El presidente Peña contra el pueblo de Chihuahua

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Por Víctor M. Quintana S.

Lo volvió a hacer. Peña Nieto volvió a dejar plantado a Javier Corral Jurado, gobernador electo del Estado de Chihuahua. Lo había citado una vez en julio en Los Pinos y le suspendió la entrevista. Ahora lo citó de nuevo para el miércoles 24, pero la noche anterior le avisaron a Corral que la entrevista se suspendía, sin dar más explicaciones ni proponer una nueva fecha para reprogramarla.

Ni siquiera acudieron a una disculpa de “copy-paste” como las argumentaciones prestadas de la cuestionada tesis de licenciatura, simplemente no dijeron nada más los de Presidencia.

Podría decirse que los asuntos de Estado agobian al mexiquense, que en general la trae contra los panistas. Pero no, porque ese mismo día recibió al panista Javier García Cabeza de Vaca, gobernador electo de Tamaulipas. Entonces si no fue cuestión de saturación de agenda ni de colores partidistas, ¿qué fue lo que hizo que Peña Nieto hiciera tal desaire a Javier Corral y a los chihuahuenses que lo eligieron como gobernador?

La respuesta la dio anticipadamente la titular de la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano, Sedatu, Rosario Robles Berlanga. En una gira por Parral y ante el gobernador César Duarte y su esposa Bertha Gómez, la Secretaria se mostró solidaria con ellos ante la “tormenta” mediática en que están inmersos y arremetió contra los “causantes” de dicha tormenta: los periódicos, que según ella, “sólo sirven para matar moscar y limpiar vidrios”.

El traspié de Robles, del que posteriormente se disculpó en público, aunque el daño ya estaba hecho, se explica por la molestia que causó a los Duarte y a quienes los apoyan desde el gabinete presidencial, la andanada mediática iniciada el lunes 22 sobre la inexplicada e inexplicable fortuna del gobernador saliente de Chihuahua, sobre los hechos de corrupción de su gestión, que no pudieron ser explicados, mucho menos justificados en varias entrevistas televisivas por el propio Duarte.  Para irritación de éste, los hechos denunciados fueron confirmados en declaraciones públicas del gobernador electo, Javier Corral.

Es indudable que el mandatario parralense se quejó de lo duro y de lo tupido ante su jefe y socio, Enrique Peña Nieto y le pidió solidarizarse con él no recibiendo a Corral. La aquiescencia presidencial se mostró primero en las declaraciones de Robles, quien no las hubiera hecho sin el acuerdo de su jefe.

¿Por qué llega a estos niveles el apoyo de Peña Nieto a César Duarte?  ¿Por qué lo sostiene hasta –literalmente– la ignominia?

No es muy difícil la explicación: porque Peña Nieto le debe varias a César Duarte.  ¿La canalización de grandes cantidades de recursos financieros para la campaña de 2012?  ¿La participación en negocios comunes, como el de los medicamentos? Si en este país hubiera transparencia ya lo sabríamos.

En todo caso, el doble desaire constituye un serio agravio contra el pueblo de Chihuahua, pues no es sólo a la persona del gobernador electo, Javier Corral, a quien se ofende, sino a la voluntad popular expresada con toda claridad en las urnas el pasado 5 de junio. Con esta actitud, Enrique Peña Nieto demuestra su desprecio total al sufragio efectivo, pilar de la República, y a la voluntad popular, fundamento de todo poder legítimo.

Peña Nieto una vez más está rebajando dramáticamente el nivel de sus actuaciones. Actúa con sectarismo, como cómplice o, pensando lo menos, como amigote. Muy lejos está de obrar como presidente de todas y todos los mexicanos. Y es muy preocupante que esa sea la tónica de su relación con el nuevo gobierno democráticamente electo de Chihuahua: si así nos trata a quien nos representa a los chihuahuenses, ¿cómo nos tratará a la hora de elaborar y presentar el Presupuesto de Egresos de la Federación? ¿Seguirá propiciando el tortuguismo de la PGR en la denuncia presentada contra César Duarte, Jaime Herrera y Carlos Hermosillo por varios delitos que brotan de actos de corrupción?

Si persiste en esta actitud Enrique Peña Nieto estará haciéndose cómplice de Duarte en otro asunto más: en la intención de asfixiar económicamente, no sólo al gobierno entrante, sino a todo el estado de Chihuahua.

Por todo esto, el asunto no debe quedar en un desaire más. Es necesario denunciarlo, gritarlo. Aquí está en juego mucho más que un gobierno,  mucho más que el contundente resultado de un proceso democrático: está en juego la República.

Chihuahua, refugio y custodio de la República no podrá darle la bienvenida a estas tierras a quien la vulnere de la manera como la hace Enrique Peña Nieto.

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