El hombre de la Uzi escondida

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Por Uri Avnery/ Gush Shalom

 

Había un joven israelí al que capturaron unos caníbales. Estos le metieron en la caldera llena de agua y empezaron a encender el fuego. En ese momento expresó su último deseo: “¡por favor no me hundan los oídos!”.

Cuando el jefe caníbal le obligó a hundirlos, el israelí dio un salto, levantó el uzi y encañonó a sus captores.

“Si tenías el uzi desde el principio, ¿por qué no lo has usado antes?”, le preguntaron sus captores.

“Porque no puedo hacer eso a menos que esté muy furioso”, replicó.

La actuación de Barack Obama en los debates me recuerda este chiste. En la primera confrontación estaba apático y exánime. Sólo quería que terminase aquella pavada.

Durante el segundo debate era un hombre diferente. Enérgico, agresivo, decidido. En una palabra: furioso.

Cuando comenzó el enfrentamiento eran las tres de la madrugada en Israel. Lo podía haber grabado para verlo después. Pero no tuve paciencia. La curiosidad sacó lo mejor de mí mismo.

Por supuesto que todo el debate fue una majadería. No existe correlación en absoluto entre el talento para debatir y la habilidad para gobernar una nación. Se puede ser un gran polemista e incapaz de desarrollar una política racional. Israel solo tiene que fijarse en Benjamín Netanyahu. Se puede ser un poderoso dirigente y hacer el mayor ridículo al expresarse. Como Yitzhak Rabin, por ejemplo.

Sin embargo, los norteamericanos insisten en que lo que muestran los candidatos en los debates es una de las condiciones para ser elegidos. Podríamos recordar los combates de la antigüedad, cuando cada bando elegía a un campeón y cada uno de los combatientes trataba de matar al otro, en lugar de hacer una matanza en masa. David y Goliat saltan a nuestra mente. Es realmente mucho más humano.

La retórica no va dirigida a la masa de votantes. Como hemos dicho, está dirigida a los indecisos, una clase especial de personas. El título se supone que confiere algún tipo de distinción. A mí me parece que tiene más sentido como una expresión de desprecio. Si a tres semanas de las elecciones uno no ha tomado todavía una decisión, ¿acaso es algo de lo que se pueda presumir?

A estas alturas del partido, los dos candidatos han de ser muy cuidadosos para no contrariar a nadie. Lo que significa, claro está, que no se pueden permitir el lujo de presentar ninguna opinión definitiva, de corte claro, sobre ninguna cuestión, excepto sobre lo buenas que son las madres y la tarta de manzana, o si se trata de Israel, del sionismo y el pescado gefilte**.

Hay que tener cuidado con cualquier idea nueva. Dios no lo permita. Las nuevas ideas crean enemigos. Pueden causar buena impresión a algunos votantes, pero lo más probable es que ahuyenten a muchos más. El truco consiste en expresar generalidades en términos muy enérgicos.

La tenencia de armas, por ejemplo. Las armas matan. En la más estricta confianza yo podría revelarte que las armas se fabrican solo para este fin. Puesto que no es muy probable que te secuestren los caníbales, ¿para qué, por el amor de Dios, vas a tener un uzi en el aparador? ¿para mantener a raya a la injusticia?

Incluso Obama esquivó el tema. No se atrevió a salir con una decisión incondicional para poner fin a este fastidio de una vez por todas. Uno no quiere buscarse líos con el lobby de las armas. Casi lo mismo que pasa con el lobby proisraelí. Mit Romney citó su experiencia al haber reunido a los partidarios y detractores de las armas para llegar a un compromiso del tipo: en vez de 10 niños con rifles de asalto pegando tiros a sus compañeros del colegio, sólo cinco cada año.

Debo admitir que no comprendí muy bien la agria disputa sobre el incidente de Bengasi. Quizás se necesite una mente anglosajona para pillarlo. Mi primitiva cabeza israelí es incapaz de ello.

¿Fue un simple ataque terrorista o los terroristas protestaban por falta de cobertura? ¿Por qué demonios ha de resultar eso importante? ¿Por qué ha de molestarse el presidente en falsificar la imagen para que parezca una cosa u otra? Los israelíes saben por su larga experiencia que después de un intento fallido de rescate los servicios de seguridad siempre mienten. Está en su naturaleza. Ningún presidente puede cambiarlo.

La idea de que un país puede proteger sus cientos de embajadas y consulados en todo el mundo contra todos los tipos posibles de ataques resulta pueril. Especialmente si recortas el presupuesto de seguridad.

Aparte de estas cuestiones particulares, los dos presidentes hablaron de generalidades. ¡Cava, niño, cava! ¡Pero no te olvides del sol y del viento! Los jóvenes tienen que poder ir al colegio. Y conseguir después un trabajo bien remunerado. A los tortuosos chinos hay que enseñarles quién es el jefe. El desempleo es malo y hay que abolirlo. Hay que salvar a la clase media. Parece ser que la clase media (tanto en EE.UU. como en Israel) abarca a la totalidad de la población. Uno podría preguntarse de qué son ellos el medio. Nunca se oye nada de alguien que esté más arriba o más abajo en la escala.

