“Se cuelan” los casos Ayotzinapa y Pasta de Conchos en charla del obispo de Roma con sus hermanos de la Compañía de Jesés
Por Marcela Turati
En el encuentro que el Papa Francisco sostuvo con una representación de jesuitas en la Nunciatura Apostólica, el domingo 14, charlaron sobre los recuerdos del pontífice sobre el México de los años 70, el trabajo de los jesuitas en México y las desapariciones de personas.
Una leve mención tuvieron los casos de los 43 normalistas de Ayotzinapa y de los cinco jóvenes de Tierra Blanca, así como la lucha de las familias de los mineros atrapados en Pasta de Conchos en febrero de 2006.
Pedro Antonio Reyes, asistente para la formación de nuevos jesuitas, contó a esta reportera los detalles de ese encuentro con el Papa jesuita o “entre hermanos”, como lo describió el vocero Federico Lombardi. Posteriormente, Antonio Spadaro hizo pública la reunión al tuitear la fotografía.
Al terminar el encuentro, Pedro Reyes también subió una imagen en la que Jorge Bergoglio, acompañado de seis jesuitas mexicanos vestidos de riguroso negro y con alzacuellos, posan junto a él ante un cuadro de la Virgen de Guadalupe.
“El Papa me dijo que hace oración por las familias de los mineros atrapados en Pasta de Conchos y la zona carbonífera. Sigan adelante, dijo, y dio su bendición”, escribió este sacerdote filósofo que durante años acompañó las luchas obreras desde el Centro de Reflexión y Acción Laboral (Cereal).
Reyes personifica en la película “Padre Pro” al mártir y beato jesuita asesinado durante la guerra cristera y actualmente da clases en el ITESO, la universidad jesuita de Guadalajara.
La Provincia de la Compañía de Jesús en México recibió la confirmación de la cita con el Papa apenas dos días antes de su llegada, y se llevó a cabo el domingo 14, después de la misa multitudinaria en Ecatepec, el encuentro con seminaristas y la visita del líder católico a niños enfermos. En una sala privada de la Nunciatura Apostólica, la reunión inició alrededor de las 18:40 y duró aproximadamente 40 minutos.
El Papa Francisco llegó acompañado de dos jesuitas: el vocero Lombardi y Antonio Spadaro (el director de la revista del Vaticano, ‘Civiltá Cattólica’). En la sala lo esperaban el provincial José Francisco Magaña, provincial; el socio del Provincial, Carlos Cervantes, y los asistentes de Educación, Pastoral, de lo Social y de Formación, Juan Luis Orozco, José Luis Serra, Leonel de los Santos y Pedro Antonio Reyes, respectivamente.
Esta es la entrevista con Reyes, a la que se le omitieron las preguntas para volverla relato:
El Papa puso el tono del encuentro. Nosotros no sabíamos cómo iba a ser. Cuando llegó saludó a todos. Lo esperamos parados, dudosos de qué sillón iba a elegir. Cuando nos pidió que nos sentáramos, le dijimos que eligiera, y él dijo que en un sillón o en una silla (como que le daba lo mismo) y nos reímos.
Empezó a platicar de cuando vino por primera vez a México, en 1970, cuando lo nombraron maestro de novicios y vino a conocer el Colegio Máximo (que entonces era la facultad de Teología de jesuitas, donde ahora está el ITAM).
También contó la experiencia que había tenido de la Congregación 32 –en el año 74, cuando el padre (Pedro) Arrupe era prepósito general–, que es la reunión de los jesuitas del mundo para la elección de padre general o para revisar aspectos de la Compañía. En ese tiempo él viajó representando a la Provincia de Argentina.
La Congregación 32 se propuso repensar la misión de los jesuitas en este tiempo, y un postulado que llegó de la Provincia Mexicana lo proponía como “el servicio a la fe y la promoción de la justicia que la misma fe exige”. Y así se acordó. El Papa dijo que sintió esto como un regalo de México porque, aunque estaba en la Biblia, en ese tiempo no lo habían leído así, la teología iba por otros lados. “En ese tiempo era atrevido”, nos dijo, y de ahí en adelante fue aprender a buscar esa fe y justicia como inseparables siempre.
