El Imperialismo del dólar, en su ocaso

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Por Vladislav Zhukovskiy

 

A pesar de las declaraciones de sus representantes oficiales los EE.UU. siguen sin conseguir reducir su excesivo consumo, lo que agrava los desbalances en la economía mundial. Más aún, el gobierno de los Estados Unidos mantiene artificialmente el consumo excesivo de las mercancías y servicios finales que jamás podrá pagar ni siquiera en teoría.

Hay que comprender que el permanente déficit del comercio exterior de los EE.UU. comenzó a formarse a finales de 1960-1970, cuando la imparable huida del capital industrial y financiero fuera de los Estados Unidos hacia los países subdesarrollados del tercer mundo a la búsqueda de la mano de obra más barata habían provocado la caída en la producción de mercancías en los EE.UU. y el crónico predominio de la importación sobre la exportación.

Precisamente en la segunda mitad de los 1960 la Tesorería de acuerdo con los banqueros de Wall Street, que entre otras cosas son los principales accionistas de la “máquina impresora” representada por el Sistema de la Reserva Federal, comenzaron a ampliar el inflado de los mercados financieros a través de la emisión y a atrapar a los sujetos económicos dentro del yugo de la deuda. Como resultado la proporción entre las reservas de oro del Ministerio de Finanzas y la masa monetaria emitida ha descendido desde los 90-100% necesarios dentro del marco del sistema establecido en Bretton-Woods hasta el apenas visible 9%. Lo cual había provocado la incapacidad de los Estados Unidos de cumplir sus obligaciones ante los propietarios extranjeros de las reservas de dólares para poder cambiar los dólares de papel por oro. En realidad, a mediados de agosto de 1971 durante el famoso discurso de Nixon, quien anunció que el cambio del oro por los dólares se congelaba, los EE.UU. declararon el default y, a juzgar por todo, habían perdido la carrera frente a la URSS.

Después de la supresión del patrón oro en agosto de 1971 y la eliminación del “freno de oro” del inflado de la economía a través de la emisión, así como del aumento del consumo a crédito (que recibieron el nombre de “reaganomía”, aunque su preparación se inició con Jimmy Carter como presidente y Paul Walker como cabeza del SRF) había comenzado la bacanal del capitalismo financiero, derivada en la hegemonía del dólar, el inflado de las burbujas financieras y el desmesurado crecimiento del peso de la deuda. Solo durante los últimos 30 años el nivel de la carga de la deuda estatal sobre la economía saltó de 40% a 105%, la relación de la deuda con respecto a los ingresos de los hogares ha aumentado de 55% hasta 115%.

Como consecuencia lógica, una vez que la oligarquía financiera, que controla la máquina impresora de la Reserva Federal, se había desatado las manos, comenzó la redistribución a gran escala de los activos y de la renta nacional en beneficio de un estrecho círculo de personas, que monopolizaron la mayor parte del sistema financiero y habían establecido su control sobre el centro emisor clave de la economía mundial – el SRF de los Estados Unidos. Como resultado el peso del sector financiero en los beneficios corporativos en los EE.UU. subió de 4% en 1947 a 45% en 2007 y su proporción en el PIB del país aumentó de 2% a 17%.

La dominación del gran capital financiero llevó al traspaso del capital de los sectores poco rentables de la economía real y ciencia fundamental hacia las operaciones especulativas en los mercados financieros que proporcionaban altas ganancias. Además, según el informe del Controlador de la circulación monetaria de la Tesorería de los EE.UU., en manos de los 4 bancos clave norteamericanos se concentra más del 98% de todo el mercado de los derivados, que se han convertido en el principal instrumento de manipulación de los mercados financieros, bolsas de mercancías-materias primas y, por lo tanto, de la economía mundial en su conjunto.

Mientras, la lista de los mayores accionistas de la Reserva Federal y prime dealers, que determinan el destino de la economía norteamericana y de toda la economía mundial, así como la situación en los mercados financieros de divisas, prácticamente no ha sufrido ningún cambio. El control sobre la máquina impresora y la emisión del dólar sigue en manos del cártel financiero internacional, cuyos intereses en la mayoría de los casos o no coinciden o se oponen diametralmente a los intereses del estado, población y del capital industrial.

Paralelamente las élites político-financieras de los EE.UU. y otros países económicamente desarrollados practican con éxito la colonización de los países poco desarrollados.

