Por Pedro Miguel Lamet
Ver hoy día un telediario es casi como tragarse una película de terror. Con la diferencia, eso sí, de que no se trata de ficción cinematográfica sino de hechos reales. Recuerdo que, cuando yo estudiaba periodismo, los crímenes pasionales, las historias truculentas y sanguinarias, las puñaladas traperas y las relaciones inconfesables no merecían sino un “suelto“, una pequeña gacetilla en los rincones de los periódicos. Si se quería profundizar en tan morbosas historias, había que comprarse semanarios especializados como El Caso, auténtico pozo de negro de aquellas noticias.
Lo curioso es que tales informaciones, que, por su no ejemplaridad no ocupaban mucho espacio en los periódicos, están ahora en primera plana. Se aduce que son “violencia de género”, o que son “noticia” como el caso de la desaparición y/o asesinato de niños, o que “venden”. Encima algunas televisiones se regodean después en unos ululantes debates revolviendo más y más dicha porquería.
Si pasamos a la información política, económica e internacional, hay como un deleite en transmitir la negatividad que vive nuestro mundo. Es cierto que hay crisis económica, que siempre hay guerras y desigualdades, que el planeta se deteriora, que crecen los nacionalismos, que la sociedad del bienestar está seriamente amenazada. Pero parece que nuestra sociedad está siendo minada en su subconsciente con cargas de profundidad negativas.
Quizás los hechos de que salga el sol todos los días y de que el tendero de la esquina nos cuente un chiste no sean noticia, de acuerdo. Pero sí lo son los miles de jóvenes que trabajan en diversas ONG, que la medicina ha avanzado, que ahora como nunca la gente dona órganos o que un buen sector de la sociedad está indignado con la corrupción política y quiere cambiar nuestro mundo. Sólo por citar algunos ejemplos de esa otra cara alegre del planeta que parece no interesar al hambre de truculencia que nos domina.
El resultado es lo que hemos venido en llamar “miedo ambiente”. Es peor ese “miedo” difuso que se cuela por las rendijas de los medios de comunicación al propio deterioro del medio ambiente, porque, si éste último afecta a la vida del cuerpo, el primero socava la vida del alma, nuestra psicología, que es la ha de ser capaz de afrontar el presente.
Hacemos una llamada al optimismo. Lanzamos una campaña contra todos los miedos, que por principio son irracionales. Convocamos a nuestros lectores a renunciar a todo sentimiento de culpa por el pasado que ya pasó, inquietud por el futuro que sólo Dios sabe cómo será, y proclamamos la dicha de disfrutar de este instante, este ahora pleno, dejando aparcado, sin hacerle el menor caso al loro de la mente, que siempre está dando la tabarra. Descubriremos así que hay dentro de nosotros un hontanar de alegría, que nada tiene que ver con esta película de miedo que pasa, y tras la que, si sabemos ver, sólo hay un happy end o mejor un feliz ahora que nos dice que, aunque sea por una sonrisa y una mano tendida, la vida merece la pena vivirla.
*Pedro Miguel Lamet. Periodista y escritor
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
Twitter: @CCS_Solidarios