Grupo México lo que toca lo pudre; ha dejado una estela de muertos y daños ambientales. Aseguran ONG que a la empresa sólo la han sancionado con multas ridículas. “Los ecocidios recientes demuestran que el país no está preparado para la reforma energética”, afirman
Por Sanjuana Martínez/ Especial para La Jornada
El largo historial de muerte del Grupo México empezó en 1908, cuando en la mina 3 Rosita, ubicada en la región carbonífera de Coahuila, murieron 200 mineros por una explosión de gas; mientras el rastro de la degradación ambiental dio inicio hace 60 años en la misma región, al abandonar los hornos de Cloete utilizados para coquizar el carbón.
Grupo México es un asesino serial, dice de manera tajante Cristina Auerbach Benavides, directora de la organización Familia Pasta de Conchos e integrante del Centro de Reflexión y Acción Laboral (Cereal). Nunca ha reparado en el medio ambiente por donde ha pasado. Todo lo que toca Grupo México lo pudre.
Ante el derrame de 40 mil metros cúbicos de arsénico, cadmio, cobre, cromo y mercurio en los ríos Sonora y Bacanuchi, provenientes de la mina Buenavista del Cobre, del Grupo México, la organización en defensa de los mineros realizó el informe Una historia de muerte y desolación: la minería de Asacro-Grupo México –entregado a La Jornada–, donde da cuenta de manera detallada del camino de muerte y depredación ambiental que ha provocado esa empresa.
La presencia del grupo le ha traído amargura y sufrimiento a la región; es ir recuperando la memoria. La empresa habla de utilidades, pero nunca de los muertos; ha dejado una enorme estela de muertos en la región.
La huella negra
Caminar por el municipio de Sabinas es descubrir los restos del ecocidio ocasionado por las minas del Mezquite, propiedad del mismo grupo. Aquí murieron siete trabajadores por explosión a consecuencia de un cortocircuito, el 12 de octubre de 1976.
Cuatro años después, el 23 de febrero de 1980, murieron otros cuatro mineros haciendo reparaciones de máquinas: les estalló un transformador. Y en la misma mina, en 1998, fallecieron tres más, dos de ellos de 17 y 14 años.
Por si fuera poco el costo en vidas humanas, Grupo México abandonó esos yacimientos dejando una desolación ambiental que aún provoca consecuencias: Por esta entrada al rastro de Sabinas uno va encontrando la pedacería de lo que fueron las minas del siglo pasado, ahora abandonadas. No se conoce ningun proyecto de resarcimiento ambiental.
La historia de las minas Rosita no es diferente. Aquí Grupo México hizo un parque que llamó ecológico, rodeado de desechos de carbón.
A los 200 mineros muertos en 1908 hay que añadirle seis en 1921 por explosión de gas, 57 en 1934 por explosión de gas y polvo de carbón, 36 en 1938, siete en 1939, cuatro en 1942 y uno en 1948, todos por la misma causa. Además, 11 decesos por una máquina eléctrica que reventó y explotó. El 10 de septiembre de 1976 hubo otra explosión y perdieron la vida otros dos trabajadores.
Pero la explicación de la arraigada costumbre de Grupo México de abandonar sepultados a sus mineros se remonta al 29 de septiembre de 1973, cuando la mina 6 en Nueva Rosita explotó por falta de ventilación. Murieron tres trabajadores y 17 resultaron heridos, de los cuales siete fallecieron después por quemaduras. El ingeniero estadunidense Feliz Schleevoight bajó a revisar las causas del percance y no fue rescatado. Saldo final: 11 decesos y un cuerpo sin rescatar.
Obviamente si la empresa ha matado a tantos mineros y dejado a un estadunidense sepultado, nadie le dice nada por dejar a 63 mineros mexicanos en una mina. Esa es la lógica cínica del grupo.
La huella de muerte y contaminación del Grupo México pasa por la colonia Rovirosa en Nueva Rosita, subiendo por un costado de la chimenea donde tira sus desechos a tan sólo 50 metros de las viviendas. Cuando se registró la inundación en 2006, el gobierno de Humberto Moreira le propuso a la gente que saliera de sus casas, y las máquinas que llegaron a destruir esa colonia eran de Grupo México. Las familias se opusieron. Lo que quería la empresa era ampliar su territorio, que colinda con el río, porque ya no le caben sus desechos. Esa es la historia de Grupo México en la región, recuerda Auerbach Benavides.
