Por Miguel Concha Malo
La nutrición es un derecho, un acto de justicia, y una manifestación de la cultura y dignidad de las personas. Los alimentos de buena calidad surgen de la madre tierra, y son cultivados ancestralmente por nuestros pueblos con respeto, cuidado y esmero. La explotación desmedida de los bienes naturales es en cambio un síntoma de la grave enfermedad que experimenta la sociedad actual y una expresión de la violencia contra la dignidad de la tierra.
Pasar sin duda de un paradigma basado en la acumulación egoísta de la riqueza y en la lógica del mercado capitalista, a un modelo cimentado en compartir y en conservar la naturaleza, en respetar la vida, es urgente. Los pueblos de México han sostenido una lucha incansable frente a grandes corporaciones que hoy pretenden apoderarse de sus territorios, los frutos de su trabajo, su historia y cultura.
Decenas de falacias del sistema han sido derrocadas con base en los saberes de los pueblos. Baste mencionar lo propuesto por los indígenas de la región andina de América Latina: el Buen Vivir. Es evidente que Otro mundo es posible. Que otra manera de vivir y de relacionarse con el medio ambiente también puede ser. Existen, sin embargo, trasnacionales que denodadamente se oponen.
Una de ellas es Monsanto, un gigante empresarial que produce semillas transgénicas y productos para la agroindustria, devora los territorios de cientos de pueblos originarios y campesinos dedicados a la agroecología, y violenta nuestra soberanía y seguridad alimentaria. Un gigante que pone en riesgo nuestra salud y nuestra vida. Así se ha demostrado en estudios que hacen evidente que la ingesta de maíz transgénico es nociva para los seres vivos (cfr. La Jornada 29/09/2012).
Con base en una supuesta economía verde, impulsa cambios profundos en los modelos de producción de granos, arguyendo su compromiso con la mejora del campo y la erradicación del hambre en el mundo. Nada más falso. En Francia fue declarada recientemente culpable por daños a la salud de una persona intoxicada en 2004 por el uso de herbicidas. En otros casos ha sido demandada por fraude con semillas certificadas, como las que vendió a un productor de melones en Chile. Aunque la sentencia de la Corte favoreció en este caso a la trasnacional, se puso al descubierto el control al que se somete a los productores, y la desaparición de semillas usadas tradicionalmente en la agricultura.
En México se pretende abrir la siembra de maíz transgénico de manera comercial bajo el control de Monsanto, incluso sin la certeza científica de que sea inocuo para la salud y el medio ambiente. Antes de esto debería primar la prevención, tal como se establece en el Principio 15 de la Declaración de Río de Janeiro (1992). Lamentablemente, a pesar de esta información, y con la autorización del gobierno, la siembra de 2 millones 400 mil hectáreas en Sinaloa y Tamaulipas es probable, con la coartada de que ese maíz es la solución a los problemas del hambre.
A la fecha no contamos con una postura contundente respecto a la introducción de maíz transgénico, pero sabemos que, debido a la cercanía entre funcionarios y altos ejecutivos de la empresa, se tiene la intención de entregar el maíz a grandes capitales privados. ¿Qué hacemos ante esto? Continuar evidenciando las graves violaciones a los derechos humanos de las personas y los pueblos, hechas por el gobierno en colusión con esta corporación. Exigirle al Estado mexicano que cumpla con sus obligaciones de respetar, proteger y garantizar los derechos a un medio ambiente sano y a la alimentación adecuada. Hacer evidente que estamos en total desacuerdo con que nuestros campos sean invadidos por transgénicos que potencialmente acabarían con las más de 59 razas de maíz que tenemos y atentarían contra la diversidad biológica con la que contamos en nuestro territorio.
Recordemos que somos cuarto lugar a nivel mundial como país de mayor biodiversidad en el mundo. Como personas consumidoras de alimentos hechos a base de maíz, es importante vincularnos con los productores locales que respetan la naturaleza, y que con sus métodos naturales de producción generan maíz y alimentos sanos que benefician nuestra salud y nutrición. Mostrar nuestra indignación ante un sistema deshumanizante, y ejercer nuestro derecho a la protesta social.
Hoy, por ejemplo, organizaciones de la sociedad civil, jóvenes de colectivos, organizaciones campesinas, de derechos humanos, de productores, ambientalistas, así como ciudadanas y ciudadanos preocupados por la situación del campo, del maíz y la alimentación, salen a la calle para mostrar su creatividad y exigir sus derechos. Realizan un carnaval dedicado a la defensa del maíz criollo. Este acto, que se suma a cientos de acciones contra Monsanto a nivel mundial, se desarrollará en el centro de la Ciudad de México y en otras ciudades del país. Todas ellas como muestra de la total desaprobación hacia lo que esta corporación, junto con otras, como Pioneer y AgroSciences pretenden hacer con nuestro planeta.
El Carnaval del Maíz es un signo de esperanza. Es expresión de la cooperación y la unión diversa entre personas que creemos que la justicia está en el comer sano, en el maíz libre de transgénicos y en el respeto a la tierra. El carnaval es una práctica que se realiza en las comunidades, por lo general, en el tiempo de cuaresma, que interpela a los grupos de poder y a las instituciones que regulan la vida de los seres humanos.
En el Carnaval del Maíz se interpela al Estado y a los grandes capitales. Precisamente ahí surge la resistencia. Entre las risas y el baile florece la defensa de los derechos humanos, que también es alegre y esperanzadora para las personas y los pueblos. El Carnaval del Maíz es un ágape donde se intercambia experiencia y vida. Donde personas hermanadas alimentamos nuestra lucha por la búsqueda de un mundo más solidario y justo. La lucha contra Monsanto es a nivel planetario. Por ello es un grito de todos los pueblos para transformar una civilización enferma, y que enferma a todos los habitantes del mundo.
Fuente: La Jornada