Por Raúl Benoit
La humanidad tendrá que cambiar hábitos y costumbres sociales como, por ejemplo, reducir o eliminar los besuqueos, estrechones de manos, abrazos y cariños que hacen parte de la vida cotidiana.
Así como el Sida modificó el estilo de vida sexual a partir de los años ochenta, las nuevas enfermedades como el ébola y el chikunguña, que parecieran surgir de la nada, pero no es así, cambiarán las rutinas sociales en esta segunda década del siglo 21.
A pesar de que me resigno al futuro por venir, me inquietan dudas.
Los primeros brotes de ébola fueron en aldeas remotas de África, pero cuando el mal saltó a Europa y a los Estados Unidos por una extraña razón epidemiológica, comenzaron a intranquilizarnos y a meternos en nuestra mente el peligro que corremos. El pánico vende.
Pocos se han cuestionado por qué ese tipo de enfermedades mortales aparecieron primero en África, un continente que siempre ha sido despreciado y olvidado y donde mueren a diario cientos de niños por física hambre.
A mí no me vengan con cuentos de que esto es una casualidad del destino. Pareciera haber manos criminales y espero que la historia nos lo revele en el futuro: ¿Son armas biológicas experimentales que se salieron de control? ¿Qué países, cuáles científicos y qué laboratorios farmacéuticos pudiesen haber hecho pruebas en la población africana? ¿Hay premeditación para vender medicamentos?
La información es ambigua. Por un lado nos dicen que todo está bajo control, pero, por otro, nos anuncian que la fiebre hemorrágica del ébola tiene una tasa de letalidad que llega hasta el 90 por ciento y que se contagia a través de contacto directo con órganos, sangre, secreciones u otros líquidos corporales.
Si vamos en un avión y alguien enfermo usa el sanitario inevitablemente quedan residuos corporales los cuales podríamos tocar sin darnos cuenta. En un recinto cerrado, por ejemplo, si una persona estornuda, por más que quiera evitarlo, salen gotas de saliva a una velocidad de entre 70 a 150 kilómetros por hora o más.
Hay otras enfermedades, menos letales, pero igualmente rentables que despiertan mi sospecha. ¿Por qué la cifra de contagiados por gripa común aumenta cada año en vez de reducir con la vacuna? ¿Por qué nos enfermamos más cuando nos vacunamos? ¿Cuántas drogas compramos al año para reducir los síntomas de esas gripas?
Los medicamentos se venden como dulces y nosotros en el presupuesto del hogar, en muchos casos, gastamos más en medicinas que en comida.
Ya nos están preparando para meternos una vacuna contra el ébola que le valdrá una fortuna a los gobiernos y a los pacientes, porque de eso se trata: negocios.
Según la Organización Mundial de la Salud –OMS–, esa inmunización contra el ébola podría estar lista para finales del primer trimestre de 2015. En ese tiempo los muertos habrán sido millares y los gastos en salud, millonarios.
Aunque los médicos recomiendan lavarse las manos de manera constante para reducir la posibilidad de contagios, pronto aparecerán misteriosamente otras enfermedades que ni el jabón ni el agua las eliminarán.
Creo que el peligro no es sólo la enfermedad. El peligro son los humanos llenos de codicia y de avaricia.
Fuente: El Mundo