Por José Gil Olmos
La libertad siempre hay que celebrarla porque es una condición y un derecho universal inalienable. Hay que festejarlo sobre todo cuando alguien como Alberto Patishtán sale libre después de haber sufrido la injusticia de la prisión por muchos años, a pesar de que siempre se demostró su inocencia.
Sin embargo, lo que no se puede festejar ni celebrar es que haya sido por una decisión política y que seguramente el PRI y Enrique Peña Nieto tratarán de colgarse la medalla tras el indulto que se la dará al maestro chiapaneco.
Durante más de 13 años Patishtán ha permanecido en diferentes cárceles pagando una condena de 60 años a los que fue sentenciado por los tribunales de Chiapas, acusado de participar en una emboscada a policías en la que murieron cuatro de los uniformados.
En este tiempo presentó las pruebas de que él no estuvo en el lugar donde ocurrieron los hechos, y que los acusadores falsearon las declaraciones ministeriales.
Pese a que demostró su inocencia, los tribunales de justicia de Chiapas desecharon las pruebas y ratificaron la sentencia de 60 años en contra del indígena tzotzil hace apenas unos meses, dejando fuera toda posibilidad de rectificación en otros tribunales del país, motivo por el que se empezó a buscar la salida en foros internacionales.
Desde la cárcel, Patishtán se convirtió en una figura emblemática de la defensa de los derechos humanos de quienes están presos injustamente, sobre todo de los indígenas que son lo más abandonados y castigados. Su voz e imagen fue la campana de resonancia para denunciar no sólo su caso, sino el de muchos otros más que se cobijaron en la organización La Voz del Amate, organización que les ayudó a conseguir su libertad.
Detrás de las rejas, Patishtán recibió reconocimientos como defensor de derechos humanos y líder social. Pero hacia fuera, en los tribunales de Chiapas, siempre se le trató como un homicida.
Los abogados del maestro bilingüe pidieron la intervención de la Suprema Corte Justicia de la Nación (SCJN), que declinó su competencia “por fallas al debido proceso”, mientras que el Primer Tribunal Colegiado del Vigésimo Circuito, en Tuxtla Gutiérrez, ratificó el 12 de septiembre la sentencia de 60 años de cárcel.
Indígena de la región de Los Altos de Chiapas, Patishtán tuvo la paciencia de esperar una posibilidad de que se reconociera la violación de sus derechos y su inocencia.
La oportunidad llegó esta semana en la que el Congreso de la Unión modificó los códigos penales para permitir que el jefe del Ejecutivo pueda indultar a aquellos a los que se les han violado sus derechos procesales.
Apenas se aprobaron las reformas penales y, en su cuenta de Twitter, Peña Nieto anunció que indultaría a Patishtán aprovechando así la oportunidad para su lucimiento político y la necesidad de reafirmarse en este tiempo en el que su figura de gobernante ha caído por los errores en la estrategia de combate al crimen organizado y la falta de crecimiento económico.
La liberación de Patishtán no es acto de gracia desde el poder, es el reconocimiento de su inocencia y del derecho a la libertad que tiene como ser humano.
En todo caso, si Peña Nieto quiere actuar con justicia, como jefe del Ejecutivo debería abrir una investigación para encontrar a los verdaderos culpables, aplicar la ley de víctimas para que se le reponga algo de lo perdido en estos 13 años de cárcel (hay cosas como la convivencia familiar que no tienen reparación), y ampliar el indulto a todos aquellos inocentes que están en la cárcel.
Twitter: @GilOlmos
Fuente: Apro