El PRD busca en las urnas el antídoto a su división interna

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Por David Marcial Pérez

En mayo del año pasado, Cuauhtémo Cárdenas acudió casi a regañadientes al congreso que celebraba los 25 años del nacimiento del PRD, el partido de la izquierda mexicana que él mismo fundó en 1989 tras abandonar el todopoderoso PRI de entonces. “Por lo que he podido conocer de diversos compañeros, soplan vientos de fractura. Considero que es responsabilidad de todos nosotros, de todos los militantes evitar que esto vaya a suceder”, lanzó al auditorio el que fuera tres veces candidato presidencial y una suerte de líder moral del partido. Un año después, la desbandada de cuadros no ha parado de engordar. Más de 30 pesos pesados -Cárdenas entre ellos- han salido por la puerta lateral. En este clima de división, la formación afronta por primera vez en su historia una jornada electoral en la que su posición hegemónica en la izquierda está amenazada.

Las aguas empezaron a partirse bastante antes. La conquista de la dirección del partido en 2008 por parte de Nueva Izquierda, una de las corrientes del partido conocido como los Chuchos, desató las primeras diferencias con la facción de Andrés Manuel López brador, el carismático candidato con el que el PRD acarició la victoria en las elecciones de 2006. La tensión se resolvió con la salida hace dos años de López Obrador y la fundación de su propio partido: el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Esta nueva opción electoral de izquierda, armada a imagen y semejanza de su líder -el factor AMLO, como ya lo han bautizado los analistas en México- es precisamente el mayor peligro al dominio del PRD.

Los sondeos para las elecciones que renovarán los 500 escaños de la Cámara de Diputados dibujan una ventaja mínima sobre Morena

Los sondeos para las elecciones que renovarán los 500 escaños de la Cámara de Diputados dibujan una ventaja mínima sobre Morena en la pugna por el tercer puesto, por detrás del PRI y del PAN. El PRD rondaría 13%, con Morena situado en un 10% según datos de Parametría. La dirección del partido parece en todo caso satisfecha con estos guarismos. “Nuestros contrincantes nos auguran un derrumbe. Se van a llevar una desagradable sorpresa. El 13% es el promedio histórico de las elecciones intermedias. Sería un buen resultado”, defiende Jesús Ortega, una de las cabezas de la cúpula de Nueva Izquierda y antiguo presidente del partido.

En la disputa por los gobernadores de los nueve estados en liza y las 1009 alcaldías, Ortega confía en recuperar plazas calientes como Michoacán y mantener el poder en el convulso Guerrero. La visita a las urnas en este estado del suroeste del país está profundamente atravesada por la desaparición de los estudiantes en Iguala. Desde el defenestrado gobernador Ángel Aguirre, una antiguo priistas reconvertido a las filas del PRD, al alcalde del municipio José Luís Abarca, detenido por liderar la trama mafiosa que según la versión oficial asesinó a los muchachos, la bandera del partido ha sufrido una importante mancha. “Reconocemos alguna responsabilidad política en la postulación de este estas personas. Aun así, creemos que el golpe ha afectado más la reputación del Gobierno. Nuestros estudios dicen que adelantamos en cuatro puntos al PRI”, asegura Ortega.

El reproche de los críticos a la dirección del partido es una estrategia política excesivamente pactista, complaciente con sus adversarios y volcada en captar cotas de poder a toda costa. El PRD forma parte, por ejemplo, de gobiernos de alianza con el PAN, la derecha, como antídoto para derrotar al PRI en algunos de sus bastiones como Oaxaca, Puebla y Sinaloa. La polémica más reciente ha sido su acercamiento al partido de Elba Esther Gordillo, la exlideresa del sindicato Nacional de Trabajadores encarcelada hace dos años por fraude fiscal y lavado de dinero. Nueva Alianza apoyará al PRD en dos delegaciones clave del Distrito Federal, el irreductible refugio electoral del partido desde hace casi 20 años, amenazado hoy por la presencia de Morena.

La crítica al excesivo pragmatismo llegó a su cima cuando en diciembre de 2012 la cúpula del partido firmó el Pacto de México

La crítica al excesivo pragmatismo llegó a su cima cuando en diciembre de 2012 la cúpula del partido firmóel Pacto de México, una ancha alianza entre las tres principales fuerzas políticas auspiciada por el presidente Enrique Peña Nieto. “A pesar del tono parlamentario que se le dio al acuerdo, era una idea del PRI, como ahora está claro. Usaron al resto de partidos y estos se dejaron usar”, explica el historiador Lorenzo Meyer. Ortega por su parte reivindica la condición del PRD como partido de Estado, dispuesto a alcanzar alianzas para sacar a adelante reformas de calado. Pese a su adhesión a aquel gran pacto, el partido -inmerso ya en un agitado ambiente de división- reculó meses después con una fuerte campaña en contra de la reforma energética.

“Hay que ser un poco pragmáticos para ser más eficaces en el acceso al poder. Nosotros no queremos ser un pequeño grupo de exaltados en el congreso. El PRD debe alejarse del extremismo de izquierda, del populismo demagógico para virar hacia un centro izquierda que con propuestas progresistas pueda enfrentar los grandes problemas nacionales”, defiende Ortega en una clara alusión a Morena. La batalla en las filas de la izquierda mexicana está abierta. Las elecciones de junio servirán para medir la resiliencia del PRD ante las fugas de agua. Y para Morena será el termómetro antes del tercer gran asalto de López Obrador a las elecciones presidenciales de 2018.

Fuente: El País

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