Por Bernardo Bátiz V.
En 1992, quienes integrábamos el Foro Doctrinario y Democrático en el Partido Acción Nacional (PAN) nos separamos de ese instituto con dolor y por dignidad. Para hacerlo, presentamos a los dirigentes una carta de renuncia a la que también dimos lectura en una rueda de prensa, para informar a militantes y simpatizantes de nuestra decisión y, como lo dijimos, a los ciudadanos mexicanos que merecían escuchar las razones de la difícil decisión.
Lo que expresamos en esa declaración política explica en alguna medida lo que hoy vive ese partido que tuvo en sus manos la gran oportunidad de cambiar a México para bien y la desperdició miserablemente. Les echamos en cara a los dirigentes de entonces que el partido iniciaba con ellos una etapa que está hoy culminando, de pragmatismo y simbiosis con el sistema, que adoptaban prácticas contrarias a los principios; les reclamamos su apoyo a la política gubernamental, la injerencia de los empresarios en el partido, imponiendo sus intereses sectoriales, reclamamos el burocratismo que lo invadía y el autoritarismo con que se trataba a los disidentes.
Para sustentar nuestros reclamos señalamos hechos concretos que corroboraban nuestras razones entonces y que explican hoy lo que pasa a este partido; demostramos que los legisladores y dirigentes panistas apoyaron al gobierno de Carlos Salinas en la reforma electoral que dio al PRI la ventaja de la cláusula de gobernabilidad, que votaron ciegamente en favor de la privatización de la banca, a pesar de la oposición de muchos militantes, que aprobaron la quema de los paquetes electorales, que dieron su visto bueno a la contrarreforma agraria que modificó el artículo 27 constitucional y, el colmo, apuntalaron y aplaudieron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que fue una entrega incondicional de nuestro país a la economía y a la política de Estados Unidos.
Para finalizar, dijimos que el PAN dejó de ser el partido de inspiración humanista, que actuaba con independencia y con valor, que defendía los derechos de las personas contra los abusos de la autoridad y buscaba una justa distribución de la riqueza; les recordamos que el PAN, anteriormente, movía voluntades con ideas, principios y programas propios y concluimos que nos separábamos porque el partido era, en contra de su historia, pro salinista, pro liberal y pragmático.
Nuestras críticas y señalamientos fueron desoídos. No hubo siquiera una respuesta ni un debate. Los que se quedaron, atrincherados tras los abundantes recursos económicos provenientes de los empresarios y del subsidio oficial, cerraron oídos y conciencias y, deslumbrados por el crecimiento material, siguieron adelante, incorporándose abiertamente y cada vez más al sistema antes combatido.
Su cambio de careta y de carácter, su traición, su abandono a los principios, sin embargo, dio a los panistas que se quedaron con el partido pingües utilidades, más legisladores, algunas gubernaturas, ayuntamientos en todo el país, regidores y diputados locales, pero principalmente, para los dirigentes, derecho de picaporte para los grandes negocios, prerrogativas abiertas y veladas y finalmente, por los arreglos y concertaciones, la Presidencia de la República por 12 años.
Con Vicente Fox, tontera, patetismo, falta total de principios y voluntad manejada por quien supiera halagarlo, no era dable esperar nada y nada dio; con él y después de él, México siguió en manos de mafias y caciques y su paso por el poder sólo le sirvió para salir de sus problemas existenciales y económicos. Con Felipe Calderón, más preparado, más inteligente y con raigambre panista, pudiera haberse esperado algo diferente, mayor congruencia, pero no: la ilegitimidad de su triunfo electoral y su terquedad hicieron que su gobierno continuara lejos de los principios doctrinarios, entregado a los compromisos con los poderes fácticos que lo apuntalaron para llegar, y finalmente, para legitimarse, tuvo que echar mano de la fuerza. Se sostuvo en soldados, policías, leyes draconianas y prácticas violatorias de garantías individuales. Su fracaso está a la vista y produciendo las consecuencias que resiente el partido.
Los que nos fuimos en 1992 teníamos razones; lo hicimos abiertamente y dando la cara, explicando nuestra difícil decisión. Los que hoy se escabullen del PAN, muchos ya ahítos de dineros y propiedades, traidores a sus convicciones juveniles, se van por omisión, sin explicar nada, sin decir las razones del abandono y por la misma causa que les movió, hace veinte años, a entregarlo a Salinas: ambición y falta de principios.
Ellos se retiran derrotados, sin el poder que no supieron emplear bien, sin metas valiosas alcanzadas, sin honores y quizás con la conciencia intranquila. Cito nuevamente a Maritain: Las hazañas de los grandes maquiavelistas nos parecen duraderas porque nuestra escala de medición temporal es extremadamente pequeña en relación con el tiempo propio de las naciones y de las comunidades humanas.
Fuente: La Jornada