Por Víctor M. Quintana S.
En Ciencias Sociales es una tontería dejar fuera datos que no caben o desafían nuestros marcos teóricos. Si eso sucede, el problema es de los marcos teóricos que resultan insuficientes, no de la realidad que no logramos aprehender con ellos. Algo parecido le pasa al gobierno de Chihuahua, si la realidad va más allá o rebasa a las previsiones o dichos de las autoridades, peor para la realidad. Los múltiples problemas que nuestro estado padece se ocultan, se minimizan, se procesan con ojos triunfalistas. Vayan algunos ejemplos:
Hay un repunte de la violencia, sobre todo en el centro y sur del Estado. Apenas hace unos días, la masacre de cinco policías en Gran Morelos y en Guadalupe y Calvo sigue la racha de asesinatos. Incluso agencias de información especializadas en el tema de seguridad, como Stratfor, señalan que esto se debe a un reacomodo de los cárteles: los zetas estarían ayudando al Cártel de Juárez a recuperar el terreno que une la frontera con los estados de Durango y Coahuila. Por otro lado, en la sierra suroeste, habría un nuevo enfrentamiento entre la Federación de Sinaloa y un grupo disidente de la misma.
La disputa entre los cárteles y sus fracciones, intensificada después de la detención de un capo importante como el Chapo Guzmán dispara de inmediato los niveles de violencia, eso cualquier especialista lo señala. Sin embargo, en Chihuahua la Fiscalía y otras autoridades tratan de minimizarlo afirmando que se ha disminuido la violencia, que el número de homicidios dolosos es mucho menor al de 2010 o 2011. Es cierto, pero también es cierto que mucho mayor a los niveles observados en 2007 y 2006 y que seguimos siendo el tercer estado en este tipo de delitos. Y que no ceden otros delitos que no se consideran “de alto impacto”, como los robos y asaltos.
Otro asunto en donde no se acepta la realidad es lo que se refiere al empleo y al ingreso. Se nos dice que estamos generando miles de nuevos empleos, que hay en puerta nuevas inversiones, que somos ya un importante centro aeroespacial… Algo hay de eso, pero Chihuahua no ha atraído una inversión industrial detonadora de empleos y de buenos salarios desde que se instaló la planta de motores Ford a principios de los años 80. La llamada industria aeroespacial en buena parte es una maquila de nueva generación, lo mismo que la automotriz. Cuando nuevas plantas armadoras se han instalado recientemente en Aguascalientes, Jalisco, Guanajuato, Baja California, sólo por mencionar algunos, el nuestro no ha sido capaz de atraer otra inversión importante en el ramo. Bueno, ni la planta cervecera de Meoqui se ha podido concretar, siendo que somos una de las entidades más consumidoras de cerveza per cápita en el país.
Además de que no se reconoce que la inversión en la industria maquiladora es un tanto frágil y no genera encadenamientos productivos importantes, se deja de lado la calidad de los empleos y sobre todo de los ingresos que derrama. Se acaba de revelar que de los estados de la Frontera Norte, Chihuahua es el que peor nivel de remuneración tiene en la industria maquiladora de exportación. A la mejor hay muchos empleos, sí, pero mal pagados. Este hecho tiene muchas repercusiones negativas, más allá de la economía de las familias: le brinda muy pocos recursos a un de por sí ya empobrecido IMSS para atender una gran demanda de servicios médicos y pensiones; y provoca que el consumo se deprima. Un carrito del súper semivacío no sólo es malo para quien adquiere los productos, sino también para la propia, tienda, las cajeras y hasta para los empaquetadores.
Si en cuestión de desarrollo económico el diagnóstico es parcial, poco realista y triunfalista, las estrategias son y serán equivocadas. Así lo muestra el rezago de Chihuahua en su contribución al producto interno bruto nacional y en el ingreso por habitante.
Con el ViveBús en la ciudad de Chihuahua también se trató de ocultar o de minimizar el problema. Pero han sido tantos los frentazos, la inconformidad de los usuarios, los fracasos del proyecto original, que las declaraciones triunfalistas tuvieron que hacerse a un lado. Ahora parece que se marcha, si no a la requisa formal, al menos a que sea retomado por una empresa pública. De nuevo, si no hay un diagnóstico valiente y certero que reconozca errores y malas decisiones, el caldo seguirá saliendo más caro que las albóndigas.
Casi no hay punto del acontecer público de Chihuahua donde el triunfalismo y la negativa a reconocer los problemas no sea la tónica dominante. Mientras la problemática que vivimos las y los chihuahuenses no se conozca y reconozca con valentía, las estrategias para hacerle frente serán nada o muy poco eficaces. Y si se sigue descalificando a quienes llaman –llamamos– la atención sobre ella, convocando a cruzadas a favor de las versiones oficiales, y no a debates públicos sobre los temas que a todos nos afectan, los problemas serán más graves y las soluciones más lejanas.