La presidenta brasileña deberá afrontar ahora una campaña por la reelección desteñida por el fracaso futbolístico y plagada de demandas económicas
Por Marcela Valente/ La Rioja
Después de que la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, entregue hoy la Copa del Mundo al ganador entre Alemania y Argentina, los ecos de la fiesta internacional más popular del fútbol se irán apagando y dejarán espacio a una campaña electoral focalizada en las demandas económicas de un país que avanza a un ritmo muy moderado. En la empresa proselitista, los candidatos no contarán con una selección local victoriosa para inyectar optimismo entre los votantes, sino con un equipo echado casi a empujones del torneo.
Hasta hoy a la noche, Dilma estará arropada por la canciller alemana Ángela Merkel, el presidente ruso Vladímir Putin y otros gobernantes que han prometido asistir al estadio Maracaná de Río de Janeiro para el momento culminante del Mundial. Pero el malhumor de los brasileños por el desempeño de su selección y los cuestionamientos al Gobierno podrían expresarse en una sonora pitada como ya se anticipó en el partido inaugural. La reacción del público puede dar el tono a la competición política a partir de mañana.
La mayoría de los analistas -de derecha a izquierda- cree que la aplastante victoria de Alemania sobre Brasil en semifinales causó conmoción en la población, que se mostró decepcionada y frustrada. Pero coinciden en que difícilmente esos sentimientos tengan impacto en las elecciones del 5 de octubre, en las que Rousseff busca ser reelecta. «El pueblo no es bobo. Lo que cuentan son las expectativas para el país», asegura el profesor de la Universidad Estadual de Río de Janeiro, Fabiano dos Santos. Para este experto, será la economía la que marque el tono de la campaña, igual que lo era ya a inicios de junio, antes de que comenzara el torneo, e incluso el año pasado.
De acuerdo a la encuesta de Datafolha, Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), es la favorita con un 38% de las intenciones de voto. Le sigue el senador Aecio Neves, del Partido por la Social Democracia Brasileña (PSDB) con el 20%, y en tercer lugar se ubica un exaliado de Dilma, el socialista Eduardo Campos, con 9% de los apoyos.
Problemas disimulados
En los días previos a la derrota que eyectó a la ‘canarinha’ del torneo futbolístico, la Copa estaba en el centro de los debates políticos. Consciente de que tiene pocos logros para mostrar en materia económica, el oficialismo se jactaba de haber organizado un Mundial sin los sobresaltos o fallos de organización que vaticinaban los más pesimistas. Por su parte, la oposición, acusaba al Ejecutivo de hacer un uso demagógico a la espera de una eventual victoria que diera a Dilma el empujón final de cara a octubre. Ahora, la Copa se va de Brasil y el torneo deja de ser un tópico de campaña. Para bien o para mal, los candidatos deberán volver a discutir los problemas que mantienen sedado al gigante.
La mayor economía sudamericana crecía al 5% anual con Luiz Inacio Lula da Silva, el antecesor y mentor de Rousseff que fue presidente de Brasil entre 2002 y 2010. El triunfo de su sucesora en el último año auguraba la continuidad del progreso acelerado de este país de 200 millones de habitantes. Pero desde que asumió el poder, la economía no acaba de despegar. El promedio el crecimiento anual con la mandataria se estima en el 1,9% y si bien el paro se mantiene en un nivel casi de pleno empleo -5%- y la brecha de desigualdad se acorta, los precios suben. La meta de inflación para 2014 era de 4,5% y llegó a 6,5%.
En ese contexto mezquino en expectativas futuras, no se descarta que resurja el malestar por los gastos del Mundial. Se estima que 11.000 millones de dólares (8.085 millones de euros) se invirtieron en obras de infraestructura, no necesariamente imprescindibles para el desarrollo económico y social.
En junio de 2013, en el marco de la Copa Confederaciones, los brasileños protagonizaron protestas callejeras por los deficientes servicios de transporte público y la falta de mejoras en educación y salud. Rousseff interpretó que las exigencias eran naturales para una sociedad en desarrollo y que demanda cada día más. Por eso se temía que las protestas afloraran de nuevo con el Mundial. Nada de eso ocurrió. Sólo hubo episodios de violencia aislados tras la derrota ante Alemania. De todos modos, los problemas persisten y volverán al primer plano cuando se vayan de Río los últimos visitantes y el país retome su normalidad.
Fuente: La Rioja