Durante el período desde el principio del año 1970 hasta el año 2008 el déficit anual del comercio exterior de los Estados Unidos ha subido de $ 15 mil millones a $ 551 mil millones- es decir en 36,7 veces. Además a lo largo de los últimos años (2000-2011) la importación de las mercancías y servicios superaba el volumen de la exportación en $ 250-600 mil millones o 3,5-5% del PIB.

En otras palabras, anualmente a lo largo de 2000-2011 los EE.UU. han estado recibiendo el crédito de todos los demás países del mundo por el valor de varios puntos de su PIB, lo cual junto el crecimiento del peso de la deuda permitía alimentar la ilusión del crecimiento del bienestar de la población. Según los resultados de 2000-2011 el déficit conjunto del comercio exterior de los EE.UU. ha superado la marca de $ 7,37 billones, lo que constituye ni más ni menos que prácticamente la mitad del PIB del “imperio del bien” – en 2011 $ 15,3 billones.

El “imperialismo del dólar” y el sistema del soborno comprador global de las élites nacionales ha permitido a la clase gobernante norteamericana, uno de los principales centros de fuerza dentro del marco de la clase dirigente global, introducir a la mayoría de los países antaño independientes en el sistema de intercambio económico exterior no equivalente.

A lo largo de los últimos 40 años del predominio del capitalismo financiero del dólar a cambio de la venta de mercancías y recursos reales (petróleo, gas, metales) los países que exportan a los Estados Unidos reciben los dólares de papel (o cifras en las cuentas del ordenador) no asegurados por nada, que en semejante volumen sin sufrir pérdidas únicamente se pueden invertir en los papeles de deuda del gobierno de los EE.UU.

Lo cual ha favorecido la llegada del capital financiero a los Estados Unidos, la prosecución del inflado de las burbujas en el mercado del consumo y financiero, y el crecimiento de los desbalances en el consumo excesivo. No es de extrañar, que junto con el efecto sustancialmente aumentado (en 1,5-2 veces) con respecto a la capacidad adquisitiva real del curso del dólar con respecto a las divisas de la mayoría de otros países, esto le permite a los EE.UU. con una economía que representa el 18,5% del PIB mundial generar aproximadamente el 40% de la demanda mundial final y mantener el peso específico del dólar en el sistema de pagos internacionales por encima de la marca de 55-60%.

A lo largo de los últimos 40 años del inflado de la economía mundial a través de la emisión incontrolada y la globalización financiera, realizada en interés del estrecho círculo de los mayores bancos internacionales accionistas de la Reserva Federal y demás mayores Bancos Centrales, a todos los demás países del sistema a los que se les ha impuesto el intercambio económico externo no equivalente han estado concediendo el crédito y siguen dando el crédito gratis a los Estados Unidos de Norteamérica. Este modelo asegura el intercambio del capital real por el ficticio, del de los recursos por el sin recursos, del de las mercancías por el sin mercancías, del físico por el virtual.

De esta manera solo durante los últimos 12 años los Estados Unidos han recibido el crédito puro en mercancías por el valor de $ 6,7 billones (44,6% del PIB), y durante el período desde la supresión del patrón oro y la monetarización de las deudas el déficit acumulado en el comercio exterior de los EE.UU. ha superado los $ 8,5 billones. En gran medida gracias a este consumo artificialmente inflado a costa de la ampliación del crédito y la imposición al mundo de su divisa de reserva única en forma del dólar es lo que ha permitido mantener la ilusión del aumento del nivel de vida de los ciudadanos norteamericanos y tapar por algún tiempo el estado crítico de la economía norteamericana, que de hecho está en la bancarrota.

Los papelitos del dólar que no valen nada obtenidos dentro del marco del intercambio no equivalente, con la periodicidad cíclica de 6-10 años, son sistemáticamente depreciados en el transcurso de las crisis bursátiles expresamente provocadas, lo que favorece la depreciación de las deudas y la quema del exceso de la masa monetaria del dólar. Tan solo desde el momento de la supresión del patrón oro y la puesta en marcha del mecanismo de la emisión global del dólar la divisa norteamericana se ha depreciado por 7, y en el período desde la creación de la Reserva Federal (cuartel general del cártel bancario internacional) la capacidad adquisitiva del dólar ha caído en más de 23 veces.

