Se perfila aprobación en la OEA de un ‘grupo de contacto” que ejerza de árbitro. Diplomáticos mexicanos cabildean en Cancún para lograr respaldo al plan de Washington. Peña Nieto estará presente en la inauguración de la 47 Asamblea General de la organización
Cancún, QR. El segundo round del encontronazo que se produjo en mayo pasado entre la representación de Venezuela y el bloque liderado por Estados Unidos, el secretario general de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, y México, comienza este lunes aquí en Cancún con la reanudación de la sesión de consulta sobre la crisis interna de ese país.
Inmediatamente después de esta reunión de debate se declarará formalmente inaugurada la 47 Asamblea General de la OEA, con la presencia del presidente de México, Enrique Peña Nieto.
Por una parte se discutirá un documento que proponen Estados Unidos, Canadá, México y una docena más de países, que pretende establecer un grupo de contacto
de la OEA que funja como árbitro en un nuevo proceso de diálogo entre el gobierno de Nicolás Maduro y los grupos de oposición que buscan su salida adelantada de la presidencia. El texto exige a Caracas la liberación de los presos políticos
y la suspensión del proceso para la elección de una nueva asamblea constituyente que sustituiría al actual Poder Legislativo.
Esta posición se deriva de las presiones que ha ejercido el secretario general Almagro desde que asumió la directiva del organismo interamericano en contra del régimen de Caracas y que tiene por eje invocar la llamada Carta Democrática de la OEA, lo que implicaría que en Venezuela se ha roto la institucionalidad democrática y que Maduro gobierna de facto.
Un segundo documento, opuesto al primero, es presentado por los 14 países de la Comunidad del Caribe (Caricom) y sostiene que la crisis venezolana debe ser resuelta basada en el diálogo
y sin injerencia extranjera.
A pocas horas de la apertura de la sesión de consulta era imposible saber cuál de las dos posturas tiene el mayor peso en los votos de los 35 estados miembros. Pero sí se vio a los diplomáticos mexicanos cabildear intensamente entre las delegaciones de la OEA que ya se encuentran aquí para ampliar su margen de respaldo.
Víspera de una batalla diplomática
Por su parte, el gobierno venezolano, representado por la canciller Delcy Rodríguez, promete dar una batalla diplomática beligerante. Y México se ha convertido en el principal blanco de sus críticas.
En abril, el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, rompió un principio de la política exterior mexicana de no secundar iniciativas dentro de la OEA encaminadas a forzar soluciones en crisis internas de sus estados miembros. El canciller alineó su opinión a la de Luis Almagro para calificar violación sistemática a los principios de la democracia
en Venezuela.
Caracas respondió con dureza. Un comunicado del gobierno de Maduro expresó que resulta vergonzoso cómo el Estado mexicano se aleja cada vez más de América Latina y el Caribe para apoyar intereses imperiales
. La canciller Rodríguez alzó más el tono. Le espetó a Videgaray que el gobierno mexicano no tiene autoridad moral
para descalificar a su país. Y citó la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y el asesinato de periodistas en toda la República para enfatizar la crisis humanitaria que vive el país que hoy es anfitrión de una sesión interamericana en la que el régimen de Maduro es sentado en el banquillo de los acusados.
Por lo anterior, se espera que los reflectores de la sesión de mañana se centren, en particular, en la figura de Delcy Rodríguez. La canciller debía haber llegado ayer a Ciudad de México para participar en un acto de organizaciones populares de izquierda en solidaridad con Venezuela. Pero por razones que no fueron aclaradas suspendió esa escala en su viaje a México.
Mientras tanto, los grupos más representativos del antichavismo han aprovechado el ánimo que priva en la OEA para empujar su agenda, que contempla una definición del gobierno de Venezuela como una dictadura
que debe ser removida.
Este domingo, una veintena de los llamados miembros de la diáspora venezolana se apostaron en el aeropuerto internacional de Cancún, con mantas y banderas, para llamar la atención a su causa: la salida de Maduro de Miraflores. Con sus consignas –OEA, no nos des la espalda
y Tu silencio = otro joven asesinado
– recibieron una intensa cobertura de los medios de comunicación que suelen reportear sólo una cara del conflicto venezolano, la de la oposición antichavista.
Más allá de la esgrima verbal que pudiera darse entre Delcy Rodríguez y Videgaray, el peso de la delegación estadunidense no se podrá pasar por alto, a pesar de que vendrá con un nivel de representación menor. El subsecretario de Estado, John Sullivan, sustituirá a su jefe Rex Tillerson en la asamblea general de la OEA.
En su bagaje trae el brusco golpe de timón que dio el presidente Donald Trump hace apenas dos días al echar por tierra la política de deshielo (en alusión a la guerra fría, que en el Caribe duró 25 años más después de la caída del Muro de Berlín y la disolución del bloque socialista). Al revertir la política de acercamiento entre Washington y La Habana, para regresar a las amenazas de bloqueo y prohibiciones contra la isla, Trump también atizó un tema sensible para la OEA, el status de Cuba en el organismo.
Hace 55 años Cuba fue expulsada de la OEA en la asamblea general de Punta del Este, cuando el país declaró su vía al socialismo. Hace ocho años, en 2009, luego de un veto que duró 47 años, la OEA finalmente derogó la sanción y dejó abierta la puerta para el reingreso de Cuba.
Ahora, en los inicios de la era Trump y en pleno retroceso de los regímenes progresistas en América Latina habrá que ver con qué ánimo reciben los países de la OEA este salto para atrás
de Washington.
Fuente: La Jornada