El provincial le preguntó qué era lo que más le estaba impresionando de su visita a México, y respondió que la gratuidad de la gente que está en las calles, esperando. A Ecatepec acudieron 300 mil personas a su misa, pero según los medios, un millón más esperaba en las calles. La gente no tiene por qué estar ahí, es puro cariño y es gratuito, y estaba impresionado de ese volcarse, de ver rostros de gente trabajadora que se esforzaba mucho. Eso le impresionaba mucho: ver la alegría, pero también gente de mucho trabajo.
El Papa hizo también algunos comentarios que ya ha venido haciendo. Puso especial énfasis en la riqueza cultural y de la historia de México y en su interés de que pudiéramos tener una visión más comprensiva de nuestra historia e identidad. Nos encargó a los jesuitas, cuando le hablábamos de nuestro trabajo en la educación, que ayudáramos a reconstruir esa historia para incluir muchas historias que ahora estaban ausentes, las de los pueblos indígenas, por ejemplo, para que se pudiese ver esa riqueza cultural y de fe del pueblo.
Sentí que cuando nos invitaba a reconstruir así la historia se trataba de que todos nos pudiéramos sentir responsables e iguales, no como a veces nos pasa que nos sentimos diferentes y pensamos que la historia es sólo la nuestra particular. Y eso me recordó sus palabras a los obispos en Catedral y cómo esos mensajes nos tocan a todos los que tenemos una responsabilidad de servicio, que es necesario que nos sintamos y vivamos como pueblo.
Desapariciones y padre Pro
Le dimos una reliquia del padre Pro. Él la beso con reverencia. Nos contó de su cariño por Pro, porque de novicio le animaban contándole su historia. Nos dijo que tenía un interés personal en su canonización. Nos encargó mucho que nos moviéramos para que se pudiera dar pronto.
Le contaron entonces sobre la película “Padre Pro” que se había hecho para dar a conocer su vida (Paco, el provincial, le dijo que yo actué; él se río, me hizo un gesto simpático). El provincial prometió dársela al día siguiente, en San Cristóbal de las Casas, para que la viera.
Entonces le hablaron del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez y cómo ahora atiende a situaciones en respuesta a la realidad de violencia y desintegración del tejido social, producto de la desigualdad en el país, y que está acompañando a los familiares de desaparecidos, como los 43 estudiantes de Ayotzinapa, los de Tierra Blanca y otros casos en su demanda de búsqueda, esclarecimiento y justicia.
Fue entonces cuando el Provincial le dio la carta de los padres de Ayotzinapa. El Papa la tomó y nos dijo: “A nosotros en Argentina también nos pasó, eso es terrible, sufrimos mucho”. En ese momento se le ensombreció el rostro. Siguió hablando sobre el tema: que esto no sólo pasa aquí, es algo mundial, que vas a cualquier parte del mundo y encuentras historias de muerte, por eso se tiene que actuar mundialmente. Esa fue la referencia que hizo.
Entonces comenzó a hablar de la desigualdad insultante, de que el 20% de personas tiene el 80% de riqueza, y que esa es la raíz que permite todo tipo de violencia, discriminación, muertos, desaparecidos, migración. Que las condiciones vienen de esa desigualdad, no se puede resolver por pedazos, tenemos que resolverlas como mundo.
Después nos contó del resto de su agenda, que quería visitar San Cristóbal de las Casas y tenía muchas ganas de estar con los indígenas, esos olvidados y no recordados en la historia. Nos dijo que después iba a Morelia. Le dije que allá estarían los escolares (jesuitas). Fue cuando se río con ternura, creo que le recordó sus tiempos de formador.
En la reunión se le contó del trabajo de la Compañía a través de las parroquias, misiones, escuelas, universidades y centros sociales. Nos animó a seguir haciendo lo que hacemos.
Le interesó el proyecto que le mencionamos para la reconstrucción del tejido social buscando oportunidades para la paz. Este es un proyecto que se está iniciando en algunas regiones de Chiapas, Tamaulipas y Michoacán, para que cada comunidad imagine su camino hacia la paz y diseñe actividades para confluir en esa dirección, donde cada comunidad le da su propio estilo, impronta, y viene de cada uno de nosotros y de lo que nos comprometamos. Nos dijo que eso es muy importante, buscar la reconciliación. Y, como ha repetido en sus mensajes en México, no sólo de las víctimas, también con los que se han convertido en victimarios de sus hermanos.
