El PAN: ¿Cerramos, rentamos o vendemos?

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Por Ángel Otero Calderón

Salvo don Diego Fernández y Cevallos, muy seriecito él desde hace rato, todos los demás salieron bien sonrientes en la foto distribuida junto a un comunicado especial de Los Pinos. A convocatoria del presidente Felipe Calderón, que le ha dado por aparecer muy contento ante las cámaras desde el domingo 1 de junio, los prohombres del panismo nacional se juntaron para empezar a construir una respuesta coherente a la obligada pregunta: Y ahora, ¿qué hacemos con el PAN?

Además de obsequiar con un merecido reconocimiento a doña Josefina Vázquez Mota por su exitosa incursión en la campaña electoral en la que sepultó bajo una montaña de votos al entenado de la maestra Elba Esther Gordillo, o séase a Gabriel Quadri; y desde luego reconocerle su gran flexibilidad de cérvix para salir a reconocer como Dios manda el triunfo de Peña Nieto, aún antes de que se divulgara el conteo rápido del IFE para cubrir las apariencias, 24 panistas de irreprochable prestigio social, muy queridos entre su círculo de amistades —entre ellos apenas dos mujeres que es más o menos la cuota de género real en este que es el partido más machista del país—, tuvieron que verse obligados a atorarle a la cuestión de qué hacer en lo sucesivo con el instituto político.

¿Seguir con la brega de eternidad? ¿Continuar pugnando el credo de la patria ordenada y generosa? O, como las calabazas, ¿acomodarse en el camino? Son preguntas muy serias que merecen un análisis profundo en términos de ideología y prospectiva políticas, y por eso mismo se van a llevar un buen rato en responder. Mínimo habrá que consultar a los asesores. Nos preguntamos, acá desde la tierra que lo vio nacer: ¿Qué diría don Manuel Gómez Morín si viera a sus discípulos metidos en tales bretes y echando carcajadas?

Allí, en lo que se deja de ver fue un festivo cónclave, hubo tres personajes chihuahuenses muy conocidos: El primero, don Luis H. Álvarez, figura emblemática del panismo nacional, cuyos talentos seguramente serán invaluables en este penoso trance. Debe recordarse que durante su gestión al frente del CEN se acuñó un par de términos harto académicos: La legitimación en el ejercicio del poder, concedida a Salinas de Gortari tras el fraude electoral de 1988, y la concertasesión, mecanismo para la construcción de arreglos convenientes entre perdedor y ganador que permiten garantizar la gobernabilidad, y de paso atajar la beligerancia de la izquierda rabiosa, pendenciera y rencorosa que desde entonces no sabe perder.

Ni al propio Sartori se le habría ocurrido, me cae.

Andaba también por allí el ex gobernador de Chihuahua don Francisco Barrio Terrazas, creador del arquetipo del Bárbaro del Norte y reconocido en las artes culinarias por su invención de la exquisita receta para preparar peces gordos a la sartén. Hace rato que no se dejaba ver porque chambea de embajador en Canadá, a donde tuvo que exiliarse debido a amenazas reales contra su integridad física, aquí mismo en Ciudad Juárez donde existir es una suerte de deporte extremo También él tiene mucho que aportar, por su probada experiencia en enfrentar catástrofes y no perder la vida en ello: en el verano caliente del 86 fue víctima de un escandaloso fraude electoral, a manos del viejo PRI aquél del que ahora ningún panista decente tiene memoria. No sabemos si Pancho aprovechó el viaje a chilangolandia para saludar a su entrañable compadre Carlos Salinas de Gortari, quien en su momento le allanó el camino para convertirse en gobernador, seis años más tarde.

El tercero ha sido, cómo no, don Gustavo Madero, dirigente nacional, todavía, del PAN en México. No supimos si fue en calidad de indiciado. Recuérdese que en la recta final de la campaña, prefirió regresarse a su escaño senatorial, suponemos que para ir preparando el terreno a las reformas estructurales que ya, ahora sí, vienen en camino. Con todo, no podrían reprenderlo porque sería un atentado de lesa historicidad. Y es que lleva la misma sangre del paladín de la democracia, don Francisco Ignacio Madero, cuya pintura servía de fondo al presidente Calderón en su mensaje de reconocimiento de la inobjetable victoria de Peña Nieto. ¡Nunca han tenido mejor uso los iconos patrios!

Por cierto, aunque no nació acá, doña Josefina vivió unos años en Chihuahua y no deberíamos regatearle su chihuahuanidad. Todavía hay  gentes muy agradecidas con ella por los talleres de motivación personal que solía impartir, antes de ser seducida por la política que tan ingratamente la ha tratado.

Y ahora, se habrán preguntado estos 24 perínclitos panistas, ¿qué hacemos con el PAN? ¿Lo cerramos, lo vendemos o de plano pagamos cuota? En el fondo, es la misma pregunta que miles de dueños de changarros juarenses se han venido haciendo desde que nos cayó encima la maldición de la guerra de Felipe Calderón contra el crimen organizado. Por lo bajito unos cinco mil negocios están cerrados. Y los que siguen abiertos, seguro es que pagan la cuota.

Se me pasaba decir, como inadvertidamente le pasó al anfitrión del convite, que les faltó invitar a otros tres personajes con hondas raíces chihuahuenses, que llevan el panismo en sus entrañas y que han jugado un rol relevante en la escena nacional, no siempre bien ponderados en casa, pero con merecimientos suficientes: El senador Santiago Creel, el nuevo senador Javier Corral Jurado y el ex dirigente nacional del PAN, Manuel Espino Barrientos. Será porque no los quieren ver y menos oír. Ni Televisa los quiere. Bueno a don Manuel nomás tantito, desde hace un mes y medio.

Ah, y también se les olvidó invitar a El Chapo Guzmán. Remember Proceso.

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