Su acervo se cuenta por miles; su documentación de la vida rarámuri se ha convertido en un vestigio histórico.
Por Ana Paula de la Torre Díaz
Bob Shalkwijk se define a sí mismo como un aficionado de la fotografía. Este holandés llegó a México a 1958, y sin un plan de por medio, quedó prendado del país que nunca dejó hasta nuestros días.
Curiosamente fue convirtiédose en fotógrafo de manera casual. De hecho comenzó a estudiar en Stanford Ingeniería Petrolera pero solo duró dos meses; regresó a México para fotografiar un país que nunca ha dejado de ofrecerle motivos para hacerlo.
Viajó a la Sierra Tarahumara por primera vez en 1965 y en distintos viajes tomó miles de fotografías de esta etnia. Shalkwijk, sin un plan de por medio, se convirtió en el más grande documentalista de esta población. Un tesoro histórico para todos pues él visitó la Sierra cuando este lugar se conservaba más virgen.
En esta entrevista nos comparte su enamoramiento por México, lecciones de vida que le dejó el estar en contacto con los tarahumaras y lo que considera que los mexicanos debemos retomar como sociedad. Con más de 50 años en México, ha sido testigo de los cambios; siempre vale la pena mirar atrás y no dejar perder lo más valioso.
¿Cómo llegaste a México y cómo fue que decidiste quedarte acá?
Llegué porque estaba en Canadá a 20 grados bajo cero, sin trabajo, tomando una chela en la nieve con un amigo platicando sobre qué íbamos a hacer. Encontré en una revista que se llama Esquire un artículo sobre México. Nos fuimos en un volkswagen que ya tenía 140 mil kilómetros cuando lo compré, 5 días después llegamos a la ciudad de México.
Fui a la embajada a ver si habían holandeses aquí. Unas personas me invitaron a unos viajes. El primero fue al Valle de Mezquitán donde vi como se preparaba el pulque y me encantó, comencé cada vez más a tomar más fotografías. Luego fui a estudiar ingeniería petrolera en Stanford y duré 4 meses, regresé a México para vivir aquí pero no con la idea de quedarme toda la vida. Pero poco a poco fui enamorándome, adaptándome al nuevo país. Comencé a tomar fotografías de niños, de casas recién construidas por jóvenes arquitectos.
¿Cuáles son las mayores bondades de México que encontraste?
Bueno este país es una enciclopedia, es un país increíble por que es una mescolanza de muchas culturas. Encuentras de todo tipo de personas y climas.
¿Por qué fuiste a la Sierra Tarahumara?
Yo vengo de un país plano. Bueno, hay una montaña y nunca la he subido. Vi un folleto de la agencia de viajes de PEMEX sobre las Barrancas del Cobre y me quedaron ganas de ver más de la Sierra. Me casé con una chica, hija de antropólogos americanos, y ella también quería visitar la Sierra. Compré un Jeep y fuimos la primera vez en abril de 1965, nos quedamos un mes, tomé muchísimas fotos, de 500 a mil, no recuerdo; en su mayoría en blanco y negro pero también en color con la famosa película Kodak Crome que era increíble. Regresamos de este viaje y concluí que este país me gustaba, me sentía cada vez mejor, y desde ahí mi decisión de que iba ya a quedarme en México fue tomada.
Sobre la fotografía
Soy un aficionado, me encanta, soy un amateur, la amo. He fotografiado el país por todos lados.
Lo que más te atrapó de México
En realidad me encanta el país, punto. La orografía me fascina: hay barrancas, volcanes, montañas; luego está el trópico, el clima es muy bueno. Los mexicanos por su parte son una mezcla, en su mayoría indígena y española, pero hay muchas otras influencias. Los indígenas no son todos iguales, hay mucha diversidad. La gente, en general, pero casi todos, son muy amables, muy tranquilos, y eso a mí me atrae. Realmente el mexicano es muy simpático, muy agradable.
Fotográficamente es muy rico. Desde la diversidad racial; los mayas, fisiológicamente, tienen una cabeza ancha; los tarahumaras pueden compararse más al apache y el comanche de Estados Unidos, por poner un ejemplo.
Hay quien dice que la tuya ha sido una fotografía antropológica ¿Qué aprendiste de los Tarahumaras?
Que nosotros somos muy acelerados. Siempre viendo el reloj, siempre corriendo. Los tarahumaras pueden quedarse en una piedra parados durante 20 minutos, no hay esa enorme prisa, no hay la urgencia de todo. Si tú visitas como rarámuri te sientas en una piedra a unos 10,15 o 20 m con la espalda hacia la casa que deseas visitar, te quedas sentado y si notan que estás ahí, sale otro hombre, si eres hombre, y en otra piedra se sienta, saluda: kwira. Luego no se habla nada durante un tiempo, quizá es algo así como, nos estamos conociendo, mi aura y tu aura se están conociendo, y entonces ya después podemos platicar de muchas cosas. Y si la persona iba por un poco de sal, por ejemplo, eso no se dice, más bien se platica de otras cosas y cuando se está por levantarse, se levanta el otro y pregunta si no se le ofrece nada: ahí el otro dice sí y vuelven a platicar y finalmente se dicen las intenciones. Quizá llegué a mi casa tres horas después pero fue un día muy bien empleado… Este es un ejemplo de cómo esta gente no tiene esa prisa, y creo que antes la gente lo hacía, en el siglo XIX no había tanta prisa, la prisa es moderna, es de nosotros.
Has visto un México en mutación por 60 años ¿Cuál sería tu consejo para los jóvenes que sería bueno rescatar?
Rescatar la calma, evitar vivir de una manera frenética.