Por Gerardo Esquivel
A mediados de mayo, al calor de las campañas electorales, dos renombrados periodistas (Joaquín López-Dóriga y Ciro Gómez Leyva) escribieron en sus respectivas columnas diarias sobre un tema común: la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) pudiese ganar la elección presidencial de 2018 y la opinión de una parte del sector empresarial al respecto. En su momento me dio la impresión de que estas columnas habían pasado relativamente desapercibidas, sobre todo considerando la importancia de lo que en ellas se dejaba entrever.
Gómez Leyva le dedicó al menos dos columnas a este tema. En la primera, del 14 de mayo, habló sobre los factores que le permitirían ganar a AMLO. En la segunda, del día siguiente, se refirió a los factores que podrían impedirle el triunfo. En esta última columna, el periodista escribió: “Les pregunté (a los empresarios) si era grave que (AMLO) ganara, si lo seguían mirando como un peligro para México. Me reservo sus respuestas, fue una charla privada”.
Por su parte, López-Dóriga, en su columna de ese mismo 15 de mayo (titulada de manera muy reveladora AMLO es el blanco), fue mucho más directo y preciso: “En las últimas semanas he escuchado en círculos empresariales que López Obrador viene con todo y que ha sido este gobierno el que le ha pavimentado el regreso. Incluso, he sabido que esa cúpula ha comentado que hay que pararlo, lo que me parece gravísimo, no se diga en una democracia sino en cualquier convivencia civilizada, y sería el peor y último error de este sistema, eliminar a un candidato presidencial como ya ocurrió la tarde del miércoles 23 de marzo de 1994 en Lomas Taurinas, Tijuana”.
No se sabe si fueron los mismos empresarios con los que charlaron ambos periodistas, pero es evidente que al menos a una parte del sector empresarial le preocupa la posibilidad de un eventual triunfo presidencial de López Obrador (temor que, por otra parte, y a la luz de su gestión como jefe de Gobierno del Distrito Federal, encuentro completamente injustificado). Quizá por ello también los empresarios le hicieron saber al menos a uno de sus interlocutores (y quizá a los dos) de su inconformidad y molestia con dicho escenario y de lo que están dispuestos a hacer para evitarlo.
No que las desavenencias entre el sector privado y López Obrador sean algo nuevo (ya se vieron en 2006 y en 2012), pero aun así no deja de sorprender la virulencia de lo descrito por López Dóriga. Este tipo de amenazas directas a la seguridad e integridad de una persona deberían ser inadmisibles y deberían ser completamente repudiadas por todos los actores políticos y por toda la ciudadanía. Lo último que necesita este país es la resolución violenta de las diferencias políticas.
A quienes les preocupa que gane AMLO parece olvidárseles que los mexicanos hemos construido un sistema político que, con todas sus deficiencias, tiene pesos y contrapesos y que impone límites significativos al Poder Ejecutivo. Además, a esos sectores empresariales retrógradas parece olvidárseles que si AMLO es un candidato al que millones de mexicanos ven como un posible aspirante a la Presidencia, es porque muchos de ellos están inconformes con lo que tenemos hoy en día: con una economía que crece poco, que cuando crece lo hace de manera excluyente; una economía en donde la pobreza abarca a más de la mitad de la población; un país en donde la desigualdad de ingresos, de riqueza y de oportunidades es muy elevada y en donde la corrupción entre la clase política es rampante. Esas cosas son las que deberían preocuparles realmente a esos empresarios.
Sus amenazas a AMLO atentan contra nuestra incipiente democracia y no deberían tener cabida en nuestro país. Repudiemos esas expresiones. De no hacerlo a tiempo, todos podríamos perder.
@esquivelgerardo
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Fuente: El Economista