En el Kremlin hay normas no escritas para relacionarse con los altos funcionarios. Es importante prestar atención a cómo se dirigen a ti, comprender cuando están hablando de uno mismo en un ampuloso discurso y reaccionar de forma rápida y precisa a las preguntas del presidente.
“Le he oído”. Es una de las frases características del presidente ruso. Si se decodifica, significa que tus palabras no han pasado desapercibidas esta vez e incluso que, si tienes mucha suerte, estarán de acuerdo con tu propuesta y atenderán tu petición.
Lo cierto es que lo segundo no es obligatorio. En los últimos meses la frase se ha hecho muy popular fuera incluso de los pasillos del Kremlin. En un principio la utilizaron importantes hombres de negocios y funcionarios medios, posteriormente llegó a utilizarse en internet. La mayoría de los que la utilizaban no comprendían el profundo sentido de la frase.
Llamar por el nombre
En uno de sus encuentros el presidente ‘se olvidó’ repentinamente del nombre del músico opositor Yuri Shevchuk, al tiempo que se dirigía a los demás participantes de la charla por su nombre.
Andréi Illarionov, director del Instituto de Análisis Económico, le prestó una especial atención a este incidente. Había sido funcionario del Kremlin y sabe bien lo que significa que se dirijan a ti de esa manera.
El Kremlin es una de los pocas instituciones rusas donde la gente se trata con nombre y patronímico, como antiguamente, incluso si los dos interlocutores se tutean. Incluso cuando hablan entre ellos se utilizan las abreviaturas de las iniciales “V.V.” (Vladímir Vladimírovich Putin), “D.A.” (Dmitri Anatólevich Medvédev). Entre ellos también se llaman por el nombre, aunque a menudo es como muestra de una especial cercanía.
Es curiosa la transformación que se da con la gente a la que antes llamaban por el nombre y de tú y a los que, después de recibir un alto cargo en el Kremlin, les aparece inmediatamente el patronímico.
Hay numerosas interpretaciones sobre cómo se dirigen a una persona los ‘residentes del Kremlin’, ya que siempre tiene algún significado. De hecho, no es tan importante cómo se dirigen sino que digan el nombre.
Si te llaman por tu nombre significa, desde su punto de vista, que te reconocen como individuo y no solo como un rostro entre la multitud. Por eso nadie en el Kremlin (y no solo Putin) menciona el apellido del opositorAlexéi Navalni. Nadie estaba dispuesto a reconocerle como digno de atención.
Basta compararlo, por ejemplo, con el caso de Mijaíl Jodorkovski. Putin se negó a reconocer al anterior propietario de la petrolera Yukos como preso político, pero se refería a él por nombre y apellido o como Mijaíl Borísevich. Una clara muestra de consideración.
Interlocutor oculto
Un importante político, que siempre se ha caracterizado por una locuacidad poco comprensible compartió en secreto, después de dejar su puesto, de dónde venía esa costumbre. “Cuando entré en el Kremlin”, relató, “una persona muy sabia me advirtió: ‘Habla para que te entienda solo el interlocutor al que te diriges, pero que el resto no tenga ni idea de lo que quieres decir”.
En ese diálogo secreto puede que el que habla no indique ni con la mirada, ni con la entonación qué es lo que quiere decir o a quien va dirigido. La tarea del interlocutor no es únicamente escuchar y sacar conclusiones sino saber “mantener el tipo”.
Cómo hay que dirigirse a Putin
Callarse y aprovechar una pausa oportuna en la conversación para decir lo que uno quiere, supone fracasar en el 90% de los casos.
El silencio o una pausa demasiado larga de un funcionario a la hora de responder a Putin puede tener en general tristes consecuencias para su carrera, el presidente espera que sus interlocutores manejen la conversación con tanta precisión como él mismo.
A Putin le molestan que en los discursos se den demasiadas vueltas sin ir al grano. En estos casos se encierra en sí mismo o comienza a hacer preguntas de manera impaciente. “¿Quería decir algo?”, “¿De qué está hablando?” Por norma general esta irritación también se refleja en la reacción que tiene con los asuntos que le presentan. O bien ya no le interesan o le producen tanto rechazo como el mismo interlocutor.
Más que los discursos excesivamente largos, a Putin le molesta sobre todo que le interrumpan. Él mismo, generalmente, da oportunidad a su interlocutor de explayarse (a no ser que pueda precisar algo por el camino) y espera lo mismo a cambio.
Fuente: Rusia Hoy