El fantasma de la abstención en Juárez

0

Por Ángel Otero Calderón

Históricamente, Ciudad Juárez ha sido una urbe marcada por el abstencionismo. Y hay sobrada razón para ello: en recientes comicios locales la participación electoral ha rondado en el 30 por ciento. Una vez más, el domingo 1 de julio, Juaritos se ha colocado como metrópoli más abstencionista del país, con una votación de 48.3 por ciento del padrón en la elección presidencial, cuando aún falta por computarse el cinco por ciento de las casillas. En mejor de los casos, no se alcanzará el 50 por ciento.

Entre las urbes de la frontera, Tijuana ha quedado en segundo sitio, con una participación de 51 por ciento, cuando a nivel nacional la votación promedio fue de un 63.1 por ciento. En Matamoros y Nuevo Laredo se alcanzó un promedio ligeramente superior al 53 por ciento, mientras que en Mexicali la votación alcanzó el 55 por ciento.

El abstencionismo ha dominado otra vez aquí, según dicen los fríos números. ¿Desencanto? ¿Hartazgo? ¿Incivilidad colectiva? Vale preguntarse, empero, si en realidad la que fue llamada, con razón o sin ella, la ciudad más violenta del mundo persiste en su entrega al abstencionismo, colocando una mancha más sobre su ya maltrecha fama de ser, también, el desierto en el que matan a las mujeres.

Estamos en presencia de un fenómeno que merece ser analizado bien y despacito. Eso de que Juárez eligió el abstencionismo no necesariamente encuentra sustento en la realidad. Cierto es que en Ciudad Juárez se vota poco y a veces de mala gana. Y ello tiene que ver, a querer y no, con la profunda insatisfacción de un electorado que por igual ha visto gobernar al PRI y al PAN, muchos años antes de la alternancia del 2000, sin que ello haya marcado una diferencia significativa en el nivel de vida de la población.

Por el contrario, las cosas se fueron poniendo peor, sin bien la incidencia de homicidios ha ido a la baja en este 2012, no así la miseria social en las orlas de la mancha urbana.

Sería lógico suponer, en este contexto ciertamente complejo, que luego de tres años de ser el principal escenario de la guerra de Felipe Calderón contra el crimen organizado, con su cruel cauda de asesinatos, secuestros, extorsiones, asaltos a mano armada, dejando una profunda herida de dolor, miedo e impotencia sociales, la gente no tendría demasiado entusiasmo para asistir a la fiesta cívica de las urnas como sí lo tuvo para abastecerse de cerveza antes de la entrada en vigor de la ley seca.

Pero los juarenses sí salieron a votar. Y dispararon en defensa propia: acribillaron al PAN. De hecho, la alianza de las izquierdas alcanzó por primera vez en la historia el segundo lugar en las votaciones, y no sólo en la presidencial, sino también en los distritos federales, sepultando al panismo fronterizo en el tercer lugar.

Puede decirse que nivel nacional ocurrió lo mismo y que eso no es noticia. Pero para aquilatar esa proeza cívica debe tomarse en cuenta que en Juárez sólo ha habido PAN y PRI. La izquierda juarense ha protagonizado un mero rol testimonial. O dicho de otra forma: en este bronco desierto del norte nunca ha habido izquierda, electoralmente actuando, claro está. O votabas PRI o votabas PAN, o de plano no votabas. Y la gente prefería mayoritariamente no votar.

Con todo, es más que probable este domingo 1 de julio se haya rebasado el 50 por ciento de participación electoral, por primera vez en largo tiempo. Podría alcanzarse incluso la votación media estatal, arriba del 53 por ciento. Pero eso no se va a ver en los resultados oficiales.

Y es que, principio de cuentas, habrá que descontar a las víctimas directas de la guerra de Calderón. Hasta donde sabemos, más de 10 mil muertos no pudieron votar. Estaban habilitados en el padrón, pero, como ya decía Joan Manuel Serrat, no los dejan salir del cementerio.

