Por John M. Ackerman
El nuevo director del Canal Once, José Antonio Álvarez Lima, merece un aplauso de pie. Con la introducción de apenas dos horas de nueva programación, ha provocado una revolución en el mundo de los medios de comunicación. Los desesperados intentos por censurar los nuevos contenidos del canal son señales de que avanzamos hacia un contexto mediático cada vez más plural, transparente y democrático.
Por ejemplo, el programa John & Sabina apenas se estrenó el pasado martes 14 de mayo y los mismos censuradores de siempre ya lo quieren fuera del aire; 67 diputados federales del PAN y el PRD, encabezados por la diputada Laura Angélica Rojas Hernández, presidenta de la Comisión de Radio y Televisión, entregaron una queja al Defensor de la Audiencia del Canal Once, Felipe Neri, en que le solicitan tomar “acciones correctivas” en contra del programa con el fin de que “evite realizar apología de las acciones del gobierno federal” y “cumpla con el principio de pluralismo ideológico, político, social, cultural y lingüístico de la nación”.
Ésta no es mi primera experiencia con la censura desde el poder. En noviembre de 2011, salió del aire por órdenes del entonces presidente Felipe Calderón la mesa de debate político Encuentro, en la que participaba un servidor junto con Ricardo Rocha, Miguel Ángel Granados Chapa y Virgilio Caballero en Telefórmula. Unos días antes, Caballero y un servidor habíamos acompañado públicamente la denuncia presentada por el abogado Netzaí Sandoval a la Corte Penal Internacional en La Haya en contra de Calderón por su posible responsabilidad en la comisión de crímenes de lesa humanidad como resultado de su fallida “guerra contra el narcotráfico”.
Posteriormente, inmediatamente después de las elecciones presidenciales del 1 de julio de 2012, MVS Radio dejó de transmitir mis comentarios semanales sobre la política nacional por órdenes de Eduardo Sánchez, vocero de Enrique Peña Nieto. Un servidor acababa de publicar un libro sobre la teoría de las nulidades en materia electoral, y en mis guiones, jamás transmitidos, yo elaboraba mis argumentos a favor de la nulidad de la elección del candidato priista por haber rebasado los topes de campaña y violado el principio constitucional de la preeminencia del financiamiento público sobre el privado.
Durante todo el sexenio de Peña Nieto no solamente no tuve la posibilidad de encabezar algún proyecto periodístico en la radio o la televisión, sino que también fue sumamente complicado siquiera participar como analista eventual en algún medio nacional. Ello porque los locutores y jefes de redacción que se atrevían a convocarme para alguna entrevista recibían casi de inmediato algún regaño del dueño del medio correspondiente, o incluso directamente de Los Pinos.
Ahora bien, de acuerdo con el escrito de queja de la diputada Rojas, el problema central con los nuevos programas del Canal Once sería que incorporan a “personas que históricamente han sido afines a la ideología de la actual administración pública” y que, por lo tanto, “a una velocidad que sorprende y entristece, el Canal Once del Instituto Politécnico Nacional se convierte en un instrumento vulgar de propaganda gubernamental”.
Este diagnóstico no se basa en ningún estudio científico que haya realizado la diputada Rojas, sino en sus apreciaciones estrictamente subjetivas y parciales: “Esta queja está basada en hechos que ese C. Defensor de la Audiencia puede apreciar a simple vista de las transmisiones de los programas citados”. La denunciante incluso confiesa que ni siquiera ha visto todos los episodios del nuevo programa: “Dentro de los contenidos y programación señalada, que he tenido oportunidad de ver a través de esta emisora, me llama la atención lo tendencioso y falta de apertura a otras voces”.
Uno de los episodios que la diputada Rojas ubica como particularmente problemático es el que se transmitió el 11 de junio sobre los orígenes del movimiento #MeToo a favor de la denuncia pública del acoso sexual en México (véase: https://bit.ly/2JclLuf). En aquel programa, Sabina Berman y un servidor entrevistamos a Ixchel Cisneros y Estefanía Camacho, periodistas y activistas que participaron activamente al inicio del movimiento en las redes sociales. Ninguna de las dos invitadas tiene relación alguna con Morena o el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sino que son activistas apartidistas de la sociedad civil.
Sin embargo, la diputada Rojas denuncia que en ese episodio “abiertamente se hace propaganda de la ideología gubernamental”. Lo que da a entender la legisladora es que simplemente le molestan los temas del feminismo y el empoderamiento de las mujeres expuestos en el programa. Al parecer, para garantizar un “justo equilibro” tendríamos que haber invitado también a un par de machos violadores para debatir con las activistas.
Es innegable que Berman, un servidor y cualquier ser humano contamos con ideologías específicas que se reflejan en nuestro trabajo cotidiano. Lo mismo es el caso para los participantes en la mesa de Primer Plano todos los lunes en el Canal Once, dominada por aguerridos críticos del actual gobierno federal, como María Amparo Casar, José Antonio Crespo, Sergio Aguayo y Leonardo Curzio, complementada por una voz más progresista con Lorenzo Meyer. Adicionalmente, tanto Ezra Shabot como Ricardo Raphael, ambos férreos críticos de López Obrador, cuentan con dos programas cada uno en la barra de opinión del Canal Once.
En realidad, para garantizar un mejor “pluralismo ideológico” en su programación, Canal Once tendría que agregar más voces solidarias con la causa de la Cuarta Transformación en lugar de eliminar las pocas existentes. Ello se justificaría aún más claramente si tomamos en cuenta el contexto más amplio incluyendo los medios privados, donde la dominación de la ideología neoliberal es casi completa, controlando por lo menos 80% de las barras de opinión en la televisión y la radio.
Si lo que se busca es garantizar a plenitud el derecho de acceso a la información de los ciudadanos, así como un equilibrio de puntos de vista en los medios televisivos, Canal Once podría incluso retacar su programación con una docena de nuevos programas con orientación progresista sin afectar en absoluto el derecho de las audiencias.
El señor Álvarez Lima ha sido sumamente prudente y moderado en su esfuerzo por equilibrar la oferta del Canal Once. En lugar de denunciarlo o pedir su renuncia, merece el generoso apoyo tanto de los legisladores como de la sociedad en general.
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Fuente: Proceso