El cognicidio, obstáculo para el desarrollo de países tercermundistas; Para la supervivencia hay que poseer y usar el conocimiento, afirma Marcelino Cereijido, el investigador del Cinvestav. Carecer de innovación tecnológica y el analfabetismo científico son los dramas en México, según Cereijido, para quien la divulgación debe combatir la superchería y el fanatismo
El cognicidio es un problema que enfrentan los humanos para sobrevivir a un mundo cambiante donde la batuta la llevan los países desarrollados, de acuerdo con Marcelino Cereijido, profesor del Departamento de Fisiología Biofísica y Neurociencias del Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados (Cinvestav), del Instituto Politécnico Nacional, quien acuñó ese término.
“El cognicidio significa matar el conocimiento. El conocimiento no es como la información que se puede guardar en la memoria de computadoras: se le debe poseer y usar. Todo organismo sobrevive siempre que sea capaz de interpretar la realidad”, indicó.
Asimismo, para el también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias la divulgación de la ciencia debe combatir la superchería, los fanatismos y dogmatismos que imperan en el país. No se trata de prohibir ninguna religión ni pensamiento mágico, sino de enseñar desde la casa y la escuela a que las personas desarrollen un pensamiento crítico, que siempre se cuestionen sobre su entorno y busquen explicaciones verificables.
Cambian la realidad
Los países tercermundistas deben hacer ciencia, tecnología e innovación para sobrevivir: Si un campesino mexicano pierde su trabajo en Yucatán, donde vivía del yute, porque llegó una empresa que fabrica nylon, tiene que migrar. Si consigue un empleo en un sitio donde se hacen cámaras fotográficas de 10 megapixeles, la ciencia y la tecnología le habrán cambiado la realidad, su situación es igual a la del ejemplo anterior, porque está a años luz del conocimiento que se necesita para habitar esta realidad con cosas que produjo el primer mundo.
Dijo que en la sociedad mexicana hay algunos dramas o tragedias que imperan: “El primer drama es no tener ciencia en el siglo XXI, en el que ya no queda prácticamente nada que se pueda hacer sin ella y sin la tecnología. La salud pública, el transporte, la comunicación, hasta la diversión: todo depende directa o indirectamente de la ciencia.
“El segundo es que con el analfabetismo científico (que significa no poder interpretar la realidad sin recurrir a milagros, revelaciones, dogmas ni al principio de autoridad) el afectado es el primero en reconocer su tragedia. Lo vemos a diario: poblaciones que padecen inundaciones cada temporal, carestía en la comida, medicamentos, agua, pero como le falta el conocimiento sobre ciencia no puede entenderlo, aunque se lo expliques. Y no sólo le pasa al campesino que vive en la sierra, le pasa al Estado.
Pobres porque no hay conocimiento
“Nos dicen ‘tenemos muchos problemas a los que urge una solución, pero en cuanto los resolvamos vamos a apoyar a la ciencia’; consideran que en México todos los problemas son económicos, cuando la variable es el conocimiento en el mundo moderno, no la economía. Somos pobres porque no hay conocimiento. No al revés”, precisó el investigador, quien desde hace 17 años pertenece al Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, pero en ninguna ocasión han buscado para asesorar algún tema relacionado con su especialidad: fisiología celular y molecular.
Radicado en México desde 1976, luego de salir de su natal Argentina tras el golpe de Estado, Cereijido es autor de numerosos ensayos y libros de divulgación científica, entre los que se encuentran Ciencia sin seso, locura doble, Por qué no tenemos ciencia yLa ciencia como calamidad. En estas obras reflexiona en torno a los obstáculos que enfrentan las personas que se dedican a esa área del conocimiento en los países en desarrollo.
Respecto de la divulgación de la ciencia en México, dijo: Es extremadamente parcial, tan parcial que es mala. Los divulgadores no enseñan por qué no tenemos ciencia, no hablan de los administradores, la burocracia, la escasez de recursos ni defienden el Estado laico porque la religión es la estructura central de la cultura mexicana. Es como si yo escribo un libro sobre la tuberculosis, pero no me permiten políticamente abordar al bacilo de Koch.
Agregó: “Los divulgadores para hacer interesante la ciencia destacan casos insólitos; por ejemplo, dicen ‘¿sabías que si el hombre saltara como una pulga podría llegar a la punta de la torre Latinoamericana? ¿Sabías que hay agujeros negros tan poderosos que se comen toda una galaxia?’ Se acostumbró a la gente a ver a los científicos como personas que vivimos de coleccionar pendejadas”.
Fuente: La Jornada