En su novela Nombre de perro, el escritor mexicano Elmer Mendoza vuelve a urdir una trama protagonizada por El Zurdo Mendieta, un detective situado siempre en un escenario extremo —el norte de México— donde la cercanía con la muerte es una constante, lo mismo que la presencia omnisciente del narcotráfico.
Nacido en Culiacán en 1949, el autor de Balas de plata (III Premio Tusquets Editores de Novela) y La prueba del ácido, los otros dos títulos de la saga de Mendieta, es considerado uno de los escritores más representativos de la narcoliteratura —”me dicen el jefe”, afirma—, además de ser catedrático de literatura en la Universidad Autónoma de Sinaloa y miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua.
Ese amor por el lenguaje, está impreso en sus libros, en el que al registro neutral del narrador se superponen otras voces, donde se enseñorea el léxico local: “Qué onda, mi zurdo”?, “¿Y tú, qué pedo te embotellas?”.
– ¿Cuál fue el origen del “Zurdo” Mendieta?
– Yo escribía cuentos, quería ser novelista, y tenía claro que nosotros no tenemos personajes-iconos como el Lazarillo de Tormes, Don Juan Tenorio o el Quijote, tampoco detectives célebres, y bueno… practiqué en dos novelas que no funcionaron, después hice el texto breve de un libro publicado en inglés para una instalación sobre la muerte y ahí nace Mendieta.
De repente dije va a ser así, zurdo, se va a llamar Mendieta. La ficción sola te va llevando. Todavía el personaje no está totalmente creado.
– En tus libros hay un trabajo muy fino con el lenguaje, una estructura que se ensambla como piezas de encastre…
– Sí, y al sacar una palabra se desarma todo, pero la narración surge espontáneamente, libre, y luego viene un proceso de corrección implacable. La escritura va naciendo todos los días, cuando advierto que he cometido un error no puedo corregirlo ahí, tengo que volver a la página uno y empiezo a ver todo de nuevo.
A veces, con el discurso que quiero contar aparecen cosas que no veo, por eso corrijo mucho, no lo relacionado con el desarrollo principal de la trama, pero sí todo lo demás, puedo tardar dos años o más y lo disfruto. Paso ese tiempo sin ninguna prisa, me llaman de la editorial a preguntarme cómo va eso, y yo les digo bien, bien…
– La música a través de autores y el nombre de canciones, que van de Bob Dylan o Luis Miguel tienen un lugar especial en esta novela.
– Sí, fui muy cuidadoso en la elección de los temas, aunque siempre está presente la música en mi discurso narrativo al igual que la literatura, menciones de libros y la actualidad.
– El escenario de por sí conmueve al lector, hay una escritura muy concentrada que obliga a estar muy atento ¿estás de acuerdo con esta percepción?
– Sí, hay muchas cosas que no hay que perder de vista, yo quiero que entre mi libro y el lector se establezca una relación entrañable: que le provoque emociones, expectativas y para conseguir eso yo tengo un lector ideal que es un desgraciado. Es excitante.
– Esto plantea una cierta exigencia, y el personaje de Mendieta siempre está al filo de … no es alguien prístino, ¿Es así?
– Hay dos cosas, por un lado en esta novela Mendieta está absolutamente sentimental por la presencia de su hijo Jason y otra es que necesita dinero, la madre ha sido muy clara: el chico no quiere ser atleta, y ella no quiere que sea policía como él.
Y mis policías (en México), los que trabajan, siempre están en el filo, y mantenerlo en el filo al personaje te da la opción de trabajar más los aspectos ambiguos que contribuyen a que hagas una novela intensa.
– ¿Eso no tiene que ver con un escenario extremo, con la cercanía permanente de la violencia, de la muerte?
– Sí, incluso los recuerdos son cortos y precisos, porque la realidad es tan intensa y este discurso ambiguo, según convenga a la trama, se va para un lado o para el otro.
– ¿Cómo te sentís encuadrado en la narcoliteratura?
– Muy bien, uno provoca cosas y no me afecta en nada, es un señalamiento que tiene que ver con el tema que toco, bastante escabroso, con una actualidad que se resiste a perder, y que no desaparece, lo dicen los propios personajes.
Lo que yo he hecho es trabajar ese tema de una manera propia, siempre dicen que yo soy «el jefe». No me da pena ni urticaria. Estoy expuesto a esa realidad tan fuerte y no quiero perderla de vista. También, el narcotráfico es un peligro, en mis libros hay una carga de advertencia a las nuevas generaciones y creo que no está nada mal.
Arturo (Pérez Reverte)estuvo mucho conmigo y dice que soy su amigo y su maestro, «qué voy a ser tu maestro».
Fuente: Télam