El Gobernador enfermo

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Por Lydia Cacho

Cuando Fausto Vallejo se lanzó como candidato a la gubernatura de Michoacán ya sufría de una enfermedad hepática y había sido diagnosticado. Sufría ya de inflamación y fibrosis que eventualmente podría llevarlo a una crisis de insuficiencia hepática. Según una fuente cercana a la familia Vallejo, la cirugía se planeó desde antes de que se lanzara a la campaña, pero debido a lo extenuante que sería la temporada electoral, decidieron posponer la operación.

El 15 de febrero de 2012, tomó protesta y en octubre de ese año su equipo mintió al decir que se había sometido a una cirugía de hernia umbilical, cuando en realidad se le practicó una biopsia hepática por vía laparoscópica. Luego, este marzo, se hizo otros estudios, dejó sus labores durante 15 días y se tomó la decisión de hacer el trasplante de hígado; mintieron otra vez. Incluso en el noticiero de Denise Maerker, el 4 de abril de 2013, Jesús Reyna, Secretario de Gobierno, desmintió que Vallejo hubiese viajado a Chicago para recibir atención médica. Al final fue el hijo del enfermo quien agradeció las oraciones por la cirugía de su padre. Se vieron forzados entonces a admitir que se había hecho un trasplante de hígado en Chicago.

El argumento para el ocultamiento de la verdad es que la salud del Gobernador es un asunto privado. La pregunta que debemos hacernos es si las y los candidatos de elección popular sufren de una enfermedad grave que les impide trabajar es asunto público o privado.

Un especialista del The University of Chicago Medicine, del Centro para Pacientes Internacionales, revela que efectivamente un porcentaje importante de pacientes mexicanos requieren los servicios especializados de su hospital. El programa de trasplante hepático es el cuarto más antiguo de ese país y uno de los más reconocidos en el continente americano.

Mis fuentes consultadas explican que el trasplante que se le hizo al Gobernador Vallejo en Chicago precisa de un tratamiento de terapia anti-rechazo que implica cuidados extremos, mucho reposo, cero estrés, cambio de alimentación y cuidados médicos especializados durante las 24 horas. El paciente puede llevar a cabo tareas cotidianas libres de estrés de tres a seis meses después de una cirugía como la que se practicó al Gobernador michoacano. Según los expertos consultados, para que el trasplante no sea rechazado es preciso medicar al paciente con inmunosupresores cuya tarea es la de bajar el máximo el sistema inmunológico del paciente trasplantado, ya que como el cuerpo reconoce el trasplante hepático como un tejido ajeno, activa una fuerte reacción inmunológica para que el organismo lo ataque.

Al Gobernador Vallejo, de 64 años, se le recetaron inmunosupresores (esteroides) que sigue tomando hasta la fecha, cuyos efectos secundarios son: nausea, vómito, hipertensión arterial, vértigos, dolores de cabeza, temblores y dolor muscular, insomnio, confusión y ansiedad. Como después del trasplante hepático hay un altísimo riesgo de enfermedad cardiaca coronaria, al paciente se le recomienda pasar al menos 12 meses en reposo, alejado del estrés y con cuidados especiales, porque al tener el sistema inmunológico deprimido se puede enfermar de cualquier cosa. A decir del doctor Wallace, una gripe se puede convertir en neumonía. El uso de esteroides a largo plazo debilitan el sistema óseo y pueden provocar fracturas. El tono amarillento (ictericia) y la delgadez del Gobernador muestran que aún está en fase delicada. Luego del trasplante el paciente está en riesgo de que shock renal, que se puede resolver con un tratamiento de diálisis y reposo absoluto. De allí que haya pedido 90 días de ausencia.

Evidentemente el cuatro veces Alcalde de Michoacán tiene derecho a cuidar su salud, sin duda es muy duro el proceso por el cual está pasando. Sin embargo, la pregunta que se rehusan a hacer en voz alta las y los diputados tiene lugar: ¿puede un Gobernador en ese estado de salud hacer su trabajo? La respuesta de varios hepatólogos a quienes consulté es muy clara: no, no debe exponerse al estrés que implica una gubernatura, mucho menos en las condiciones de violencia existentes que exigen la toma de decisiones durante las 24 horas, bajo serios niveles de presión, pues el riesgo de un infarto coronario se incrementa en la medida en que el paciente acrecienta su ansiedad, eso se le informó antes de operarlo.

El doctor Stephen Tomlanovich, experto en trasplantes e inmunosupresores, asegura que estos químicos tienen efectos secundarios severos durante los primeros seis meses y es cuando se considera que se ha logrado el trasplante; sin embargo, es un año después cuando mueren más pacientes trasplantados, de allí que precisen reposo y cuidados extremos para evitar infecciones y el desarrollo de diabetes, daño renal e incluso cáncer. Los pacientes mayores de 50 años son más susceptibles a sufrirlos. Los efectos secundarios después del trasplante incluyen depresión, ansiedad, pérdida de memoria, cambios anímicos subrepticios, falta de energía y de concentración.

Lo cierto es que el político priista debió hacerse un trasplante de hígado porque de no hacerlo su vida corría peligro; y qué bueno que tuvo la oportunidad de hacerse una operación tan delicada y costosa con uno de los mejores hepatólogos del continente. Sin embargo, la empatía hacia su problema de salud no debe detenernos para preguntar si es válido que un político con problemas de salud tan severos, en los cuales un órgano vital está en riesgo, puede y debe lanzarse a un puesto de elección popular. Si su partido sabía de sus problemas de salud y no le cuestionó si podría con el puesto es corresponsable del vacío de poder en que se encuentra Michoacán.

A la vez de desearle que salga bien de las complicaciones que enfrenta ahora por el trasplante y que le exigen, al menos, seis meses más de reposo, se vale preguntar si el Estado puede permitirse la inestabilidad que genera una situación médica tan delicada. Seguramente habrá quien piense que es cruel que revele esta información; a mi me parece que es un acto de transparencia. Habrá quien diga que el Gobernador tiene derecho a una vida privada, diré que es un servidor público y su puesto exige un estado saludable la mayor parte del tiempo. Habrá quien diga que es discriminatorio pedirle que renuncie por enfermedad, yo diría que es por el bien suyo y del estado, para que ambos reciban la atención y los cuidados necesarios. Michoacán se desangra en una batalla de violencia y desgobierno, necesita también cuidados intensivos y un responsable ante la ley.

Al final del día me pregunto: ¿por qué se atrevieron Vallejo y su equipo a engañar al Congreso michoacano?, ¿por qué mentir a los medios? La respuesta es clara: porque en el fondo saben que una enfermedad hepática de esta naturaleza no le permitirá asumir su responsabilidad al menos en dos años. Ha pedido ya 270 días por salud, y necesitará pedir más.

Fuente: Sin Embargo

 

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