Esa es una notoria preocupación del Papa: ¿Cómo rescatas a los que se han convertido en victimarios de otros? ¿Cómo? ¿Cómo volver a construir algo que permita que ellos también puedan entrar en la reconciliación? Que ese contexto de exclusión y desigualdad era caldo de cultivo para quedar atrapado en esas redes. ¿Y cómo rescatar a quien ha tomado decisiones de convertirse en victimario de sus hermanos?
Le entregamos un libro y un CD con todas las participaciones de la iniciativa #venfrancisco.org que a propósito de su visita lanzó nuestra Provincia, y nos lo agradeció.
Al final le pedimos que grabara un mensaje a los jesuitas de la Provincia mexicana, en el que nos confirmó nuestra misión. Nos dijo que siguiéramos trabajando por la dignidad de Jesús que está en cada hombre y mujer, que México tenía rostro joven, que México sufre pero es grande y tiene una riqueza impresionante y una historia original y casi única en América Latina. Nos dijo que rezaba por nosotros y nos pidió que rezáramos por él. “Tengan fe, no negocien al crucificado para que vivan mejor los que crucifican, manténgase trabajando, hagan oración, confíen en la Virgen de Guadalupe”. En una palabra: ‘métanle’, como un échenle ganas. Nos recordó que trabajáramos por la causa del Padre Pro y nos deseó que la Virgen de Guadalupe nos protegiera.
Una persona de la Nunciatura entró y con un gesto le avisó que era hora de cenar. Él le contestó con otro gesto, y se rieron. Entonces nos dijo de broma que ese era el lenguaje de sordomudos que usaban entre ellos.
Cuando nos tomamos la foto él decidió que fuera con la Virgen de Guadalupe en el centro. Cuando salíamos de regreso le dije, a pedido de las familias de los mineros de Pasta de Conchos, que al siguiente día conmemorarían los 10 años de la explosión, le expliqué rápido de su lucha por el rescate de los cuerpos de los mineros atrapados y le pedí que orara por ellos. Él se detuvo, me miró y me dijo que sí, que lo prometía y que les dijera que sigan haciendo lo que estaban haciendo y que Dios los bendiga.
Nos dio un rosario a cada uno y nos despidió.
Una reunión “como de hermanos”
Fue un encuentro más como de hermanos, fue como estar con un hermano mayor y con mucha experiencia y ternura platicar con él y sentir su cercanía, apoyo, fue muy bonito. Terminamos como a las 7:20 o 7:15. Duró poco más de media hora.
La impresión que me dejó fue que era un hombre muy cercano, muy humano, una persona muy lúcida, muy consciente de sus límites, de la realidad de su vida, de su misión y su encargo.
Es un hombre que sabe observar, que sabe escuchar. Cuando lo miras su voz está llena de recuerdos, y muy concretos, de personas muy concretas, que han hablado con él o se han cruzado con él. Me recordó un poema de (Pedro) Casaldáliga retomando un poema de San Juan de la Cruz que dice que en el crepúsculo de la vida nos examinarán por el amor, y Casaldáliga decía que entonces mostrará su corazón y estará lleno de nombres. Me parece que el corazón del Papa está lleno de nombres.
No es alguien que sabe de antemano, sino alguien que reflexiona, que va pensando las cosas, y hay cosas que ha reflexionado. Es un hombre que ha aprendido de la vida, es un hombre con experiencia de vida.
También se nota que es un hombre sencillo que relaja el ambiente en lugar de ponerlo tenso. Cuando llegó a la Nunciatura de inmediato provocó que se destensara el ambiente, les dijo algo, los hizo reír. Es algo característico de él. Nosotros mismos estábamos tensos, no sabíamos cómo iba a ser la reunión y él se encargó de hacernos sentir como en casa, de conversar como hermanos de cosas que a él y a nosotros nos interesan, y hablar de eso. No imaginaba un encuentro así, pensé que tal vez sólo él iba a hablar, que íbamos a escuchar, pero no fue así. Fue una conversación y bastante fluida.
Fuente: Proceso