Más de 2.000 empresas aprovechan la falta de crédito en México a la población de menos recursos para cobrar intereses por encima del 50%
Por Óscar Granados/ El País
Pilar tiene los zapatos llenos de lodo. Hace más de una semana que no ha parado de llover en Toluca, Estado de México, un municipio a una hora del Distrito Federal. Aquí el 42% de los 407.000 habitantes son pobres. En el portal de la casa de esta mujer, de 58 años, tres pequeños perros flacos y una gallina pelirroja hacen guardia. Las risas y los murmullos inundan el pequeño hogar. Más de 20 mujeres han acudido a la cita de todos los jueves. Todas son microempresarias: venden zapatos, verduras, ropa de cama, cosméticos. Se han reunido para pagar un crédito de 365.000 pesos (casi 28.000 dólares) que han pedido en conjunto a Compartamos Banco y que debe estar saldado en cuatro meses. Pilar ha pedido tres mil pesos (228 dólares) para surtir su tienda de dulces y refrescos.
Unas abonan 100 o 200 dólares, otras hasta 1.000, depende del dinero que hayan solicitado. Cirene es dueña de una papelería. Pertenece a este grupo de mujeres que desde hace cuatro años son clientas del banco. En 2010, pidió 3.000 pesos (230 dólares) prestados a Compartamos. Actualmente su deuda asciende a más de 2.000 dólares.
“Ahora quiero más”, dice Cirene, de 50 años, con orgullo. No es la única. La mayoría de mujeres han mejorado la condición de sus negocios gracias al dinero que se les da a crédito. “No cualquiera presta”, arguye esta señora. En 24 años de historia, Compartamos se ha hecho de casi tres millones de clientes, el 90% son mujeres, de las cuales un 66% apenas han terminado la educación básica y un 6% son analfabetas.
Las microfinancieras, como Compartamos, han sabido aprovechar el hueco que han dejado los grandes bancos en México: la población de escasos recursos, explica Óscar Pfeiffer, portavoz de Prodesarrollo, una red que agrupa 87 firmas financieras dedicadas al sector popular. En México, este mercado es enorme. De acuerdo con Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, el número de personas en situación de pobreza supera los 53 millones. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) expone que son 60,6 millones de mexicanos los que sufren esta condición.
Compartamos, que controla el 40% del mercado de las microfinanzas, se ha convertido en la estrella del sector. Ha pasado de ser una ONG, como nació en 1990, a un banco que entró a cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores en 2006. Una señal de que el negocio va viento en popa es la confianza que ha puesto el público inversor en esta institución. Tan solo en los tres primeros años en el mercado, la acción de Compartamos creció un 98%. En 2013, sus ganancias fueron de casi de 189 millones de dólares y ahora opera en Guatemala y Perú.
En el país, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), existen cerca de 2.000 microfinancieras que atienden a casi seis millones de mexicanos, todos ellos de escasos recursos. Debido al crecimiento que han tenido en la última década, algunos organismos internacionales han criticado las tasas de interés que estas empresas cobran por sus préstamos. De acuerdo con el BID, en México la comisión promedio supera el 50%, cuando la media en el resto de América Latina es de 30%.
Para algunos clientes de Compartamos, con una comisión promedio que ronda el 75% anual, el precio del crédito es poco relevante. Andrés no ha parado de trabajar. Lleva toda la mañana en su taller, en donde el olor a pintura es penetrante, pero este material es esencial para elaborar las figuras de resina. Junto a su madre, que ha sido la responsable del préstamo, lleva en el negocio más de cinco años y acaba de pedir prestado más de 3.000 dólares para hacerlo crecer. “La tasa de interés es alta, pero no hay otra manera de acercarnos dinero”, dice.
La tasa está justificada, dice Carlos Danel, presidente del consejo de administración de Compartamos. “Para darle servicio a un cliente hay que abatir los costos operativos: la contabilidad, la publicidad, el transporte”, destaca. En 2008, esta institución recibió una fuerte crítica del economista y premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus. “Su prioridad ha sido la generación de dinero”, dijo. Yunus fue uno de los pioneros del concepto de las microfinanzas. Su empresa, el Banco Grameen, en Bangladesh, tiene una tasa de interés por debajo del 20%.
“Estos negocios ofrecen servicios a personas que para la gran banca comercial no serían potenciales clientes, ya que no cumplen con los requisitos”, comenta Óscar Pfeiffer, portavoz de Prodesarrollo. “Aunque hay tasas más altas que en otros países, en México se opera con bajos márgenes de ganancia”, resalta.
A la pregunta de si las microfinancieras hacen un buen negocio a costa de los pobres, Carlos Danel, de Compartamos Banco, busca una respuesta: “Lo que diría es que hacemos es un mejor México”.
Fuente: El País