Cómo es El Chapo Guzmán, cómo reacciona, cómo negocia, de qué manera deja ver sus sentimientos, qué piensa de su familia, a quién odia, qué le preocupa… En exclusiva para Proceso, dos estadunidenses que se reunieron con el capo en 1998, cuando ellos eran agentes de la DEA y él estaba preso en el penal federal de Puente Grande, revelan detalles de la personalidad del capo, al que de entrada consideran carismático y manipulador.
Por Anabel Hernández/ Proceso
Impresionante, inteligente, carismático y manipulador le pareció “El Chapo” Guzmán al hoy ex jefe de Inteligencia de la DEA en México, Larry Villalobos, y a quien fue supervisor de Operaciones de la Agencia, Joe Bond.
Ellos lo conocen muy bien porque han sido testigos de la historia reciente del narcotráfico en México y estudiaron durante años al Cártel de Sinaloa. Entrevistados en Estados Unidos, revelan en exclusiva para Proceso los pormenores de un encuentro que sostuvieron con Guzmán Loera en la prisión de máxima seguridad de Puente Grande, Jalisco, en octubre de 1998, y que hasta ahora mantenían en secreto.
Ambos agentes permanecieron en México entre 1997 y 2003. Tienen información “fresca” porque Villalobos se jubiló de la agencia antidrogas apenas en 2012 y Bond al año siguiente. Entre sus últimos cargos, el primero fue jefe de Inteligencia del EPIC (Centro de Inteligencia de El Paso, por sus siglas en inglés), mientras que Bond fue coordinador de los agentes de la Oficina de Operaciones Internacionales.
Por sus posiciones en México, los agentes obtuvieron información de la “fuga” de Guzmán Loera en enero de 2001, lograda según ellos gracias a la complicidad con funcionarios del Gobierno de Vicente Fox, más allá del personal del reclusorio.
A partir del relato de los agentes retirados de la DEA puede echarse un vistazo a la personalidad, los odios y los miedos de Guzmán Loera, considerado el narcotraficante más poderoso del mundo por el Gobierno de Estados Unidos y a quien el Gobierno mexicano dice haber capturado sin un solo disparo.
El contacto
Contra lo que pudiera pensarse, fue “El Chapo” quien contactó a la DEA cuando estaba recluido en Puente Grande. “En ese tiempo –recuerda Villalobos– estaba yo en la embajada de Estados Unidos en México, trabajando con la DEA, y llegó una gente del “El Chapo” a traernos el recado de que él quería verse con la agencia para hablar de los Arellano Félix. Quería entregarlos”. Como los Arellano Félix eran un blanco prioritario, Washington dio el visto bueno para que Villalobos y Bond se reunieran con Guzmán Loera. El consentimiento del Gobierno mexicano demoró más.
Pasaron meses, hasta que un día la PGR les dio permiso de visitar al ya famoso narcotraficante. Les dijeron que los acompañaría José Patiño Moreno, agente del Ministerio Público de la fiscalía antinarcóticos de la PGR, quien fue asesinado posteriormente en Baja California.
Los agentes de la DEA entraron al penal simulando que eran psicólogos contratados por el gobierno de México para hacer un estudio sobre los presos de alto nivel, a fin de comprobar si el penal respetaba los derechos humanos. El gobierno de Zedillo les facilitó los documentos para acreditarse.
A decir de Villalobos, “El Chapo” no sabía que íbamos a ir. Le habíamos dicho a su enviado: ‘Si llega el día que vamos a ver al “El Chapo”, nada más dile que nos vamos a presentar como Tito, en ese momento él va a saber que somos nosotros’.”
Cuando entraron a la prisión, el personal los condujo a la enfermería y los hizo esperar en una sala grande con sillas. La ventana daba a los cerros. Entonces entró “El Chapo”.
–¿Cuál fue su primera impresión –plantea la reportera a Villalobos, en aquel entonces jefe de inteligencia de la DEA en México.
–Se veía increíble, joven, en muy buena forma, delgado. Como que estaba comiendo y descansando bien.
“El Chapo” ya no se contuvo. Comenzó a decir cosas en una retahíla incomprensible, escupiendo cinco años de odio acumulado.
El origen del imperio
De pie y con la vista en el horizonte, a través de la ventana, Guzmán Loera dijo con determinación: “No voy a volver aquí. Me mato o me matan antes de que me entregue al gobierno”.
No obstante, llevaba cinco años en la prisión y ya tenía en su nómina a muchos funcionarios del penal.
Lo que pretendía “El Chapo” era negociar con la DEA: él les entregaba a sus archienemigos los Arellano Félix a cambio de que él no fuera extraditado a Estados Unidos o le dieran una condena de cinco años.