Desde que se quitó el “freno de oro” y se eliminaron las limitaciones para la emisión incontrolada del dólar y demás divisas de reserva se puede observar el proceso de la así llamada “inflación de los petrodólares”, expresada en el universal crecimiento de las cotizaciones en los mercados financieros, de mercancías-materias primas y mercados de divisas, que crea la ilusión de la animación de la economía mundial y el enérgico desarrollo de la actividad mercantil. Sin embargo en realidad tiene lugar la imparable depreciación de las divisas “de papel”, manifestada en la “inflación de los activos financieros” – la emisión de las principales divisas de reserva ha quedado definitivamente desligada de la economía real y del aumento de las mercancías, lo que ha provocado el inflado de la burbujas financieras.

Ya más de 40 años la mayoría de los países de la llamada “periferia del imperialismo global del dólar”, introducidos en el sistema internacional de la división del trabajo impuesto por las multinacionales norteamericanas y los bancos globales con el estatus de repúblicas bananeras coloniales y suministradores de la mano de obra barata, a costa de sus recursos materiales y de trabajo están concediendo el crédito sobre una base gratuita a los EE.UU y manteniendo la capacidad adquisitiva del dólar que se está depreciando.

En realidad, la liberalización de las relaciones económicas externas impuesta dentro del marco del “consenso de Washington” tiene como única finalidad simplificar el acceso de los monopolios globales y bancos internacionales a los mercados de los países antes independientes y su posterior colonización económico-financiera.

Como enseña la experiencia de los países de Europa del Este y de los países ex-integrantes de la URSS, la consecuencia natural de la eliminación poco meditada de las limitaciones al movimiento transfronterizo del capital y el seguimiento de las recomendaciones del FMI y del Banco Mundial, instituciones mantenidas por las corporaciones multinacionales globales, son la monstruosa desindustrialización de la economía, desaparición de industrias con potencial científico, degradación del potencial científico-técnico y productivo, lumpenización de la población y el retroceso de las economías nacionales hasta el estado del arcaísmo medieval feudal.

Es lo que con la máxima claridad nos muestra el ejemplo de la zona euro, afectada por la crisis de la deuda, que refleja la profunda crisis de todo el proyecto de la integración europea, que tenía un carácter colonial. Ni Grecia, ni Portugal, ni siquiera España poseen fuentes de recursos dentro del marco del sistema de la división del trabajo actual – sencillamente no tienen capacidad para ofrecer producción competitiva dentro del mercado común europeo y poder competir con los gigantes industriales de Europa Occidental.

También Rusia, por desgracia, a los largo de los últimos 22 años desde el momento de la desintegración de la Unión Soviética aparece en calidad de apéndice para el suministro de materias primas y mano de obra cualificada para los EE.UU., UE y desde hace poco para China. A lo largo de los últimos 20 años solamente según las estadísticas oficiales del Banco de Rusia han salido del país $ 750 mil millones, y si añadimos la evasión “gris” y directamente criminal del capital esta cifra supera $ 1,5-2 billones.

Teniendo en cuenta los beneficios evadidos producidos por el aumento del capital y el efecto negativo multiplicado de la caída por 2 del PIB, el hundimiento de la industria en un 60%, la reducción por 5 de las inversiones del capital, la caída por 10 de la producción con aplicaciones científicas y la extinción de 15 millones de personas las sumarias pérdidas de Rusia debidas a la aplicación de la política del “fundamentalismo del mercado” superan $ 3,5-4 billones. Si añadimos a esta cifra la renta nacional que se fue comiendo como resultado de la venta de los recursos naturales irreemplazables sumados en $ 3,3 billones, entonces la suma de las pérdidas económicas directas de Rusia desde su asimétrica y perjudicial entrada en el sistema de la división de trabajo global, creado para el interés de los bancos de Wall Street y los mayores bancos mundiales, durante los últimos 20 años de la realización de la política saboteadora del “consenso de Washington” supera los $ 7 billones.

Durante los últimos 20 años el peso específico de las materias minerales y la producción de elaboración primaria ha saltado de 26% a 92%, la proporción de las industrias de elaboración en el PIB se ha derrumbado de 36% a 16,1%, el volumen de producción en las industrias de elaboración es 20% inferior al 1990, y en la construcción de maquinaria, herramientas y aparatos la producción no alcanza el 40-55% de la de las postrimerías de la URSS.

Si las autoridades rusas de verdad desean salir de la total dependencia económica, política, financiera, ideológica y científico-técnica, entonces en un cortísimo plazo de tiempo hay que reorientar todo el modelo de la economía rusa del actual, que obliga a comerse la renta natural de materias primas, al de la máxima potenciación de la renta científico-técnica, de infraestructuras e industrial.

