El PRI y la vocación represora

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Para el analista Lorenzo Meyer el gobierno entrante comenzó mal: sus primeros desatinos fueron el impopular cerco de seguridad en torno a San Lázaro y la incapacidad para lograr la suscripción del Pacto por México en el momento político en que Enrique Peña Nieto lo deseaba. Un signo ominoso que advierte Meyer –en entrevista realizada en la víspera de la toma de posesión– es el hecho de que el nuevo presidente de México y su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, provienen de la corriente más represiva del PRI: ahí están como ejemplos los nefastos cacicazgos hidalguenses y mexiquenses y la brutal represión en San Salvador Atenco, de la que Peña Nieto, afirma, se enorgullece. Los acontecimientos del sábado 1 dieron pronto la razón al entrevistado.

 

Por Jesusa Cervantes/ Proceso

Un gobierno de tensión con la sociedad, autoritario y antidemocrático, es lo que se avizora con el retorno del Partido Revolucionario Institucional a Los Pinos. El origen de quien estará al frente, Enrique Peña Nieto, y de quien manejará la supersecretaría de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, “es cantera de lo más autoritario del PRI”.

Así describe el historiador y politólogo Lorenzo Meyer lo que se ve para los próximos seis años. Partiendo de la biografía del PRI, Peña Nieto y sus principales operadores, así como de los acontecimientos previos a la toma de protesta, Meyer sostiene que “no están entendiendo a México” o por lo menos “no tienen la sensibilidad política para adelantarse a los acontecimientos y actuar rápido”.

Esto es por los cientos de vallas metálicas que se instalaron en un radio de 10 kilómetros alrededor de San Lázaro una semana antes de que Peña Nieto protestara como presidente, lo que llevó a un malestar generalizado de la sociedad.

Meyer recuerda que el viejo PRI, el clásico, ha tenido como ejes de actuación la represión y la cooptación. Hoy, dice, se ve el mismo patrón en quienes han regresado al poder: “Esa es la mejor arma del sistema político mexicano. Primero cooptaba, y si le fallaba, reprimía”.

Hace un análisis de los cambios a la Ley Orgánica de la Administración Pública y de las nuevas atribuciones de la Secretaría de Gobernación, sobre todo con la inclusión de conceptos como “riesgo a la seguridad”, “amenazas” o “paz social” que una vez “rotos” –según la perspectiva del titular de la dependencia– pueden detonar el actuar de las policías.

Esto, sostiene, hace que el potencial de represión sea alto porque dichos “conceptos no son puros, de la ciencia; la fuerza o la distancia se pueden medir, pero el riesgo depende en buena medida de quien esté a cargo y que considere que hay un verdadero peligro. El concepto no ayuda. En cierto sentido encubre la mano libre”.

En cuanto a las alianzas para establecer la gobernabilidad y darle rumbo al país, como se consideró al fracasado Pacto por México, el historiador piensa que establecer acuerdos de simulación con fuerzas formales y legales pero que no tienen el poder, y excluyendo a la verdadera oposición y a quienes realmente manejan al país, sólo los ha llevado a “desfondarse” de manera rápida.

Se refiere al acuerdo anunciado por los dirigentes nacionales de los tres principales partidos el pasado 26 de noviembre y que hubo de ser cancelado el día en que se firmaría –29 de noviembre– debido a la falta de consenso en el PRD.

 

Atenco lo marca

Para responder al interrogante de cómo podría ser el gobierno de Peña Nieto, Meyer se remite inevitablemente a la biografía del nuevo mandatario y por supuesto a Atenco, donde un grupo de ejidatarios opuestos a la construcción de un aeropuerto en sus parcelas realizó una manifestación que fue aplastada con la intervención de las policías. El resultado fueron mujeres violadas, hombres golpeados y la muerte de un joven y de un niño.

“Peña viene del PRI más clásico dentro de lo clásico, porque Atlacomulco no es nada más priismo, es quizá un subsistema priista que lleva 83 años en el poder, ininterrumpidos; es un subpartido muy compacto que no tiene peleas entre ellos para que el Distrito Federal no se los comiera”, dice.

