Por Sanjuana Martínez
Enrique Peña Nieto termina mal su primer año de gobierno. Y lo hace por la puerta grande con un país sumido en crisis institucionales y un creciente descontento social; con un cerco policíaco-militar del Palacio Legislativo de San Lázaro, coordinado por el Estado Mayor Presidencial, con vallas metálicas cortando la circulación alrededor del recinto; con protestas y detenciones arbitrarias.
La violencia sigue siendo un gran reto para su gobierno. Peña Nieto no ha sido capaz de disminuir los altos niveles de secuestro, ejecuciones, desapariciones forzadas, feminicidios, desaparición de migrantes, asesinatos de periodistas y luchadores sociales…
La gran partida presupuestal destinada a la seguridad no ha dado los resultados esperados. Al contrario, las estadísticas desmienten al gobierno: en once meses, 17 mil 068 asesinatos.
Peña Nieto quiere meter a las víctimas de su guerra debajo de la alfombra. Imposible. Hay miles de desaparecidos y sus familiares siguen buscándolos. Hay víctimas esperando justicia y reparación. Hay 20 mil o 30 mil cadáveres sin identificar. Hay cientos de fosas clandestinas aún esperando ser abiertas. Hay cientos de militares, marinos y policías, acusados de crímenes como tortura, ejecución extrajudicial y desaparición forzada que aún no han sido enjuiciados y siguen recibiendo la protección del Estado para perpetuar la impunidad.
Las medidas de Peña Nieto para atender el desastre que dejo su antecesor no han funcionado. Su énfasis en una estrategia militar es un completo fracaso. El caos generado por su guerra contra las drogas se ha acrecentado durante su mandato. La Ley de Víctimas es una falacia, la unidad de búsqueda de desaparecidos con tres ministerios es francamente inoperante.
¿Qué espera Enrique Peña Nieto para dejar de cerrar los ojos ante la ominosa realidad que viven las víctimas de su guerra? La estrategia de mirar a otra parte fingiendo que no ocurre nada y de convertir la realidad violenta en la que vivimos en solo una “percepción” con la ayuda de una parte de los medios de comunicación, tampoco ha funcionado. El haber llenado las páginas de algunos periódicos de publicidad y eventos sociales o eventos oficiales no le ha dado los resultados esperados.
En derechos humanos el gobierno Peñanietista no ha dado buenos resultados en su primer año. El último informe de Amnistía Internacional señala que ha sido “un año perdido” en esta materia que desafortunadamente no ha sido “prioritaria” para el señor Peña Nieto: “Los graves abusos tales como desapariciones forzadas, feminicidios, abusos contra personas migrantes y ataques contra personas defensores de derechos humanos y periodistas han continuado, amparados por la impunidad”. Y le recordó precisamente que sus pocas medidas para atender a las víctimas “no han tenido impacto real en la situación en el país”.
Pareciera que el señor Peña Nieto no deja de dar tumbos. No hay una estrategia concreta en materia de seguridad. A su lucha policial y militar contra el narcotráfico le falta lo mismo que le faltó a su antecesor: una visión social del problema, políticas públicas de atención a las poblaciones vulnerables y programas destinados al eslabón más débil: los consumidores cada vez más jóvenes.
La otra gran asignatura pendiente en su primer año, es la economía. Peña Nieto prometió un crecimiento del 3.5 por ciento para 2013 y prometió cerrar el año con un déficit cero en las cuentas públicas, algo que no cumplió ya que el año se cerró con un 0.4 de déficit del PIB. Las cosas van tan mal que ya pronosticaron un déficit del 1.5 por ciento para el 2014.
El señor Peña Nieto quiere consolidar su propia fábrica de pobres. Carece igual que su antecesor, de una política salarial que termine con el enorme rezago a los salarios y su paulatina pérdida del poder adquisitivo para los trabajadores. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) no se equivoca. En su último informe refiere que hay 53.3 millones de pobres en 2012 contra los 52.8 millones que había en 2010. Además su famosa cruzada contra el hambre, encabezada por Rosario Robles, resultó ser todo un fiasco.
Tampoco en sus reformas estrellas le ha ido bien. La hacendaria, recibe aún el rechazo de sectores empresariales y laborales. La educativa, sigue generando un descontento en el entorno magisterial y por último, la energética, ya lo vimos ayer, concentra a un importante segmento de la población en contra.
La legitimidad de Peña Nieto tampoco mejora. Llegó al poder con una enorme sombra de irregularidades electorales que aún no logra disipar. Ha intentado fortalecer su gestión metiendo a la cárcel a Elba Esther Gordillo, pero la liberación de su amigo de partido, Raúl Salinas de Gortari, exonerado en julio pasado de enriquecimiento ilícito y la devolución de propiedades y cuentas bancarias por 224 millones de pesos, no le ayudan a mejorar su imagen.
Por supuesto, tampoco la la liberación de Caro Quintero, uno de los traficantes de drogas más importantes de México excarcelado el 9 de agosto pasado. Ni tampoco la liberación del capo Ernesto Fonseca “Don Neto”, quien al lado de Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo, dirigieron el cártel de Guadalajara.
Pareciera que Enrique Peña Nieto no da una. Su primer año de gobierno ha sido un rotundo fracaso en casi todo. ¿Habrá algo que haya hecho bien?
Twitter: SanjuanaMtz
Facebook: Sanjuana Martinez
Fuente: Sin Embargo