El fotógrafo de Don Corleone

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En 1959, un desconocido fotógrafo chileno logró que el mafioso Guiseppe Russo posara para él, después de ganarse la confianza de su familia. La fotografía del verdadero Don Corleone volvió famoso al fotógrafo e inmortalizó al capo siciliano.

La prestigiosa agencia de fotografía Magnum siempre ha presumido de tener solo a los mejores profesionales en su plantilla. Por eso, en 1959,Sergio Larraín, un joven y desconocido fotógrafo chileno que deseaba ingresar en esta agencia no dudó en aceptar la descabellada propuesta de uno de sus fundadores, Henri Cartier-Bresson.

La prueba que tenía que superar Larraín para ingresar en Magnum, tal y como relata el blog «Miradas cómplices» consistía en fotografiar al temido mafioso siciliano Giuseppe Genco Russo, una hazaña que hasta entonces nadie había conseguido.

Larraín se trasladó a Sicilia y durante tres meses recorrió la isla, capturando todo tipo de escenas en sus pueblos. Sin embargo, fue incapaz de averiguar el paradero del jefe de la Cosa Nostra. Nadie se atrevió a decirle donde vive Russo y, cuando ya todo parecía perdido, en una conversación en un bar, un lugareño le contó que Russo vive en un poblado llamado Caltanissetta.

El fotógrafo se traslada al pueblo y alquila una habitación justo en frente de la casa del mafioso. Parapetado tras la ventana, toma cientos de fotografías, pero ninguna le convence. Quiere sacar un retrato de Russo, así que decide cambiar de estrategia.

Haciéndose pasar por un turista interesado en las ruinas romanas de la zona, Larraín se gana la confianza del abogado de Russo, quien lo introduce en casa de Russo y no tarda en tener también simpatías de toda la familia del “padrino”.

En una de sus frecuentes visitas, tras un auténtico banquete, el fotógrafo saca su cámara y comienza a fotografiar distintos objetos de la vivienda y Russo se retira a dormir una siesta. Larraín, que ya tiene el billete de tren en su bolsillo para volver a Roma al día siguiente, lo sigue hasta la habitación y comienza a sacarle fotos, mientras el mafioso descansa sentado en un diván.

Sin embargo, es sorprendido in fraganti por los guardaespaldas de Russo que, sorprendido por la extraña actitud de su invitado, solo acierta a preguntarle por qué tomaba tantas fotografías. Haciendo gala de una enorme sangre fría, el chileno le respondió que lo hacía porque solo así podría seleccionar la mejor para incluirla en su álbum de recuerdos.

Satisfecho por la respuesta de Larraín, el capo mafioso decide ponerse un traje y un sombrero y posar bajo un retrato para la siguiente foto que, semanas después se convirtió en la portada de numerosas revistas de todo el mundo y le valió al fotógrafo chileno su entrada en Magnum por la puerta grande.

Fuente: ABC

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