Por Rodrigo Vera/ Proceso
Desde que se anunció que el Papa Francisco visitaría México, la gran duda fue si decidiría pronunciarse respecto de las desapariciones forzadas en México y se reuniría con los familiares de las víctimas –particularmente los padres de los normalistas de Ayotzinapa– o si optaría por rechazar este encuentro para ajustarse al libreto que quiere el gobierno de Enrique Peña Nieto: que pronuncie discursos que hablen de pobreza, violencia, inseguridad y corrupción en términos muy generales y sin aterrizarlos en la realidad mexicana.
Según una encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica dada a conocer días antes de la llegada del Pontífice, la mayoría de la población mexicana, 63.7%, consideraba que Francisco debía reunirse con los padres de Ayotzinapa, porque en este momento ellos representan el sufrimiento de las víctimas de la violencia en México.
Varias organizaciones de familiares de desaparecidos solicitaron formalmente tener una audiencia privada con Bergoglio para narrarle sus experiencias. Algunos obispos mexicanos las apoyaron en sus gestiones. Incluso la misma congregación religiosa a la que pertenece el pontífice, la Compañía de Jesús, desde hace meses ha pedido un espacio en la agenda papal para estas víctimas, a través de la Nunciatura Apostólica y la Secretaría General de la Conferencia del Episcopado Mexicano.
Proceso ha dado cuenta de estos esfuerzos y de las maniobras gubernamentales para impedir esta reunión, pues llevarla a cabo significaría un golpe de dimensiones internacionales para el actual gobierno mexicano.
El religioso franciscano Salvador Rangel, obispo de Chilpancingo-Chilapa, diócesis a la que pertenece Ayotzinapa, intentó que el Papa fuera a Iguala y ahí se reuniera con parientes de desaparecidos de todo el país. En noviembre pasado comentó a este semanario:
“Tengo un deseo muy personal de que el Papa vaya a Iguala para darnos ahí un mensaje de paz y reconciliación. Sería muy bueno para las víctimas de la violencia de todo el país. La tierra de Guerrero –bronca y violenta– en estos momentos está sufriendo mucho. Podría ser una visita muy breve, una especie de escala en sus trayectos.
“Me han dicho que el itinerario del Papa ya está marcado, pero de cualquier manera yo voy a consultar y ver qué posibilidades hay de una visita a Guerrero. Hay que realizar gestiones. Como obispo, daría de brincos por que el santo padre nos visitara.”
–¿Usted ya se reunió con el Papa para hablar sobre el tema?
–Sí, estuve con él el pasado 7 de octubre. Fue un encuentro muy breve. Le recordé que él me acaba de enviar como obispo a la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, donde apenas tengo tres meses. Y él se sonrío. Lo que me dijo es estrictamente privado. Sólo puedo decir que está bien consciente de lo que sucede en Guerrero… Creo que el Papa, quien siempre ha estado a favor de las causas imposibles, estaría dispuesto a tener un encuentro con esas víctimas (Proceso 2038).
EL EMPUJE JESUITA
Con un enfoque de “derechos humanos” y por considerar “prioritario” el grave problema de los desaparecidos, la provincia mexicana de la Compañía de Jesús también busca un encuentro entre Bergoglio y parientes de víctimas de desapariciones forzadas. El jesuita Sergio Cobo, director de la Fundación Loyola, explicó:
“La iniciativa para que se dé la audiencia con el Papa proviene de los propios familiares de desaparecidos. Nosotros en la Compañía los apoyamos. Y echaremos toda la carne al asador para conseguir el encuentro.”
–¿Qué gestiones realizan para lograrlo?—se le pregunta.
–Hemos recurrido a los dos canales formales en México: la Nunciatura Apostólica y el Episcopado Mexicano. Ya hablamos directamente con el nuncio (Christophe Pierre) y con el secretario general del Episcopado (Eugenio Lira Rugarcía). Quizás ellos, por cuestiones de discreción, no quieren hacer públicas estas gestiones. Pero estamos en eso. Nuestro provincial en México nos delegó esta encomienda a varios jesuitas.
–Pero el Papa también es jesuita, ¿no le han hecho directamente la petición?
–Mire, el Papa nos pide que todo lo tratemos vía los canales formales, para darles su lugar a los obispos y a los nuncios, y así no haya una doble vertiente.
–Tampoco favoritismo…
–Sí, para que no haya favoritismos, aunque se trate de causas justas, como ésta, de los desaparecidos. Pero nosotros tampoco queremos brincarnos los canales formales. Esto incluso nos ayuda a mantener una relación coordinada con la Iglesia.
–Entre tantas víctimas de la violencia, ¿por qué ustedes piden una audiencia justo con familiares de los desaparecidos? ¿Lo consideran el problema más grave?
–En nuestros servicios como defensores de derechos humanos, hemos visto que estos familiares son los peor atendidos por las autoridades. Son gente muy pobre que se está acercando a nuestros centros de derechos humanos en busca de atención psicológica y jurídica, sobre todo al Centro Pro.
¡SON MUCHÍSIMOS!
“Además, el de los desaparecidos es un problema de gran magnitud; se habla de 26 mil a nivel nacional. ¡Son muchísimos! Y casos como el de Ayotzinapa se están replicando en otras partes, como los cinco jóvenes recién desaparecidos en el estado de Veracruz, que al parecer también fueron entregados por la policía a una banda de narcotraficantes. Para la Compañía el problema de los desaparecidos es una prioridad.”
–¿En qué puede ayudar a los familiares tener un encuentro con el Papa?
–A estas familias se les ha querido acallar y cansar con el fin de que todo se olvide. Pero pese a todas las presiones en su contra han logrado que esos crímenes se mantengan a la luz pública. El Centro Pro, junto con otras organizaciones, logró que el caso Ayotzinapa fuera tomado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, justamente para que no quede impune.
“De manera que un encuentro con el Papa iría en la misma línea de derechos humanos; serviría para que el problema de los desaparecidos no se olvide. Él les podrá dar ánimo a los familiares para que continúen en su lucha. El Papa quiere tocar esa llaga durante su visita, más que convivir con políticos en recepciones palaciegas” (Proceso 2047).
Varias organizaciones de familiares de desaparecidos, por medio del nuncio Christophe Pierre, le solicitaron por escrito al Papa una audiencia. Entre estos peticionarios está el grupo guerrerense Los Otros Desaparecidos de Iguala, que intenta encontrar a más de 400 personas; el Movimiento Nacional por Nuestros Desaparecidos en México, formado por 35 colectivos; el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, que busca a 736 víctimas; y algunas otras organizaciones que, hasta el cierre de esta edición, no habían obtenido respuesta.
Fuente: Proceso