El petróleo, abierto a las multinacionales

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Las compañías petroleras internacionales regresan al territorio del que fueron expulsadas hace 75 años, advierte The New York Times

Por Randal C. Archibold y Elisabeth Malkin/ NYT

 

Ciudad del Carmen— En todas las gasolineras de México está el logo verde y blanco del monopolio petrolero propiedad del Estado, la salvación económica del Gobierno. El Día de la Expropiación Petrolera, que conmemora la fecha de 1938 en que México quitó el control a la industria, se celebra con discursos e incluso desfiles en ciertas poblaciones. Una antigua canción, “El himno del trabajador petrolero”, atribuye al petróleo “salvar a la tierra de nuestros padres”.

Pero ahora, en lo que podría representar el mayor cambio económico en dos decenios, el presidente Enrique Peña Nieto está a punto de reescribir la Constitución a efecto de abrir la industria del petróleo, el gas y la electricidad mexicanos a las inversiones privadas -provocativa maniobra que podría cimbrar a la industria energética norteamericana y poner a prueba el tradicional dominio que el petróleo mexicano ha tenido en el alma de la nación.

“Debemos defender nuestro petróleo”, declaró en un reciente anuncio televisivo Cuauhtémoc Cárdenas, tres veces candidato presidencial e hijo del reverenciado presidente que nacionalizó la industria petrolera. La paraestatal, dijo, “es un negocio que pertenece a todos los mexicanos y no debemos permitir que se privatice”.

La ley, que el jueves por la tarde obtuvo la aprobación congresista final, declara que México sigue siendo dueño de su petróleo. Pero permite a las empresas privadas hacer perforaciones en busca de petróleo y gas natural en asociación con el monopolio estatal, llamado Pemex, o por sí mismas, con lo cual las compañías petroleras internacionales regresan al territorio del que fueron expulsadas hace 75 años.

En un país donde controlar el petróleo a menudo es equiparado con la soberanía y el orgullo nacional, el plan ha desatado un furioso debate. Pero aunque las manifestaciones contribuyeron en el 2008 a frustrar un intento más leve, esta vez no tuvieron efecto -si bien hubo varios momentos coloridos.

Mientras en las primeras horas del jueves la Cámara Baja se apresuraba por dar la aprobación preliminar, un legislador izquierdista opuesto a la medida se quedó en paños menores color negro para sugerir simbólicamente que el país estaba regalando sus recursos más atesorados. Ahora el cambio debe ser ratificado por más de la mitad de los estados mexicanos antes de convertirse en ley, pero el partido de Peña Nieto controla la mayoría de las entidades.

El objetivo manifestado es estimular la venida a menos producción mexicana y lanzar al país al mundo desarrollado aprovechando los vastos depósitos de petróleo y gas natural que se localizan debajo de la tierra y el mar. Desde hace largo tiempo las petroleras extranjeras han estado ansiosas por tener acceso al petróleo de México y han cabildeado discretamente con el fin de que el Gobierno se abra, mientras que Pemex, si acaso, es conocido por su ineficiencia, o por su corrupción.

“Conocen México; han estado esperando una verdadera oportunidad durante mucho tiempo”, dijo refiriéndose a las compañías petroleras internacionales Jeremy M. Martin, director del programa de energía en el Instituto de las Américas.

La reforma energética es el núcleo de la serie de cambios que Peña Nieto ha estado impulsado con resultados encontrados en el transcurso del año, incluyendo el esfuerzo por romper los monopolios de telecomunicaciones, elevar impuestos y debilitar el dominio del sindicato de maestros en las poco efectivas escuelas públicas. Su Partido Revolucionario Institucional —el cual fue el que nacionalizó la industria, poniendo a México camino a la industrialización— hizo equipo con los legisladores conservadores que desde hace largo tiempo han deseado cambios energéticos, imponiéndose a la debilitada izquierda.

Los sondeos de opinión sugieren que los mexicanos cada vez se impacientan más con la agenda de Peña Nieto y que aún no ven ningún beneficio que provenga de ésta, pues el crecimiento económico se ha frenado y la violencia que el Presidente prometió combatir persiste básicamente sin freno.

Pero Peña Nieto está confiando en que el cambio en las políticas energéticas inyecte vida nueva a la economía. Otros presidentes han fracasado al enfrentar al monopolio petrolero, recurso de salvación de los fondos gubernamentales y bandera de la izquierda.

“En México el petróleo tiene un poder simbólico que no posee en todos los países petroleros”, dijo Noel Maurer, economista político en la Facultad de Administración de Harvard que ha estudiado la industria. “México ha forjado mitologías nacionales que dicen ‘el petróleo es nuestro’. Es como quemar la bandera”.

Fuente: The New York Times vía El Diario

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