Por Juan Diego Quesada/ El País
Nadie imaginaba que aquel futbolista bajito, tirando a regordete, con el pelo tintado de amarillo canario, brusco y hasta primitivo en su juego, iba a convertirse dos décadas después en uno de los primeros entrenadores-tuiteros del fútbol. El seleccionador de México, Miguel Piojo Herrera, abrió a principios de diciembre un perfil en la red social que cuenta ya con más de 80.000 seguidores. El mexicano, con sus mensajes, parece haber devuelto a sus paisanos la fe en el Tri de cara al Mundial de Brasil. Su entusiasmo y descaro resultan contagiosos.
Herrera se hizo cargo del Tri en octubre para disputar la repescta contra Nueva Zelanda. Venía de ganar la liga local con el América y los constantes tropiezos de la selección durante la clasificación, contra equipos centroamericanos menores e incluso con Estados Unidos, el gran rival, hicieron que la federación se pusiera en sus manos. Llegó con el aura de salvador. Solventó con facilidad la eliminatoria contra los oceánicos, un club de amigos más que una escuadra internacional. A falta de conocer si el equipo ha mejorado en lo futbolístico, lo que es seguro es que el Piojo ha devuelto el ánimo a unos muchachos que parecían apocados últimamente. El diagnóstico puede trasladarse al aficionado medio.
El Piojo se atreve con todo. Incluso pretende descifrar el enigma que envuelve la ausencia en la selección de Carlos Vela, jugador de la Real Sociedad. El mexicano que probablemente tenga más cartel ahora mismo en el fútbol internacional, renunció a jugar con su país sin un motivo aparente. Son ya varios los seleccionadores que no han logrado convencerle de que vuelva. Herrera acaba de hacer otra intentona. El 29 de diciembre colgó un vídeo a Twitter en el que se le ve pescando en un barco. “Este no es el vela que quiero”, dice mientras sujeta a un pez (vela) todavía vivo, “pero ya lo subí al barco y no fue en Europa sino en Acapulco”. Una forma distendida de abordar un asunto espinoso.
En esta última época, los mexicanos que juegan fuera han sido acusados de vedetismo. Molesta hasta que se les pegue algo del acento del país en el que están. Son constantes las burlas a los que juegan en España y acaban hablando como gallegos. Herrera, muy astuto, se envolvió en la bandera nacional (como si fuera un niño héroe, un personaje de la historia de México que hizo el mismo gesto) y para sus dos primeros partidos solo convocó a los que se desempeñan en la liga local. El guiño a Vela hace pensar que para el Mundial también cuenta con los expatriados.
A juzgar por sus tuits, el Piojo es un hombre feliz, realizado. Aparece vestido de Papá Noel, en programas de televisión, radio, rodeado de su esposa y sus hijas, en la boda de uno de sus jugadores, asando carne, preparándose tacos. Acompañado en ocasiones de despampanantes edecanes. Es el hombre de moda. Del jugador de barrio que durante los noventa jugó en equipos de extracción humilde queda más bien poco.“Con mis Ray-Ban aguantas el sol sin problema”, escribe en uno de sus mensajes. No hay que descartar que los diseñadores y las empresas estén pensando en él como imagen de marca.
Miguel Herrera con su esposa e hija en una foto colgada en su perfil de Twitter.
La cita mundialista es una especie de revancha para él. Como futbolista no fue convocado para el Mundial de Estados Unidos 94 debido a sus contantes expulsiones. El entrenador de entonces, Mejía Barón, no se fiaba de su carácter volcánico. Al saberse fuera de la convocatoria, lanzó un insulto homofóbico a Barón. Era el lado malo de alguien que no parecía pensarse las cosas dos veces. Ahora parece alguien menos soez y más refinado.
Herrera es consciente de lo que se le avecina en 2014. “Este año será muy intenso. Ahorita aprovechando el tiempo para descansar y disfrutar de mi familia”, tuitea. Un país acostumbrado a solventar con facilidad las eliminatorias previas hasta llegar a la fase final de la Copa del Mundo, donde suelen estrellarse a la primera curva, le pide que dé el salto de calidad definitivo que coloque a México entre las mejores selecciones. El oro conseguido en los Juegos Olímpicos de Londres frente a Brasil en la final invita a pensar que la misión no es del todo descabellada.
El Piojo ha entendido a la perfección cómo funciona el asunto. Invita constantemente a sus seguidores a debatir. Les pide consejo para elaborar la lista de los que tiene que llevar al Mundial y hasta les pregunta quién es el mejor. Responde a casi todos los mensajes que le llegan (salvo los que son ofensivos, siguiendo la estrategia don’t feed the troll, no alimentes a los polémicos). Su único resbalón hasta ahora quizá haya sido no encajar del todo bien la derrota de la última final del campeonato mexicano que jugó con el América enfrentándose al León, equipo propiedad de Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo. Herrera dijo que al árbitro “le faltaron tamaños”, una frase que no necesita traducción. Más tarde se disculpó. Ese ramalazo de mal perdedor es el que ha hecho que en ocasiones le comparen con el portugués José Mourinho.
Al igual que el entrenador del Chelsea, el Piojo es un manojo de nervios en la banda. Pero su estilo es bastante personal para que haya que compararlo con nadie. Gesticula, grita, invade el campo. Como entrenador es atrevido y bravucón, original en sus formas. Como tuitero, Herrera también es un ser único.
Fuente: El País