La ola de turbulencia política que derribó al presidente de Guatemala echa una sombra sobre la elección el domingo de un nuevo mandatario, en unos comicios que muchos temen podrían poner fin a la campaña contra la corrupción que llevó a Otto Pérez Molina a la cárcel.
Decenas de miles de manifestantes que exigieron la destitución de Pérez Molina vieron sus deseos cumplidos en parte cuando éste renunció para responder a cargos de corrupción como presunto cabecilla de una defraudación masiva de la Aduana. El fin de semana se encontraba encerrado en una prisión militar.
Pero no se cumplió otro reclamo tan importante como el primero: el aplazamiento de unas elecciones que muchos consideran ofrecen escasas alternativas a lo malo que ya se conoce.
“La gente rechaza este sistema político, la captura de la democracia por la mafia. Siente que ir a votar es ir a elegir al próximo saqueador del país”, dice Manfredo Marroquín, presidente de Acción Ciudadana, una de las organizaciones civiles guatemaltecas más influyentes. “No se rechaza la democracia. Lo que se reclama es un `reset’, aplicar un antivirus y empezar de cero”.
Los guatemaltecos creen que al aplazar las elecciones se podría dar tiempo para que se hagan cambios en la financiación de los partidos políticos y para que candidatos distintos se puedan presentar, aunque no está claro si eso sería posible. Pérez Molina ha dicho que aplazar las elecciones sería ilegal.
Para muchos, el candidato favorito, Manuel Baldizón, representa a la clase política tradicional y todas las deficiencias de sistema político del país: un acaudalado empresario de 45 años que rebasó el tope electoral de gastos de campaña y a quien la justicia le ha prohibido seguir haciendo proselitismo, algo a lo que él ha hecho caso omiso.
En uno de sus recientes actos proselitistas, miles de personas bailaban reggaetón cuando el sonido de un helicóptero comenzó a imponerse sobre la música en Mixco, una ciudad a las afueras de la capital de Guatemala. Del aparato salió el candidato presidencial del Partido Líder que, según las encuestas, tiene buena posibilidad de convertirse en el próximo presidente del país.
Con chaleco antibalas y rodeado de guardaespaldas con armas automáticas, Baldizón salió de un vehículo blindado que lo llevó al escenario en el que daría su sexto discurso del día. Será breve. En realidad, será su sexto rezo del día.
Porque tras hablar varios minutos y detallar un programa que se resume en “el pueblo frente a los poderosos” y antes de entregarle una silla de ruedas a una anciana, como hace en cada mitin, comienza a sonar una música tenue de celebración evangélica.
El candidato levanta su mano derecha con la palma abierta, como los pastores lo hacen en sus iglesias, y dice “gracias Dios. Hoy Señor te pido que me tomes en el hueco de tu mano y me hagas fuerte porque solo tú puedes salvar Guatemala”.
Su candidato a vicepresidente, Edgar Barquín, está acusado de asociación ilícita y tráfico de influencias. Pero por ser candidato goza de inmunidad judicial, no puede ser juzgado y sigue en la carrera política.
Ni Baldizón ni los otros 13 candidatos, entre los que hay un cómico sin experiencia política, una ex primera dama y la hija de un dictador condenado por genocidio, le generan demasiada confianza a la población. Si ninguno alcanza el 50% de votos el domingo, el 25 de octubre habrá una segunda vuelta.
Allan Villatoro, de 26 años, llegó a la capital para participar en una de las protestas que se suceden cada día desde Huehuetenango, una ciudad de mayoría indígena del interior del país. Es uno de tantos que pide que se pospongan las elecciones.
“Yo tengo esperanza de que no haya elecciones, pero si las hay, tendré que ir a votar contra quienes gobiernan. Eso no significa que crea en ningún candidato”, afirmó. Es crítico con todos.
A Baldizón lo llama el “Doctor Copy-paste”, apodo que se popularizó al descubrirse que había copiado buena parte de su tesis doctoral y de un libro publicado en 2014. A Jimmy Morales, el cómico televisivo, lo señala como “peor es nada” en función de su nula experiencia política.
A Sandra Torres la califica de manipuladora, ya que fue capaz de divorciarse de su esposo, el ex presidente Álvaro Colom, para poder presentarse sin violar la ley que impide que familiares del presidente ejerzan el cargo y, sobre Zury Ríos, y de la hija del general y dictador de Guatemala, Efraín Ríos Montt (1982-1983), “lo mismo que nuestros abuelos: no podemos votar a descendientes del genocida”.
La Comisión Internacional Contra la Impunidad creada en Guatemala por las Naciones Unidas indicó en julio que el 50% de la política del país está financiada por estructuras criminales, entre ellas el narcotráfico, a cambio de protección política. El Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales calcula que el 50% del financiamiento de los partidos proviene del dinero sucio, sea de sobornos o lavado de dinero, tráfico de influencias o evasión fiscal.
Jonathan Menkos, director del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales, ha calculado que la corrupción se lleva el 6% del presupuesto anual del estado -unos 560 millones de dólares anuales-, el 75% del presupuesto del Ministerio de Salud Pública y cada año deja a 2,6 millones de niños sin útiles escolares o 1,2 millones de niños menores de cinco años que no reciben suplementos alimenticios, en un país donde el 50% de los menores de cinco años sufre desnutrición crónica y el 70% de la población vive en la pobreza.
“Hay un cansancio del juego clientelar”, dice Karen Slowing, ex secretaría de Planeación de la Presidencia de Guatemala del gobierno anterior. “La agenda de los candidatos no tiene nada que ver con el desarrollo del estado sino con desarrollar sus privilegios particulares, la captura del estado para la defensa de intereses muy peligrosos”.
La campaña de Baldizón dice mucho acerca de la inseguridad del país. A todos los mítines asiste con su chaleco antibalas blanco, diseñado para parecerse a una chaqueta, viaja en el helicóptero y en un vehículo blindado y siempre es acompañado por guardaespaldas.
El sábado hubo brotes de violencia esporádicos, pero los guatemaltecos decían que eran menores que los sucedidos antes de otras citas electorales.
Críticos de la celebración de las elecciones han pedido a los votantes acudir a las urnas vistiendo ropa negra, como si estuvieran de luto, o abstenerse de votar o emitir papeletas nulas. En las calles resulta difícil encontrar un cartel de campaña que no haya sido cubierto de insultos y burlas en contra de los candidatos.
En un céntrico café de la capital el camarero Juancho Ruíz, de 24 años, explica lo que planean hacer sus compañeros de trabajo. Creen que deben votar, dice, pero con matices.
“Nosotros votaremos por los candidatos que tengan menores posibilidades de salir elegidos. Lo que queremos es que el que gane salga debilitado y no pueda hacer nada con libertad”, dijo.
Pocos creen, en definitiva, que el día después de las elecciones, Guatemala comenzará a resolver alguno de sus muchos problemas.
Muy pesimista, el analista y ex canciller Edgar Gutiérrez afirma que “el día de las elecciones el recuento va a ser de votos y de daños”.
Arnoldo Arriaza, director del Comité Coordinador de Asociaciones Agrícolas, Industriales y Financieras (CACIF), la organización empresarial más poderosa del país afirma que todo lo que sucede tendrá como consecuencia que “salga quien salga (elegido) se le va a seguir con lupa. Antes nunca se señalaba a los corruptos, ahora todos sabemos quiénes son y donde están”.
Fuente: AP