El cierre de Guantánamo progresa entre debate y debate

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Abdalmalik Wahab, de 35 años, había estado encarcelado en la Bahía de Guantánamo por casi 14 años sin una acusación formal cuando recibió las buenas noticias: al gobierno de Estados Unidos ya no le interesaba retenerlo.

Un panel compuesto por representantes de seis agencias gubernamentales, incluyendo el Departamento de Defensa y la Oficina del Director de Inteligencia Nacional, determinaron el cinco de diciembre que Abdalmalik fue “casi sin duda” un miembro de Al Qaeda en cierto momento, pero ya no valía la pena retenerlo en la base estadounidense en Cuba.

“Es un buen día”, dijo en un comunicado dado a conocer por uno de sus abogados, David Remes, tras la decisión, “pero el día más feliz será cuando vea a mi esposa e hija”.

Podrá tener esa oportunidad, junto con otros que han estado esperando en Guantánamo durante años.

Pese al feroz debate sobre Guantánamo en el Congreso, el presidente Barack Obama ha progresado en torno a su objetivo de cerrar el centro de detención, al alcanzar logros notables.

Una oleada de liberaciones en meses pasados ha reducido el número de hombres en custodia a 122, menos de la mitad de cuando Obama tomó posesión y la menor cantidad desde el décimo día en que Estados Unidos comenzó a enviar militantes de Al Qaeda y talibanes, esposados y vestidos de anaranjado, a la base el 11 de enero de 2002.

La cantidad de prisioneros autorizados a ser transferidos es de 54, y el resto enfrenta detención indefinida.

Un resultado de estos esfuerzos, de acuerdo a autoridades militares, es que Guantánamo es un centro de detención más silencioso y manejable. El coronel de las Fuerzas Armadas, David Heath, quien dirige las operaciones diarias al interior de los campamentos, señala que cerca del 80% de los hombres son considerados “sumamente obedientes”, con reglas que hasta cierto punto les permiten vivir en comunidad, confinados a sus celdas por únicamente dos horas al día.

El resto del tiempo pueden comer juntos, orar, jugar fútbol, manipular una computadora y ver televisión por cable.

Quienes han presionado para cerrar la prisión dicen que con menos detenidos el objetivo puede ser más realista.

“Creo firmemente que el momento genera más momento”, señaló Clifford Sloan, quien fungió hasta el 31 de diciembre como enviado especial del Departamento de Estado en Guantánamo. “A menor cantidad, el tema es más manejable y los argumentos para el cierre se vuelven más abrumadores”.

Pero hay muchos, incluyendo varios miembros republicanos en el nuevo Congreso, que no quieren ver cerrada la instalación y proponen un fin a futuras transferencias. El senador de Arkansas, Tom Cotton, dijo que había demasiadas camas vacías en Guantánamo.

“Deberíamos enviar a más terroristas allá para que los interroguen más a fondo y mantener a salvo el país”, comentó, antes de agregar que los que están ahí ahora se pueden “pudrir en el infierno”.

En su punto más alto, en junio de 2003, Guantánamo albergó a casi 700 prisioneros, y más de 500 fueron liberados durante el mandato de George W. Bush. Obama asumió el cargo tras prometer cerrar la prisión en un año.

Pero el Congreso prohibió la transferencia de cualquier prisionero a Estados Unidos sea cual fuere el motivo, incluyendo si se tratara de su juzgamiento. Luego impuso restricciones a las transferencias de encarcelados.

El Congreso disminuyó las restricciones de las transferencias en diciembre de 2013, pero la oleada de liberaciones no comenzó hasta noviembre, cuando Obama ordenó a los funcionarios a acelerar el paso, lo que derivó en reasentamientos de los prisioneros en Estonia, Omán, Kazajistán, Georgia, Eslovaquia, Uruguay y Afganistán.

Eso generó un grado de optimismo entre algunos de los prisioneros en el sentido en que saldrían pronto. “Hubo un definitivo cambio de humor cuando comenzaron las transferencias”, dijo Brian Foster, un miembro del equipo legal de Abdalmalik.

Las liberaciones no han sido del todo sencillas. Foster dijo que uno de sus clientes, que fue a Eslovaquia, no habla el idioma y se siente aislado. Algunos de los seis sujetos enviados a Uruguay se han quejado públicamente de no recibir suficiente apoyo del gobierno y el presidente José Mujica cuestionó su ética de trabajo.

Entre los 68 reclusos a los que no se les ha autorizado su liberación están enfrentando un juicio que adelanta una comisión militar; cinco hombres acusados en los ataques del 11 de Septiembre al World Trade Center y el Pentágono; otros que podrían, potencialmente, enfrentar acusaciones en el futuro, o personas consideradas demasiado peligrosas para ser liberadas.

Su futuro a largo plazo genera inquietudes sobre qué sería más fácil de encarar, una vez que los individuos ya autorizados dejen el lugar, apuntó Benjamin Wittes, un experto en seguridad nacional del Instituto Brookings.

“Creo que la administración está mejor posicionada si puede decir que ha reducido el número a un grupo de personas a las que no se les permitirá salir y queremos retener en otro lugar que no sea Guantánamo”, dijo Wittes.

La mayoría de los prisioneros en la lista de autorización han estado allí desde 2009, cuando las autoridades revisaron la evidencia en su contra y las amenazas potenciales que presentaban. La mayoría de ellos no puede regresar a su país de origen debido a que podrían enfrentar persecución, o porque son de Yemen, que es considerado demasiado inestable, y Estados Unidos ha intentado persuadir a otros países de aceptarlos.

El año pasado, Estados Unidos también comenzó con las primeras liberaciones de yemenís en años. La junta de revisión aceptó colocar a Abdalmalik en la lista de transferibles solo después de que aceptó ser reubicado en un tercer país con su esposa e hija.

Sus abogados señalan que no saben dónde será liberado, pero señalan que ha estado estudiando inglés, español y finanzas como parte de su preparación.

“Quiero cerrar este capítulo de mi vida”, le dijo a la junta, de acuerdo a una transcripción. “Deseo abrir los ojos y ver que esta pesadilla terminó y se desvaneció de una vez por todas”.

Fuente: AP

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