Les manifestó también su deseo de que sus hijos más chicos (Joaquín, Édgar, Ovidio y Grisel), que había procreado con Griselda López, no se metieran a su negocio ilícito.
Villalobos y Bond afirman que entre todas sus mujeres, “El Chapo” prefería a Griselda. Ellos la conocieron cuando fue a la embajada estadunidense a pedir visas para ella y sus hijos. La describen como inteligente y afirman que entonces era devota de su marido, que a su vez le daba toda su confianza.
El Gobierno federal dijo haber encontrado pistas de Guzmán Loera precisamente en la casa de Griselda López, en Culiacán, días antes de detenerlo.
Continúa Villalobos, “hablamos por tres horas. Hablamos de la historia de la droga en México, de la gente que él conoció, las reuniones con Miguel Ángel Félix Gallardo cuando aún estaba libre, qué hacían en Toluca con varios jefes de la Policía”.
El exdirector de Inteligencia del EPIC dice que antes de ir a Puente Grande él y Bond habían acordado con la embajada de su país que no hablarían con “El Chapo” de la corrupción:
“No íbamos a hablar de cosas del Gobierno, a quién le estaba pagando ‘El Chapo’… No era lo que queríamos”, puntualiza Villalobos. Pero el reo sí quería, de forma que cuando se tocaba el asunto político los agentes de la DEA no lo dejaban continuar.
“Le decíamos: platícanos nada más cómo llegaste tú al poder, como llegó esta federación de las drogas. Hablamos de Amado Carrillo, de toda la gente que conocía. ‘El Chapo’ dijo que todos eran una federación, que todos eran un grupo que se la llevaban bien, que tenían todo arreglado con los estados, con la frontera, con varias personas que controlaban las áreas fronterizas.”
–Aquí se respeta –explicó Guzmán Loera–. Ustedes van a creer que no hay nada de respeto, pero sí lo hay. Entra uno a una plaza, busca quién la controla y le paga, porque esos tipos tienen que pagar otras cosas. Y si entra otro tipo y no paga por la droga, por el tiempo y por la gente, entonces hay un ajuste de cuentas.
Al igual que “El Güero” Palma, “El Chapo” era importante para Félix Gallardo y Caro Quintero en el Cártel de Guadalajara, comenta Villalobos; “Guzmán se encargaba de traer toda la mercancía a la frontera y a meterla a Estados Unidos… Los colombianos le decían “El Rápido” porque garantizaba que en 48 horas que le entregaran la mercancía él la entregaba en Estados Unidos; lo que no sabían es que tenía un túnel en Agua Prieta”, recuerda el agente retirado.
“El Güero Palma estaba encargado de la seguridad de la mercancía cuando llegaba a México. Ellos se enteraban cuando llegaba la mercancía y cuando era llevada a Estados Unidos, quién la controlaba en territorio mexicano, se aseguraban de que cruzara y a quién se le entregaba”. En la entrevista con Proceso, relata que tras la caída de Félix Gallardo y el ascenso de Amado Carrillo Fuentes, se unieron a éste “El Chapo” y “El Güero” Palma.
“Se alinearon muy pronto con Amado Carrillo, que los quería mucho. Y ellos querían mucho a Amado. Se decía que era el Cártel de Juárez, pero Amado Carrillo controlaba desde Juárez hasta Veracruz”, explica Villalobos.
Agrega que Guzmán Loera valía mucho en esa organización por su eficiencia y que incluso en prisión trataba de golpear a sus rivales:
“Acababa de salir extraditado Juan García Ábrego (1996), aún no entraban Osiel (Cárdenas Guillén) ni Los Zetas. El pleito de Carrillo y su gente era más con los Arellano Félix. “El Chapo” nos quería convencer de que el problema eran ellos. Quería que ese fuera nuestro blanco. Si quitábamos a los Arellano, decía, ya no iba a haber violencia.”
–Tú consíguenos los datos, danos algo que podamos analizar, y a ver qué se puede hacer –le dijo Villalobos a Guzmán Loera al final de las tres horas de conversación.
–¿Nos vamos a ver otra vez? –preguntó el preso.
–Sí, nos vamos a ver otra vez.
Se despidieron. De acuerdo con Villalobos, el gobierno de Estados Unidos ordenó que los dos agentes ya no se reunieran con “El Chapo” porque le preocupaba que esos contactos afectaran los casos que estaban armando en su territorio.
Lo cierto es que los líderes del Cártel de Tijuana fueron cayendo como moscas desde que Guzmán Loera salió de Puente Grande.
Fuente: Proceso