El dinosaurio priista se luce en NL entre acarreados y porras

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Por Luciano Campos Garza

El reloj político de esta entidad retrocedió unos 20 años, si se considera la reunión que sostuvo el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, con líderes, políticos, funcionarios, militantes, alcaldes, diputados y exdirigentes.

Fue el de esta tarde en el centro Convex un evento jurásico tricolor de esos que ya muy escasamente se observan: acarreados, porras, tumultos, sectores y montones de vividores de la política que se hacen los aparecidos cuando viene el dirigente mayor.

Como en aquellos tiempos en los que el partidazo lo dominaba todo, ahora el tlatoani priista fue adorado por la feligresía. También, como ocurría en el PRI antidiluviano, fueron desplegados en el salón ocho enormes anuncios en forma de bandera en las paredes, con el rostro sonriente de Ochoa. Esta vez, la singularidad era que, además del nombre, venían inscritas sus cuentas de Instagram, Facebook, Twitter y la página web del PRI.

Además había dos pantallas gigantes que no perdían detalle del mensaje de 26 minutos del líder, que habló de todo sin decir prácticamente nada.

El evento denominado “Encuentro con la base política y la militancia”, inició después de las 18:00 horas en un recinto abarrotado y con sobrecupo. Había dispuestas decenas de mesas de diez personas cada una.

Y en el centro, frente a la entrada principal, había una, la de los invitados especiales, mismas que ocuparon 20 políticos notables, los integrantes del sindicato del partido, los que toman las decisiones que sigue la borregada  presente. Frente a cada asiento, había un cartón con el nombre del respectivo político. En el centro estaba la del invitado de honor.

Sin embargo, la desorganización permitió que unos 30 reporteros se arremolinaran en torno a la mesa y no permitieran a quienes ocupaban las sillas observar a su alrededor. Reunidos en la asfixiante mesa redonda, con los comunicadores resollándoles en la nuca, los priistas jóvenes se entretenían con sus smartphones, mientras los veteranos se aburrían, tratando de establecer conversación entre ellos.

Finalmente llegó Ochoa. Demoró unos 15 minutos en trasladarse desde el elevador hasta su asiento. Le demandaron selfies una y otra vez, en el trayecto a la mesa. El invitado se dejaba querer.

Al tomar su lugar, los reporteros le bloqueaban la perspectiva. Los presentes tampoco podían verlo.

Entonces tomó la palabra el dirigente estatal César Cavazos, que habló sin entusiasmo de la necesidad de unidad y de inclusión, de corregir el rumbo y de compactar al partido adentro y afuera. Hubo aplausos tibios. Una mujer habló de la necesidad de terminar con la violencia política de género y de establecer paridad en las candidaturas. Un joven habló del empuje de los chavos.

Tocó el turno a Ochoa Reza, quien buscó prender el ambiente, mencionando a los grupos presentes. Luego de dejar su asiento y colocarse en un claro entre las sillas, mencionó por su nombre a algunos invitados emblemáticos. Hubo porras particulares para alcaldes, dirigentes de la CTM, la CNOP, los campesinos. Señoras coreaban los nombres de algunos alcaldes.

Habló el líder de la lección que recibieron los priistas el año pasado, cuando perdieron la gubernatura. Pero también dijo que el PRI no lo había hecho tan mal antes. Que los antecesores al Bronco, mandatarios tricolores, habían hecho buena chamba en materia de seguridad. Sin embargo, no explicó o respondió lo que todos en silencio se preguntaban: si Rodrigo Medina no lo hizo tan mal, entonces por qué diablos perdió el PRI. Ochoa se cuidó de no mencionar al exmandatario, sometido a juicio por corrupción y en proceso de ser expulsado del partido. Actualmente es un apestado entre los priistas.

Luego su discurso se movió hacia el presidente Enrique Peña Nieto, el primer priista de México, a quien llenó de loas. Con él, aseguró, ha crecido el país en empleo, en inversión extranjera directa, en bienestar.

Le tiró dardos envenenados al Bronco. “Más jale y menos Facebook”, tronó Ochoa Reza, entre aplausos de la concurrencia.

Así como llegó, salió del salón Enrique Ochoa. Quedaba, en el ambiente, la interrogante sobre el propósito de su visita. Cuando salía, entre más fotografías que le tomaban, quedó la sensación de que de nada había servido la reunión, y que la renovación del PRI se quedaba en palabras, porque los organizadores crearon una atmósfera de los noventa, a rancio, donde el dirigente era objeto de reverencia y su presencia tenía mero propósito de exhibicionismo político.

Ochoa se dio tiempo para atender a los medios. Lo cierto es que su equipo de prensa eligió a cinco reporteros, sin avisar a los demás, para que le hicieran preguntas. Sus respuestas fueron vagas, por cumplir el trámite.

Era obvio que sus colaboradores no querían que le preguntaran a Enrique Ochoa de su paso por la CFE, su indemnización inflada, y los finiquitos millonarios que dio a sus colaboradores cuando salieron, luego de meses de pasar por la “empresa productiva del Estado”.

Y así se fue el líder del PRI del edificio, sin que su visita hubiera cambiado nada.

Fuente: Apro

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