Una investigación de la periodista Gabriel Minjares, publicada en El Diario a fines de junio, puede arrojar más luz sobre esto. Se estima que por lo menos, unos 138 mil ciudadanos ya no están más en Juárez, es decir un 14 por ciento de los 988 mil 784 electores registrados, según la verificación muestral hecha este mismo año. No hubo modo ya de darlos de baja del padrón.

Entre el éxodo obligado para salvar la vida, ya sea al norte americano o el sur mexicano, se fueron unos 118 mil ciudadanos, el 12 por ciento del padrón; también están aquellos que de plano no tuvieron oportunidad y acabaron muertos, en su gran mayoría a tiros aunque otros que sucumbieron a las enfermedades, unos 19 mil difuntos, otro dos por ciento.

Si dejamos que los números hablen, podría asumirse que la participación electoral en Ciudad Juárez fue del 55 por ciento, unos ocho puntos por encima de la reconocida en actas oficiales, en vista de que el padrón real podría estar sesgado en uno 14 por ciento. Eso es puro cálculo matemático, la simple aplicación de la regla de tres.

Hay que advertir, sin embargo, que los números no suelen decir la verdad. Es más: sirven para ocultarla. Pregúntele usted a los encuestadores de la TV y la prensa nacionales…

Un más adecuado acercamiento al comportamiento electoral de los fronterizos, obliga a considerar un elemento adicional: miles de juarenses bajaron de El Paso, Texas, y las Cruces, Nuevo México, y sus zonas aledañas, para votar en las casillas que les correspondían cuando residían aquí. El domingo hubo más tráfico del usual en los puentes internacionales, de norte a sur. No es posible, infortunadamente, saber cuántos vinieron a votar. Se trata de un porcentaje significativo, pero no medible.

No obstante, y estamos adivinando pero no a ciegas, en el peor de los escenarios, la votación en Juárez había alcanzado el 50 por ciento.

Chihuahua ha sido el segundo estado con más baja participación, con un 53.31 por ciento, apenas por debajo de la tierra del presidente, Michoacán, donde votó el 52.28 por ciento y ligeramente por encima de Baja California, que alcanzó el 53.56 por ciento. Otras entidades fronterizas tuvieron mejores cuentas de participación: Coahuila 62.07 por ciento; Nuevo León, 60.54 por ciento;  Tamaulipas, 58.52 por ciento y Sonora con el 58.30 por ciento del padrón.

Es evidente que los números del estado de Chihuahua han sido impactados por el fenómeno de Juárez y es notable que, en medio de la guerra de Calderón y la desolación económica aparejada a los desarreglos históricos de esta chulada de frontera, los votantes le habrían empatado la partida a los abstencionistas.

Que los juarenses hayan salido a votar, luego de una prolongada sequía electoral, puede ser una buena noticia si se considera que hay un despertar en la participación. Quizá se votó más con el anhelo de Enrique Peña Nieto venga a arreglar el desastre que le hereda Calderón. Pero también pudo haber contribuido a ello la esperanza de que Andrés Manuel López Obrador pudiera sentarse en la silla presidencial, gracias a su oferta de un cambio verdadero.

Tal lectura, entra en el terreno sinuoso de las especulaciones, ciertamente. Lo que es un hecho, es que los juarenses le han cobrado muy caro la factura del presidente Calderón y a su partido. Aquí no puede haber ninguna duda.

Una vez el periodista juarense Alejandro Páez le dijo en cara al presidente Calderón: “Juárez va a ser su herencia maldita”. Y no le faltó razón, si bien tuvo que pagar el precio de ser exiliado del paraíso de la así llamada prensa nacional, que no es otra cosa que los periódicos del Distrito Federal, los cuales no circulan en provincia.

Juárez puede perdonar, pero no olvida don Felipe.

Comments are closed.