Al estrenarse como gobernador usó la fuerza pública a fondo en el caso de Atenco. Luego, cuando ese personaje termina en la Universidad Iberoamericana, el 11 de mayo de 2012, se enorgullece de lo que hizo. “Defiende con vehemencia lo que hizo. ¿Quiere decir que si vuelve a enfrentar algo así, reaccionará igual? Es una pregunta; no se puede decir que así vaya a ser, pero es lo único con lo que contamos de Peña Nieto. Que nos desmienta. Sería agradable”.

Pasa ahora a Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación y mancuerna para el ejercicio del poder de Peña Nieto. Lo primero, comenta Meyer, es que viene de uno de los reductos priistas, el estado de Hidalgo, que se maneja a base de cacicazgos muy tradicionales. “Así que esa combinación de Atlacomulco con Hidalgo y darle a él Gobernación, pues son cantera de lo más granado y autoritario del PRI… y eficiente, porque hay que reconocerles que sí son eficientes para su propósito, que no es necesariamente el gran proyecto nacional, sino conservar el poder”.

Añade: “Poner a un priista de la vieja guardia será devolver a la secretaría a un mando no renovado del PRI sino del PRI clásico… el del autoritarismo; Porfirio Díaz tiene a una Secretaría de Gobernación con una gendarmería”, recuerda.

–¿Y si quien la va a atender es un representante del priismo clásico, cómo va a ser?

–Ese es el punto. Podrían poner a alguien nuevo. Lo dudo. Esa secretaría es el corazón político de México. Si es un priista clásico quiere decir que el corazón del sistema vuelve a su origen y el origen es básicamente autoritario, antidemocrático por definición. Así nació. Nació para eso, para administrar un sistema autoritario. Se nos ha dicho que el PRI que viene es un PRI renovado y que por lo tanto el corazón del nuevo sistema estará renovado, joven. ¿Acaso le hicieron un trasplante? –se pregunta riendo.

–¿Avizora represión?

–Pues ahí está Atenco.

–¿Con Osorio Chong al frente de Gobernación y las dos policías, es posible que la haya?

–Es más difícil contradecir la naturaleza original del priismo y contradecir las inercias. Pero además esa fuerza que le van a dar a Gobernación no sé si es un regalo envenenado, porque cada seis años rehacen la policía federal; es un ciclo muy corto el que tiene.

–¿Estas nuevas atribuciones que tendrá Gobernación y que aún se discuten en el Congreso, no la hacen más represiva, sobre todo por los nuevos conceptos de “amenaza”, “riesgo” y “paz pública” que maneja?

–Hace que el potencial sea alto. El riesgo depende en buena medida de los ojos del que esté a cargo de la dependencia. El concepto no ayuda, el concepto en cierto sentido encubre la mano libre –advierte.

–¿El cerco instalado a 10 kilómetros de San Lázaro una semana antes de la toma de protesta, muestra lo que ellos consideran “riesgo”?

–Es un ejemplo, sí. Pero les salió el tiro por la culata porque si se hace uso de los conceptos fuera del sentido común, se puede generar una reacción de descontento.

–¿Entonces Gobernación ahora es la provocadora?

–Pues si el objetivo es tener un país tranquilo, es contraproducente. Podría generar enojos, tensiones, protestas.

–¿Su visión del riesgo es equivocada?

–O su visión del riesgo los hace un poco paranoicos.

–¿Qué significa que el operador político haya cometido este error de la colocación exagerada de vallas, que no logre el acuerdo político antes de la toma de posesión de Peña Nieto y que no operara en el Senado para darle a Peña Nieto su nuevo esquema de administración pública?

–Es simbólico que haya fallado en esto… que el supersecretario no exista. Hoy todo le falló. ¿Qué puede significar?, pues a lo mejor que no están entendiendo el México, el gran México.

–¿Osorio Chong y Peña Nieto no tienen toda la visión del país, sólo una fracción?

–Por lo menos no tienen la sensibilidad. Esa parte no científica de la política que es el elemento para adelantarse a los acontecimientos y entonces rápido actuar, corregir, tomar medidas.

Con estos tres eventos, dice Meyer, parece que están en una etapa de aprendizaje rápido. “Como esos cursos de lectura rápida. Están haciendo un curso de lectura política o del ambiente político rápido”.

 

Los que mandan

Más allá del fracaso inicial del Pacto por México, el historiador y político de El Colegio de México se refiere a una simulación donde no están las fuerzas reales que ejercen el poder en el país, como los dueños de las televisoras o Carlos Slim.

