El PRI avanza dando tumbos hacia su cambio de dirigencia, programada para el 8 de septiembre. Inmerso en la crisis financiera más aguda de su historia, peor posicionado que nunca y acusado de inflar el padrón electoral para beneficiar a uno de los aspirantes, el futuro del nonagenario partido es incierto.
Por José Gil Olmos/ (Proceso
Atrás quedaron los años del derroche priista y de las fastuosas celebraciones para lucir músculo y convocar a sus millones de militantes y simpatizantes. Hoy, esa época dorada es sólo un recuerdo para el PRI, un partido sumamente mermado y al borde de la bancarrota.
La crisis financiera que arrastra y la ausencia de un padrón confiable eran insoslayables desde hacía meses. La noche del lunes 6, en la sesión extraordinaria del Consejo Político Nacional, la dirigencia soltó la bomba: su padrón es de sólo 1 millón 300 afiliados y no 6 millones 605 mil 740, como reportó al Instituto Nacional Electoral (INE) en 2014.
Peor aún, las arcas están vacías para solventar los gastos de este año –100 millones de pesos–, que incluyen comicios en seis estados, y otros 230 millones que, según el INE, costaría organizar la designación de sus nuevos dirigentes en septiembre próximo.
Esta realidad se conoció gracias a los puntos expuestos en el acuerdo que la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos del INE envió al PRI, luego de que éste le solicitara organizar su elección interna.
Esa instancia detectó irregularidades en el padrón electoral de 2014, pues muchos antiguos militantes ya habían abandonado el partido. Y anunció que hasta enero de 2020 terminaría la revisión completa, y sólo entonces estaría en condiciones de organizar la elección interna del PRI.
También advirtió que si durante la implementación del programa de fiscalización se detectaban irregularidades en el padrón, la sanción por cada caso detectado sería de 51 mil 745 pesos…
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 2219 de la revista Proceso, ya en circulación