En un plazo muy corto hay que desligar la emisión del rublo de la llegada de los petrodólares y créditos extranjeros, así como poner en marcha el mecanismo de crédito para la economía nacional y la refinanciación del sistema bancario nacional para que la oferta monetaria se forme de acuerdo con las necesidades de los productores nacionales de mercancías, y no siguiendo los juegos del capital especulativo global.

El “imperialismo del dólar” que absorbe los jugos de la economía mundial en beneficio del gran capital transnacional financiero e industrial, paulatinamente empieza a ahogarse bajo el peso de los desbalances y contradicciones que él mismo ha creado.

A diferencia de 2008, cuando se logró evitar el derrumbe del sistema de divisas-financiero existente, basado en la hegemonía del dólar y la pirámide de la deuda del dólar del gobierno estadounidense, exclusivamente gracias a la puesta en marcha de la máquina impresora y el rellenado de los mercados financieros sin precedentes por sus proporciones con el dinero líquido barato ($ 13 billones, contando con la emisión fuera del balance, no contabilizada, solo en los EE.UU.), hoy será prácticamente imposible evitar el crash del “imperialismo del dólar” con los métodos monetaristas.

El nivel de la deuda estatal de los EE.UU. ha ascendido de 65% a 105% del PIB, y la mitad de los países de la zona euro ya se encuentran en situación de default técnico – Italia, España y Portugal logran refinanciaran las deudas contraídas anteriormente únicamente gracias al inflado del mercado financiero mediante la emisión por parte del Banco Central Europeo por valor de $ 1,4 billones durante el último año.

La economía mundial y el sistema internacional financiero de divisas, basados en la incontrolada emisión del dólar (y otras divisas de reserva) junto con la construcción de la pirámide de las impagables deudas estatales han llegado a un callejón sin salida y están al borde del derrumbe. Cuanto más los mayores Bancos Centrales llenan los mercados financieros con la liquidez barata en beneficio del capital financiero transnacional, tanto más se inflan las burbujas en los mercados financieros y tanto más sufre el sector real de la economía debido al aumento de los gastos y tanto más rápido cae el nivel de vida real de la población.

Según los datos oficiales del Ministerio de Agricultura de los EE.UU., más de 46 millones de personas cobran hoy el subsidio por desempleo, aunque según la valoración alternativa del Ministerio de Trabajo (indicador U-6) la proporción de parados supera el 16%, mientras que el 60% de la población de los EE.UU. a lo largo de estos últimos 30 años del capitalismo financiero y la bacanal de crédito y emisión se han empobrecido en un 7-30%. No es de extrañar que incluso los políticamente correctos con respecto a las élites político-financieras de los EE.UU. y extremadamente cautos en sus declaraciones representantes de la ONU, FMI y del Banco Mundial ya han reconocido abiertamente que la principal amenaza para la economía mundial y la estabilidad social en la mayoría de los países son las burbujas de los mercados financieros y, en primer lugar, plataformas de mercancías, materias primas y alimentos, provocadas por la imparable emisión de las divisas de reserva clave y la arbitrariedad de los especuladores financieros internacionales.

Las primeras revueltas del hambre en los 40 países de Próximo Oriente, Norte de África y Asia, que tuvieron lugar en 2010-2011, terminaron con una oleada de sangrientas revoluciones y guerras civiles, a juzgar por todo, activamente dirigidas por las élites norteamericanas. Pero solo en el período de junio a agosto del presente año los precios de las principales mercancías alimenticias, que constituyen la base de la alimentación de la absoluta mayoría de la población del planeta, han subido 55-70% (soja, trigo, maíz etc.). En este caso no se puede excluir la nueva oleada de las revueltas del hambre, que en las condiciones de la depresión global y la caída en recesión de las principales economías del mundo (zona del euro etc.) amenaza con extenderse desde los países poco desarrollados de África y Asia a los ciudadanos de la hasta hace poco próspera Europa e incluso de los Estados Unidos. Ya hay primeros síntomas – huelgas de hambre, huelgas generales y multitudinarias marchas de protesta en Grecia, Portugal, Italia, España, Gran Bretaña e incluso en los Estados Unidos – confirman la tesis de que los mercados financieros se han convertido en un tumor cancerígeno sobre el cuerpo de la humanidad. 

Fuente: www.Nakanune.ru / Traducción directa del ruso de Arturo Marián Llanos

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