Ante este panorama, la organización civil exige la disolución de ese grupo:Es una empresa depredadora que debe desaparecer. Está probado históricamente que Grupo México no va a cambiar. Los mineros siguen muriendo por las mismas razones desde 1908. Y los desastres ecológicos son los mismos. Es la repetición del delito, porque nunca lo han sancionado realmente, más que con multas ridículas. Cuando un Estado no castiga, bendice.
Las multas de 8 mil a 180 mil pesos que le han impuesto las autoridades a Grupo México por ocasionar desastres ecológicos o no cumplir las normas de seguridad en sus minas contrasta con la demanda interpuesta en Estados Unidos por mil millones de dólares por contaminación con asbestos, y la limpieza de 20 áreas contaminadas.
Desastres ecológicos
Al derrame tóxico en el río Sonora se une la emergencia ambiental en el arroyo La Cruz, donde la empresa Proyecto Magistral derramó alrededor de 2 mil metros cúbicos de agua con cianuro en una mina del municipio El Oro, en Durango.
Además, está la fuga de petróleo crudo de un oleoducto de Petróleos Mexicanos (Pemex) provocada por una toma clandestina, a 15 kilómetros al sureste de la refinería en Cadereyta, que provocó la contaminación de varios kilómetros del río San Juan y la amenaza de daño a la presa El Cuchillo, que abastece de agua a Nuevo León.
Esto es el prólogo de lo que viene con la reforma energética. Si se castiga a Grupo México, Pemex y las otras empresas causantes de desastres ecológicos, los inversionistas depredadores que están anotados la van a pensar; pero si no, lo que nos espera es peor, señala Auerbach Benavides.
Caminar por el margen del río San Juan es encontrar la degradación de flora y fauna. Los peces y las aves cubiertos por el líquido negro mueren lentamente. Un total de 164 especies de aves, peces, reptiles, anfibios y mamíferos están en peligro por el derrame de crudo.
Pemex intentó ocultar el derrame los primeros días, pero luego fue imposible, por la cantidad de kilómetros contaminados. Emitió un comunicado el día 17 de agosto, pero sin mencionar que el derrame había alcanzado al río San Juan.
Después de siete días, no sabemos si fue un combustóleo, un crudo, gasolina, mezcla. Las autoridades dicen que fue un intento de ordeña, pero no nos enseñan la toma clandestina. Entonces no sabemos si fue negligencia, sabotaje o falta de control. Deberíamos saberlo. ¿Por qué se quemaron 50 hectáreas alrededor de la fuga? ¿Qué intentan ocultar?, dice en entrevista Guillermo Martínez Berlanga, director del Comité Ecológico pro Bienestar.
Durante 25 años de lucha, este ecologista amenazado de muerte por depredadores ambientales privados y públicos denuncia que las terribles consecuencias de la contaminación del río San Juan son impredecibles aún: “Si se contamina El Cuchillo, Monterrey se verá en graves problemas de abastecimiento de agua potable. El corazón de la zona metropolitana y de la agricultura en Nuevo León se llama cuenca del río San Juan, ahora contaminado. Lo que ha hecho Pemex es un ecocidio en todas sus dimensiones”.
Pemex mantiene bajo reserva información trascendental, como la cantidad de kilómetros exactos contaminados del río y una acequia afectada. Nadie sabe la magnitud de la catástrofe, nadie sabe el volumen, nadie ha hablado de los millones de toneladas de hidrocarburo o los millones de metros cúbicos de crudo; es un secreto de Estado de Petróleos Mexicanos. Entonces, tenemos daños ambientales, daños en la salud y en los acuíferos. Y por otra parte, impunidad. ¿Quién castiga a Pemex?
Para el ecologista, la tibia y a veces nula respuesta de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) fomenta la impunidad y la repetición de los ecocidios: El Grupo México siempre se pasa la ley ambiental por el arco del triunfo, mientras en Estados Unidos multan con 600 millones de dólares a Asarco, aquí no lo tocan ni con el pétalo de un citatorio.
A Martínez Berlanga no le cabe duda que el futuro será peor: “Estos ecocidios demuestran que México no está preparado para la reforma energética, porque si el gobierno no puede controlar la fuga de Pemex o la contaminación de Grupo México, menos podrá con las trasnacionales 10 veces más poderosas y con mayor poder corruptor”.
Fuente: La Jornada