacto medioambiental que puede tener una granja de algas es que es beneficioso. Todo es positivo. No hay nada negativo. No estoy diciendo que vayan a limpiar todo el mar, pero ayudan al limpiar el exceso de nutrientes. Así que las algas son como una especie de fregona. Una fregona de nutrientes”, asegura O’Mahony.

El cultivo de algas puede ser la única alternativa viable para sustituir a los actuales combustibles fósiles, entre otros usos.

“Están muy sabrosas si se mastican. ¿Quiere probar?”, nos dice la bióloga ofreciéndonos unos trozos de algas.

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