La llamada fiesta brava representa un lucrativo negocio, más allá de la polémica y las voces que demandan su prohibición. En el país hay 84 mil hectáreas de pastoreo que generan más de 2 mil empleos directos y 13 mil indirectos, en las cuales se provee de animales para 800 festejos taurinos al año.
La fiesta brava, además de ofrecer un gran espectáculo, es una fuente de ingresos importante para toda la gente involucrada en ese mundo; desde toreros hasta monosabios, acomodadores, ganaderos, veterinarios. Cada capotazo, tercio y cada toro están respaldados por una inversión, así como relacionados a la generación de empleos.
“Por semana, más o menos me gasto alrededor de 20 mil pesos; entre 80 y 100 mil mensuales”, comentó José Gómez, dueño de la ganadería
La Venta del Refugio, cuando se le preguntó por la inversión que hace para la crianza de los astados.
“El problema es el precio de los toros, es muy bajo a comparación del costo que tiene cada uno de ellos”.
Gómez agregó que el valor de una res varía, pues se conjuga con la figura del torero que esté anunciada en el cartel, “pero más o menos en un toro gastan de 45 a 50 mil pesos”.
Para que un burel pueda lidiarse en la Plaza México deben pasar cuatro años, en los cuales éste necesita alcanzar el peso y desenvoltura adecuados. En este tiempo el toro debe ser alimentado, vacunado y cuidado, situaciones que implican la intervención de más trabajadores.
En La Venta del Refugio, José Gómez emplea a 10 personas, no obstante que “hay un sinfín de gente involucrada.”
El gerente de la Asociación Nacional de Toros de Lidia, Jorge Cárdenas, señaló que “en la República Mexicana son como 84 mil hectáreas de pastoreo que otorgan más de dos mil empleos directos y 13 mil indirectos, de donde se provee de animales para casi unos 800 festejos taurinos al año. Los dos mil directos son ganaderos, veterinarios, transportistas, todos los que se ven involucrados en el crecimiento hasta que llegan a la plaza, y los indirectos ya son donde empiezan las empresas de fármacos, alimentos, Sagarpa”.
Arturo Torres Landa, propietario de la Plaza de Toros de Juriquilla, Querétaro, dijo que para organizar una corrida “depende del cartel, pero abrir la plaza de toros al público cuesta alrededor de 150 mil pesos, pues se debe tomar en cuenta el gasto en torileros, monosabios, taqueros, acomodadores”.
De acuerdo con los registros de la Asociación Nacional de Toros de Lidia, en 2013 se muletearon un total de mil 800 astados, cuyo precio total asciende hasta 81 millones de pesos (tomando 45 mil pesos como el promedio del precio pagado por cada toro, expuesto por el dueño de la ganadería de San Juan del Río).
Pedro Gutiérrez Lorenzo El Capea, matador que fue parte del primer cartel que engalanó el 68 aniversario de la Plaza México, defendió la tauromaquia, ya que “genera muchísimos trabajos directos e indirectos; hay muchísimas, yo creo que millones de personas que vivimos del toro, que toda nuestra vida está vinculada a la fiesta brava. México y España son los países que más relación económica tienen con el toro bravo.”
Los boletos para disfrutar de una corrida en el Coso de Insurgentes cuestan 100, 243 y 395 pesos, por lo que un lleno total significaría más de 4 millones, pues tiene capacidad para 41,262 espectadores sentados.
Una vez que el toro muere en el ruedo, el negocio continúa; los restos son llevados a los rastros, donde la carne es aprovechada para el consumo humano. En la capital del país, cuando la faena termina, el rastro de Ferrería abre sus puertas. De igual manera las cabezas son comercializadas como figuras decorativas en distintos tipos de establecimientos y alcanzan un valor de hasta 7 mil pesos.
La tauromaquia en México ejecuta una faena económica digna de rabo y orejas; es el espectáculo que significa el sustento de miles de personas.
En el país un gran número de corridas se dan durante ferias locales, como la de San Marcos en Aguascalientes; León, Querétaro, la del Caballo en Texcoco y la dedicada por completo a los bureles, la Feria del toro en Tequisquiapan. Cada uno de estos eventos atrae beneficios económicos importantes para cada región, además de generar empleos temporales.
Fuente: El Financiero