En resumen, ambos candidatos hicieron un mundo de las enormes diferencias que existen entre ellos, pero parecían sospechosamente iguales.

Excepto por el color de su piel, por supuesto. ¿Pero nos atrevemos a mencionar eso? Si queremos ser políticamente correctos, no. El factor más evidente de la campaña es también el secreto mejor guardado.

No puedo probarlo, pero mi impresión es que la raza juega un papel mucho más importante en estas elecciones de lo que nadie se atreve a admitir.

En los debates presidenciales uno no puede evadir el hecho de que un candidato es blanco y el otro negro. Uno es WASP (¿son protestantes los Mormones?), el otro es medio negro. La diferencia es mucho más patente en el caso de las esposas. No se puede ser más blanca que Ann o más negra que Michelle.

Que no se mencione esta realidad no hará que desaparezca. Ellas están ahí. Ellas seguro que desempeñan un papel en las mentes de mucha gente, incluso inconscientemente.

Uno no puede menos de maravillarse en primer lugar de que Barack Hussein Obama fuese elegido presidente. Esto muestra a los norteamericanos de la mejor manera posible. ¿Pero se producirá esta vez un retroceso? No lo sé.

Desde el mismo comienzo tuve la sensación de que Obama ganaría el debate. Y lo ganó.

En un artículo anterior mencioné que tenía muchas dudas sobre Obama. Un airado lector me preguntó cuáles eran. Bueno, Obama ha estado aceptando la agenda belicista de Netanyahu. Después de algunos débiles intentos de conseguir que Netanyahu suspendiera la construcción de asentamientos, Obama se quedó mudo. Obama debe cargar con su parte de culpa por haber malgastado cuatro años preciosos, durante los que se ha causado un daño lamentable y quizás irreversible al proceso de paz palestino-israelí. Los asentamientos se han extendido a un ritmo frenético, la ocupación ha herido raíces aún más profundas, la solución de los dos Estados – la única que existe – se ha minado gravemente. La Primavera Árabe, que con toda facilidad podría haber sido un nuevo comienzo para la paz en Oriente Medio, se ha desaprovechado. La iniciativa de paz árabe, que ha estado sobre la mesa durante años, sigue todavía sobre la mesa como una flor marchita.

La inactividad norteamericana acerca de este problema ha profundizado la desesperación de las fuerzas de paz israelíes al borde de nuestras propias elecciones, eliminando totalmente la idea de paz en el discurso público.

Por otra parte, Obama ha impedido que Netanyahu iniciara una guerra catastrófica. Puede haber salvado la vida de cientos o miles de seres humanos, israelíes e iraníes, e incluso al final también norteamericanos. Solo por eso debemos estarle profundamente agradecidos.

Espero que Obama gane las elecciones, o más bien que no las gane el otro. Como decimos en hebreo recurriendo al Libro de Esther: “No por el amor de Modejai, sino por el odio de Haman”.

(Me siento otra vez tentado a citar el antiguo chiste judío sobre el rico mezquino el día de su entierro. Nadie quería hacer los elogios requeridos con ocasión de su muerte. Al final alguien se puso de pie y dijo: “Todos sabemos que era un espíritu ruin, depravado y avaricioso, pero comparado con su hijo era un verdadero Ángel”).

Por supuesto que esto es una exageración caricaturesca. Yo tengo realmente mucha simpatía por Obama. Creo que es básicamente una persona decente y bienintencionada. Espero que sea reelegido y no solo porque la candidatura contraria resulte tan inquietante.

Si Obama sale elegido, ¿cómo será su segundo mandato en lo que nos concierne?

Siempre nos queda la secreta esperanza de que un presidente en su segundo mandato tenga una actitud menos servil hacia el lobby pro-israelí, que realmente resulta unlobby anti-israelí, pues nos dirige al desastre nacional.

Después de ser reelegido, en el segundo mandato presidencial estará más liberado de su temor al lobby, de sus votantes y del dinero de estos. No totalmente, por supuesto. Todavía tendrá que estar preocupado por las elecciones al Congreso de mitad de mandato y sobre del futuro de su partido en las siguientes elecciones presidenciales.

A pesar de todo, tendrá mucha más libertad de acción. Podrá hacer mucho más por la paz y cambiar el rostro de Oriente Medio.

Como dicen nuestros primos hermanos árabes, inshallah, si Dios quiere.

—-

* El uzi es un subfusil de fabricación israelí. (N. del t.)

** Plato típico de la gastronomía asquenazi. (N. del t.)

Fuente original: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1350654592/ Traducción Enrique Prudencio

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