“Son las fuerzas formales; hay que suponer que en el Congreso está la soberanía en acción, se concentra ahí porque son nuestros representantes. Ahora, a lo mejor no son nuestros representantes, el Congreso quizá no nos representa, pero entonces ya sería poner en duda todo y se tendría que ver el sistema descarnado.

“¿Cuáles son las verdaderas fuerzas? Tendría que entrar en contacto con Slim, las televisoras, los grandes concentradores de capital y olvidarse del Congreso. Pero hacer eso o aceptar eso, aceptar el México real, la dureza y brutalidad del tejido que es ahora la política real, pues sería casi imposible”, dice Meyer.

Y no es que hacerlo, firmar con los verdaderos grupos de poder, entre ellos el narcotráfico, sea ceder, aclara. “Si usted realmente hace pública su definición de lo que son las fuerzas reales, entonces debería hacer a un lado a diputados, senadores, partidos e irse con la oligarquía, irse con el narco que también es otro actor real”.

El Pacto por México, dice para finalizar este tema, se tiene que hacer con actores que representen algo. Eso se pudo haber hecho en el primero o segundo año de Vicente Fox.

–¿Entonces el pacto esta destinado al fracaso o es una simulación de Peña?

–No seamos tan duros. A lo mejor de una simulación se puede llegar a una realidad. Hay dos visiones: yo hago el pacto con los verdaderos actores que no son legítimos, porque nadie eligió a Azcárraga Jean por ejemplo, o al Chapo o a Slim, que son los que tienen los hilos del poder, o lo hago con estos que tienen la legitimidad pero no el poder y empiezo a transformar la realidad. Pero él no puede públicamente aceptar cuál es la realidad del sistema. Él llegó por unas elecciones que son parte de una simulación… Y si admite el México real (Andrés Manuel López Obrador como fuerza con la cual firmar un pacto) se está admitiendo casi una derrota de entrada.

Meyer sostiene que para hacer un pacto con las fuerzas formales pero que no tienen el verdadero poder, Peña Nieto y sus operadores debieron actuar con mucha “sutileza” porque, dice, “es para que lo formal no se desfonde tan rápido. Y aquí se empezó a desfondar antes de que empezara a funcionar. Es tan formal y tan poco real (el pacto y los actores políticos) que se empezó a desfondar antes”.

Un acuerdo con López Obrador, que es una fuerza real, es imposible, afirma. “Se han acumulado muchos agravios y ahora hay que manejarse con sutileza porque el cúmulo es tal, que cualquier imprudencia puede desatar problemas, como lo del cerco y las vallas, por ejemplo”.

Sentencia: “cuando no hay acuerdo, si no hay represión cuando menos hay inconformidad y un mal ambiente político”.

Meyer recurre constantemente a la historia y no deja de subrayar que el PRI, el clásico como él lo llama, ha tenido como “arma del sistema político” la cooptación, “y si fallaba, reprimía”. De ahí que no ve extraño que ahora, en el regreso del PRI a la Presidencia, vuelva a estas tácticas para desactivar al enemigo.

Un patrón similar al que recurrió Carlos Salinas de Gortari cuando llamó a varios líderes de izquierda para desarrollar su programa social, Solidaridad.

–¿Recurrir a opositores para fortalecerse? –se le pregunta.

–No me sorprende en lo absoluto, es su pragmatismo. Esa era una de las características principales del PRI. Es un partido sin ideología. El PAN sí tenía, el PRD así nació, es por definición ideología pura que luego va perdiendo su pureza. Pero el PRI nunca fue un partido de ideología.

En síntesis, lo que ve Meyer en el gobierno de Peña Nieto es “tensión constante entre una sociedad que ya cambió y la naturaleza profunda del priismo que está en su biografía. En el Congreso ve que puede haber contrapesos y que los mismos líderes priistas pueden serlo para Peña Nieto y “negociar” con el presidente.

A lo mejor lo que sucedió con la no aprobación de sus cambios a la administración pública, dice, es una advertencia de que él no va a gobernar porque no tiene el peso.

–¿Lo pueden condicionar los mismos priistas?

–Sí. Hay algunos veteranos que saben cómo jugar y están dentro de su partido. A lo mejor a los que les tiene que temer es a los suyos, más que a López Obrador o a los de afuera.

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